Hay divisiones porque algo separa a unos de otros.
Por: Fernando Pascual | Fuente: Análisis y
Actualidad
Hay divisiones porque algo separa a unos de otros. Ese “algo” pueden ser muchas cosas: una idea, una injusticia, un rencor, un malentendido, una
frontera, una etiqueta, una noticia, una herencia, una historia...
Ante las divisiones, surgen diversas preguntas: ¿son
todas culpables? ¿O nadie tiene la culpa? ¿O la tienen todos? ¿Son superables?
¿Cómo? ¿Alguien debe ceder?
Encontrar respuestas es sumamente difícil. En parte, porque cada uno presentará
un punto de vista diferente sobre las causas de la división. En parte, porque
las propuestas de solución también son complejas y fácilmente se generan nuevas
divisiones sobre las mismas.
Es simplista afirmar que todos son culpables de las divisiones. Hay quienes no
tienen culpa alguna. Si en una familia la división surge porque una parte actúa
violentamente sobre la otra, la culpa está en el agresor, no en quien por
evitar sufrimientos absurdos se separa justamente.
Por lo mismo, resulta necesario buscar las causas y las culpas de las
divisiones. Para ello, antes de mirar al otro, la pregunta se dirige a uno
mismo: ¿he tenido algo de responsabilidad en lo
ocurrido? ¿He actuado correctamente ante el problema? ¿Tengo un corazón abierto
a la verdad y a la justicia? ¿Estoy dispuesto a pedir perdón o a perdonar según
corresponda?
Son preguntas centrales que cada uno debe formularse. Si cada parte
responde correctamente, será posible un acercamiento, ya que sólo hay
decisiones que ayudan a la reconciliación cuando todos descubren dónde se
encuentran y qué deben hacer.
En la larga historia de las divisiones humanas necesitamos, por tanto, una mirada
serena y equilibrada para reconocer aquellas culpas pasadas o presentes que
abren heridas, y para trabajar en la construcción de puentes desde la verdad,
la justicia y el perdón.
No hay otras fórmulas para romper fronteras malignas. Sólo cuando los corazones
estén dispuestos a abrirse a la verdad, a perdonar y a pedir perdón, culpables
e inocentes lograrán estrechar sus manos y empezarán a recorrer caminos de paz
y de concordia.
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