PROFUNDIZAMOS EN UN TESTIMONIO DE LA PELÍCULA «CORAZÓN DE PADRE»
Xavier Bartumeus es uno de los pintores y artistas más reconocidos de Barcelona, y uno de
los testimonios que hablan de su fe en el documental Corazón de Padre,
que se estrena este viernes 18, víspera de San José, en los cines
españoles.
Durante muchos años
estuvo lejos de Dios. Después, su insatisfacción
vital le llevaba a sentarse en las iglesias, leer, buscar... Un retiro de Emaús le llevó a la adopción plena de la fe. Trabajar
en una estatua sobre San José afinó su espiritualidad y le ayudó a salir
de un periodo de abatimiento. Ha querido contar a ReligionEnLibertad su
viaje de fe.
UNA
FAMILIA CATÓLICA PERO QUE NO IBA A MISA
"Nací en
Manresa y crecí en Barcelona, en una familia católica que nunca iba a
misa", explica el artista. "Éramos católicos por inercia, diría. Mis padres, de pueblo,
mantenían devoción popular a la Virgen de Montserrat y cada fin de año rezábamos el rosario. Mi padre, a
su manera un poco extraña, era muy devoto. Pero, aunque siempre creí que Dios debía existir, yo no era religioso. Cuando
hice la Confirmación en mi colegio de maristas, lo único que buscaba era
librarme así de algunas clases".
Cuando tenía unos 11 o 12 años,
no recuerda cómo, vio la película Jesucristo
Superstar. "Me encantó ese Jesucristo. Pensé que
Cristo debía ser parecido,
me sedujo la figura de Jesús. Yo era muy rebelde
con toda autoridad, y Él también era un rebelde. Pero poco a poco me olvidé de Él. Siendo
estudiante de Bellas Artes, como otros miles de estudiantes antes y después,
creía ser original y rompedor dibujando algunas escenas de Jesús, a veces
irreverentes".
EL
VACÍO EXISTENCIAL: ¿HAY ALGO MÁS QUE ESTO?
Con treinta
y muchos años, tras una vida bohemia de arte, amistades
y experiencias, Xavier Bartumeus se dio cuenta de que en su vida había
un gran vacío.
"Yo, como
tantos artistas, me volcaba en un proyecto, una exposición. Se inauguraba, la
gente veía tu obra y recibías críticas buenas o malas, algunas palmaditas y
felicitaciones. Pero eso enseguida pasaba y dejaba
una sensación de vacío. Yo
me decía: 'Bueno, es la típica 'depre post expo', les pasa a
todos mis amigos artistas, será
que la vida del artista es eso'... ¿o no?"
Había un vacío
vocacional: ser artista, ¿para qué? "Me
parecía que mis cuadros carecían de sentido, que buscaban solo gustar al
público".
Había también un
vacío vivencial y relacional. "El ser artista te ayuda a tener acceso a las chicas, y yo
aproveché mucho eso, pero luego veía que no me hacía sentir
bien. Me metí en cosas muy cafres -pero no violentas, siempre fui muy pacífico-
y veía que pese a todo ese vacío me acompañaba". Hoy describe así su estado de esa época: "Había desazón
en mi vocación y en mi vida, estaban llenas de soberbia, ego, vanidad y
sexo".
A veces, al salir de reuniones de
artistas, o de ciertas fiestas, un impulso
llevaba a Xavier a entrar en alguna iglesia abierta. "En las iglesias
sentía paz. Allí intentaba rezar algo,
a mi manera. No sabía oraciones, solo recordaba el Padrenuestro antiguo que me
había enseñado mi madre, en castellano".
"DE
NEW AGE ME LO LEÍ TODO"
Insatisfecho, Xavier se convirtió
en un buscador espiritual. "De New Age y Nueva Era me
lo leí todo, y libros de autoayuda... pero me sonaba a que querían
regalarme los oídos, agasajarme. Eso no llenaba mi vacío. También me
puse a leer cosas de religiones. Y un poco de Biblia. Mis amigos sabían que yo
leía algo de Biblia y espiritualidad y se lo tomaban en plan 'Xavi
es rarito y ahora le dará por la misa'. Pero los más íntimos veían que mi búsqueda iba en serio,
aunque yo estaba muy perdido".
A partir de cierto momento,
empezó a ir a misa a la basílica de la Concepción, que estaba a cien metros de
su estudio.
"Eso me
relajaba. No podía comulgar, pero escuchaba los sermones de fray Valentí Serra, ya
sabes, ese capuchino con sus barbas, y eso me alimentaba. Empecé a rezar oraciones de
petición. Y estuve así unos dos
años. Y le decía a Dios: 'Dame una pista, dame algo, estar
aquí sentado en la iglesia es muy tonto'".
DE
REPENTE, UN RETIRO
Un día, el artista estaba de pie
en la iglesia, con sus pendientes, joyas y anillos, manchado de pintura del
estudio, y una joven vino corriendo y le dijo:
- Oye, ¿quieres venir a
un retiro?
Y él, sin saber muy bien por qué,
le dijo que sí. Era un retiro de Emaús, que durante los últimos años se han difundido
mucho por España y han tocado muchos corazones.
"En ese retiro
de Emaús me tomé en serio mi cambio. Allí vi mucha gente con una fe sin fisuras
y eso me dejó impresionado.
Es verdad que después del retiro tuve un efecto 'suflé', es decir, un bajón al
volver a la vida cotidiana. Fue una recaída tan mala que dejé de ir a la
Concepción. Pero un sacerdote, mosén Joan Costa, fue entonces el primero en
apostar por mí para hacer arte sacro".
El encargo era todo un reto
artístico y vivencial: hacer 12 estatuas de los
apóstoles para la iglesia de Belén, junto a las Ramblas. Y Bartumeus, en realidad, no era escultor,
sino pintor. "No sé quien fue más loco: él por
pedirlo o yo por intentarlo. Pero le dije que probaría con la primera y que si
me salía bien haría el resto".
HACER
ARTE CRISTIANO: UN RETO ESPIRITUAL Y DE HUMILDAD
Esta aventura artística se
convirtió también en un viaje espiritual. "Me ponía
música de coros ortodoxos, me leía libros de Santa Edith Stein, hacía
de todo para enriquecerme espiritualmente, porque quería crear desde la
sinceridad, ser muy honesto... y evitar el ego".
Él antes pintaba para lograr el
aplauso de público y crítica. Ahora servía a un mensaje y una tradición más
grande, servía a los fieles que quieren rezar, y servía a Dios mismo. Era una
forma nueva de abordar el arte.
"Hay artistas
que imponen su criterio estético antes que el espiritual y eso es un
error; hay que renunciar al ego, aunque sin perder el estilo. Si eres sincero contigo mismo,
harás algo que servirá para que rece un chico de 14 o una señora de 90. Vi
que las imágenes religiosas ya no eran mías, sino de los fieles. Eso me
satisfacía", explica.
Lamenta que "hay artistas con un arte sacro que no invita a
rezar. Una vez unos visitantes me pararon por la calle y preguntaron:
'Disculpe, ¿cómo se va a la Sagrada Familia?, ¡a la parte bonita!' ¿Ves?
Es lo que siente la gente. Sí, puedes ser fiel a los materiales y las técnicas
modernas pero no debes imponer tu imaginería si no es religiosa. Hay
cosas que están bien para un museo o una exposición, pero no para una iglesia".
LA
SANACIÓN INTERIOR POR SAN JOSÉ
"Me encargaron
la imagen de San José cuando yo estaba en una depresión brutal. Un
amigo me trajo el texto de la novena a San José y aproveché y le hice un molde
al amigo, de su rostro. Dicen que mi San José se parece a mí, pero surge del
rostro de ese amigo. Sí es verdad que tiene un gesto de rendición, de entrega.
Como yo. Esta imagen fue un diálogo: yo y él", añade.
De nuevo, para hacer este San
José, Bartumeus se volcó. "Me obsesioné por cómo
sería José físicamente, por su ropa, su pelo... Investigué el peinado de
los judíos de la época, que si pelo rizado, que si barba
recia... Quizá lo hice algo más contemporáneo. Pero, si soy honesto, creo que
la escultura fue cobrando vida propia", detalla el artista. Además,
rezaba la novena al santo.
"Yo me
sentaba, y me tomaba un café y lo miraba y dialogaba con él. Esa mano, con su
meñique que se rompía siempre, ya no era mía, era de él. Era él. Yo era un
vehículo: Dios me pedía que fuera así. Empecé a retocar la imagen, esas
cejas levantadas, esa cara de cansancio... Su rostro es como si dijera: 'El
Niño ya ha nacido, pasó lo más difícil'. Un día se me ocurrió abrazarlo,
para decirle 'bona nit'.
Yo lo saludaba de día y de noche. Tomó vida ese San José
silencioso. Es como el tramoyista en una obra de teatro: no habla, pero sin él
no hay teatro. Sentí que se cerraba el círculo. Sin San José no habrá una
Sagrada Familia. Entablamos una relación: él pasó a ser un
treintañero simpático que me aconsejaba".
EL
DON DEL ARTISTA RELIGIOSO
Bartumeus sintió algo muy
especial cuando llevó la estatua del santo a la iglesia y vio que una señora se
arrodillaba y se ponía a rezar ante él. También veía que -como es costumbre en
Barcelona y otros sitios- le colocaban papelitos con peticiones. "Yo sentía un impulso de decir: 'Señora, no le rece, que
la he hecho yo'. Pero no es así, porque ya no es mía, es de ellos. Y de Dios. Se cumplió lo de "Dios no
elige a los capacitados, sino que capacita a los elegidos". ¡Yo no sabría
repetir esa estatua, no tengo ni idea ya de cómo llegó a ser así! Y con todo
eso, desapareció ese vacío que me había estado devorando durante años".
Xavier Bartumeus en
2019 como escultor: empezó con los 12 apóstoles y después le encargaron un San
José.
Ahora Bartumeus trabaja en un
cuadro de la Última Cena, "un mural de 6x12
metros, llenos de elementos, muy documentado..." Su objetivo es que
la obra religiosa sea un espacio que permita "al
orante indagar, imaginar y buscar, que la estatua o cuadro sea una rampa de
espiritualidad".
Le preguntamos cómo evangelizar a
los artistas. Él cree que lo mejor, como
en su caso, es invitar a retiros. "Los artistas, las personas creativas, son muy
inquietos espiritualmente. Un retiro les tocará, les animará a leer, a
investigar, a tomar un café con alguien con fe... En un retiro con más personas siempre encontrará a alguien afín,
a otro artista, por ejemplo, y así podrá hablar de tú a tú con alguien. Yo, en
mi retiro de Emaús, hablando con otros ya me sentí un instrumento que
transmitía algo de Dios", afirma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario