martes, 15 de marzo de 2022

IV. EL MATRIMONIO DE LA VIRGEN MARÍA Y SAN JOSÉ

CONVENIENCIA PARA CRISTO DEL MATRIMONIO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN [1]

En la cuestión siguiente del tratado de la Vida de Cristo, que se encuentra en la Suma teológica, se ocupa del matrimonio de la Virgen María y San José. Recuerda Santo Tomás, en el primer artículo, que en la Escritura se lee: «Estando desposada María, su Madre, con José» [2]. También que se dice: «Fue enviado el ángel Gabriel a María, virgen desposada con un varón llamado José» [3].

Sobre que María fuese una «virgen desposada», comenta Santo Tomás que: «Debemos creer que la Santísima Virgen Madre de Dios, movida por un instinto del Espíritu Santo, con el que estaba familiarizada, quiso desposarse, confiando en que, con la ayuda de Dios, nunca llegaría a la unión carnal. Y eso lo dejó a la voluntad divina». Por consiguiente, al consentir en desposarse: «su virginidad no sufrió detrimento alguno» [4].

Respecto a la conveniencia de este matrimonio, explica Santo Tomás que: «Cristo naciese de una virgen desposada fue conveniente por Él mismo, por su Madre y también por nosotros. Por Él mismo, por cuatro motivos: Primero, para que no fuese despreciado por los infieles como quien ha nacido de modo ilegítimo. De donde dice San Ambrosio: «¿Qué podría achacarse a los judíos, qué a Herodes, si diesen la impresión de haber perseguido a un nacido de adulterio?» (Exp. Lc, II, sobr. 1, 18)».

El segundo: «Para establecer su genealogía por la línea del varón, como era la costumbre. Por lo que escribe San Ambrosio: «El que vino al mundo, conforme a la costumbre del mundo debió ser empadronado. Cuando alguien reivindica la grandeza de su linaje. Sea en el senado o sea en la curia de cualquier ciudad, debe presentar la persona de un varón. También la costumbre de las Escrituras nos instruye en la misma dirección, puesto que siempre buscan el origen del varón» (Expl. Lc, III sobr. 3, 23)».

El tercero motivo fue: «para tutela del Niño nacido, a fin de que el diablo no urdiese con mayor ímpetu daños contra Él. Y por eso dice San Ignacio de Antioquía que la Madre fue desposada «para que su parto quedase oculto al diablo». (Epist. 37, c. 2, Cf. San Jerónimo, Exp. Mt, sobre 1, 18)»

Por último, el cuarto motivo por el que convenía a Cristo tal matrimonio fue: «para que fuese criado por José. Por eso es llamado su padre, porque era su nutricio» [5] quien le procuraba los alimentos y sostenía. Bossuet notaba que: «El Padre eterno no se conforma con haber confiado a José la virginidad de María: Él le prepara algo más elevado y después de haber confiado a su fe esta santa virginidad, que debe dar a Jesucristo al mundo, como queriendo agotar su infinita liberalidad en favor de este patriarca, va a poner en sus manos al mismo Jesucristo, y quiere conservarlo por sus cuidados».

Para mostrar: «la verdad de tan grande misterio y tan glorioso para José», el célebre predicador, expone esta reflexión de San Juan Crisóstomo: «Él subraya en el Evangelio que José aparece allí en todas partes como padre. Él le da el nombre a Jesús, como lo hacían entonces los padres; a él solo el ángel le advierte todos los peligros del Niño; a él le anuncia el tiempo del retorno. Jesús lo respeta y obedece: él dirige toda su conducta como si fuera suyo el principal cuidado, y por todas partes nos lo muestran como padre». La razón, añadía el Padre de la Iglesia: «era una disposición de Dios conceder al gran San José todo lo que puede pertenecer a un padre, sin herir la virginidad, como si dijera: «Te doy todo cuanto es propio del padre, sin violar la dignidad de la virginidad» (Com. S. Mateo, hom. 4, n. 6)» [6].

CONVENIENCIA DEL MATRIMONIO PARA LA VIRGEN MARÍA

Asimismo indica Santo Tomás que el matrimonio con San José fue conveniente también para la Virgen. En primer lugar: «Porque de ese modo quedaba exenta de la pena y, como dice San Jerónimo, “\para que no fuese apedreada por los judíos como adúltera» (Exp. Mt, sobre 1, 18)».

En segundo lugar: «Para que así quedase libre de infamia. De donde dice San Ambrosio: «Fue desposada para evitar la infamia de una virginidad violada, a la que el embarazo acusaba de haber sido violada» (Exp. Lc, II, sobr. 1, 27)»[7]. En el evangelio de San Mateo se dice que la Virgen María: «desposada con José, antes de que viviesen juntos, resultó que había concebido en su seno » [8].

La indicación de que ocurrió antes que los esposos viviesen juntos se explica porque, según las leyes judías del matrimonio, los esponsales, o promesa de matrimonio ante testigos, ya era matrimonio a efectos legales y a los prometidos se les llamaba ya esposos. Al cabo de un tiempo, poco más de un año, se realizaba la conducción de la esposa a casa del marido con todo el festejo, A esto se refería la expresión de San Mateo: «antes de que viviesen juntos» (Mt 1,18). Advierte Santo Tomás que: «por este motivo dice el ángel a José: «No temas recibir a María como esposa» (Mt 1,20), esto es: no temas celebrar solemnemente las bodas» [9].

El tercer y último motivo de conveniencia de este desposorio para la Santísima Virgen fue: «Para que José le prestase sus servicios, como dice San Jerónimo (Exp. Mt sobre 1, 18)».

A San José, nota Bossuet: «Dios ha elegido entre todos los otros, para poner en sus manos su tesoro y hacerlo aquí en la tierra su depositario (…) El primero de todos los depósitos que ha sido confiado a su fe (entiendo el primero en el orden del tiempo) es la santa virginidad de María, que él debe conservar intacta bajo el velo sagrado de su matrimonio, y que él siempre cuidó santamente como un depósito sagrado que no le estaba permitido tocar (…). El segundo es el más augusto, es la persona de Jesucristo, al cual el Padre celestial deja en sus manos, para que sirva de padre a este Santo Niño, que no puede tener uno en la tierra».

Para entender el tercer depósito, advierte que: «es necesario señalar que el secreto es como un depósito. Traicionar el secreto de un amigo es violar la santidad del depósito (…) La razón es evidente, porque el secreto es como un depósito». Así se comprende que: «José es depositario del Padre eterno, porque Él le ha dicho su secreto. ¿Qué secreto? El secreto admirable es la encarnación de su Hijo (…) ésa era la voluntad de Dios, no manifestar a Jesucristo al mundo antes de que llegase la hora; y San José fue escogido no solamente para conservarlo, sino también para ocultarlo» [10].

CONVENIENCIA DEL MATRIMONIO DE SAN JOSÉ Y LA VIRGEN MARÍA PARA LOS HOMBRES

Que María estuviera desposada con San José, fue conveniente por último para nosotros. Santo Tomás aduce cinco motivos; tres que encuentra en San Ambrosio, uno en San Agustín y otro, que es propio. Primero: «Porque mediante este testimonio de José quedó comprobado que Cristo nació de una virgen. Por eso escribe San Ambrosio: «Se presenta un testigo bien seguro del pudor, el marido, que podría dolerse tanto de la injuria como vengar la afrenta, si no fuese conocedor del misterio» (Exp. Lc, II, sobr. 1, 27).

Segundo, porque también: «así se hacen más creíbles las palabras de la Virgen Madre, al afirmar su virginidad. De donde dice San Ambrosio: «Se otorga mayor fe a las palabras de María, y se aleja cualquier causa de mentira. Pues daría la impresión de que una soltera encinta había querido ocultar su culpa con una mentira, mientras que, estando desposada, ya no tiene motivos para mentir, puesto que el parto de las mujeres casadas es el premio del matrimonio y la gracia de las bodas» (Exp. Lc, II, sobr. 1, 27). Y ambas cosas pertenecen a la firmeza de nuestra fe».

El tercer motivo de la conveniencia que la Virgen María estuviese casada fue: «para quitar una excusa a las doncellas que, por falta de cautela, no evitan su infamia. Por eso escribe San Ambrosio: «No convino dejar a las vírgenes que viven en mala opinión esta sombra de excusa: que también la Madre de Dios había sido infamada» (Exp. Lc, II, sobr. 1, 27)», lo que habría ocurrido si no hubiese estado casada.

. El cuarto: «porque en esto está representada toda la Iglesia, que, como dice San Agustín: «siendo virgen, está, sin embargo, desposada con un solo varón, Cristo» (La santa virginidad, c. 12).

Por último, añade Santo Tomás: «Cabe todavía una quinta razón: la Madre de Dios fue desposada y virgen, para que en su persona fuesen honrados tanto la virginidad como el matrimonio, contra los herejes que denigran uno u otro de esos estados» [11].

Advierte también que si el diablo era capaz de saber el parto virginal de la Santísima Virgen, «Dios le impidió conocer el modo del parto divino». Sin embargo, lo desconocieron «más a los príncipes de este mundo. La malicia de los demonios conoce fácilmente también las cosas ocultas, pero los dados a las vanidades del mundo son incapaces de conocer los secretos divinos» [12].

AUTENTICIDAD DEL MATRIMONIO DE LA VIRGEN MARÍA Y SAN JOSÉ

Después de lo explicado se podría preguntar si hubo verdadero matrimonio entre Santa María y San José. Santo Tomás da la respuesta en el siguiente artículo de esta cuestión. Es afirmativa, porque: «se llama verdadero al matrimonio porque ha conseguido su perfección». Para averiguarlo debe tenerse en cuenta que: «la perfección de una cosa es doble. La primera consiste en la misma forma de la cosa de la que obtiene su especie; la segunda, en la operación de esta cosa mediante la cual alcanza de algún modo su fin».

En el caso del matrimonio, por una parte: «la forma del matrimonio consiste en una unión indivisible de las almas, en virtud de la cual cada uno de los cónyuges se compromete a guardar indivisiblemente fidelidad al otro». Por otra: «el fin del matrimonio es la procreación y educación de los hijos».

El primer fin del matrimonio «se logra por medio del acto conyugal». El segundo «mediante las obras del marido y de la mujer con las que se ayudan mutuamente para criar a los hijos».

Debe decirse, por consiguiente, que: «en cuanto a la primera perfección, el matrimonio de la Virgen Madre de Dios con San José fue enteramente verdadero, porque consintieron ambos en la unión conyugal, aunque no expresamente en el acto conyugal, sino a condición de que eso pluguiese a Dios», porque ambos de común acuerdo habían hecho voto de virginidad.

Confirma la autenticidad de este matrimonio el que: «el ángel llama a María esposa de José cuando le dice a éste: «No temas recibir en tu casa a María, tu esposa» (Mt 1, 20). Exponiendo este pasaje, dice San Agustín: «En virtud de la fidelidad inicial de los desposorios llama esposa a la que no había conocido, ni había de conocer, por el acto conyugal» (El matrimonio y la concupiscencia, I, c. 11)» [13].

Sobre el vínculo del matrimonio de San José y la Virgen María, Bossuet, comentaba: «en este contrato sagrado, por el cual se dan uno al otro (…) tenemos que admirar el triunfo de la pureza en la verdad de este matrimonio. Pues María pertenece a José y José a la divina María; tanto que su matrimonio es muy verdadero, porque ellos se dieron el uno al otro. Pero ¿de qué manera se dieron? Pureza, he aquí tu triunfo. Ellos se dan recíprocamente su virginidad, y sobre esta virginidad se ceden un mutuo derecho».

Seguidamente se pregunta sobre este derecho matrimonial «¿Qué derecho? Cuidar cada uno la del otro. Sí, María tiene derecho a cuidar la virginidad de José y José tiene derecho a cuidar la virginidad de María. Ni el uno ni el otro pueden disponer de ella y toda la fidelidad de este matrimonio consiste en preservar la virginidad. He aquí las promesas que los reúnen, he aquí el tratado que los ata. Son d os virginidades que se unen para conservarse eternamente una a la otra» [14].

LA PATERNIDAD DE SAN JOSÉ

Declara Santo Tomas a continuación que también hubo verdadero matrimonio en cuanto a la segunda perfección, la crianza y educación de los hijos. Sin embargo, si se considera que este fin «se logra por el acto del matrimonio, si éste se refiere a la unión carnal mediante la que se engendran los hijos, este matrimonio no fue consumado», lo que no impidió que el matrimonio fuese auténtico.

Añade Santo Tomás que así lo explica san Ambrosio, «al escribir: «No te inquiete el que la Escritura llame a María esposa. La celebración de las bodas no es una declaración de la pérdida de la virginidad, sino un testimonio del matrimonio» (Exp. Lc, II, sobr. 1, 27)». El que no la hubiere, no impidió el matrimonio.

Al igual que tuvo la primera: «este matrimonio tuvo también la segunda perfección en cuanto a la educación de la prole. Por esto dice Agustín: «Todos los bienes de las bodas tuvieron su cumplimiento en los padres de Cristo: la prole, la fidelidad y el sacramento» (El matrimonio y la concupiscencia, I, c. 11)» [15]. En otra obra sobre el matrimonio San Agustín también afirma que: «El bien del matrimonio pivota en estas tres bases, que son igualmente bienes: los hijos, la fidelidad, y el sacramento» [16].

Sobre esta doctrina del triple bien del matrimonio de San Agustín, que asumió Santo Tomás, explica este último que: «la palabra «sacramento» no designa aquí al matrimonio en cuanto tal, sino su inseparabilidad, la cual es signo de la que es el matrimonio». La indivisibilidad o indisolubilidad, del matrimonio se expresa con el término sacramento, para indicar que es un signo de algo sagrado. De manera que «la índole sacramental es cierta cualidad que se añade al matrimonio en sí considerado, en virtud de la cual es también honesto» [17]. Su «sacramentalidad» convierte al matrimonio en un bien honesto.

El matrimonio, por ser algo querido e instituido por Dios al principio de la creación del hombre con las propiedades esenciales de la unidad y de la indisolubilidad,

Puede, por tanto, denominarse «sacramento» o sagrado. Al recibirse el sacramento del matrimonio, instituido por Cristo, se recibe una especial elevación por la gracia y asistencia permanente para el cumplimiento de sus fines.

El texto de San Agustín, que cita Santo Tomás y con el que termina su argumentación, continúa con esta conclusión: »Reconocemos la prole en el mismo Señor Jesús; la fidelidad, en que no hubo adulterio alguno; el sacramento, porque tampoco se dio divorcio de ninguna clase. Sólo estuvo ausente el acto conyugal» (El matrimonio y la concupiscencia, I, c. 11)» 18].

Sobre la paternidad de San José en su matrimonio con la Virgen Santísima, notaba Bossuet que parece que: «la virginidad es la que impide la paternidad de José. Pero ¿puede impedirla hasta el punto de que José ya no participe de ella y no tenga ningún atributo de padre? De ninguna manera, dice San Juan Crisóstomo (cf. In Mt, hom. 4, n. 6), porque la santa virginidad se opone solamente a las cualidades que la dañan; y ¿quién no sabe que en el nombre de padre hay muchas, que no ofenden el pudor, a las que puede invocar por suyas? Esos cuidados, esa ternura, ese cariño, ¿dañan a la virginidad? Véase, pues, el secreto de Dios y el arreglo que inventa en este diferendo memorable entre la paternidad de José y la pureza virginal. Participa de la paternidad y quiere que la virginidad participe» [19].

En consecuencia: «María no concebirá de José, porque dañaría a la virginidad; pero José compartirá con María esas preocupaciones, esas vigilias, esas inquietudes, con las que educará a este divino Niño; y experimentará por Jesús esa inclinación natural, todas esas dulces emociones, todas esas tiernas solicitudes de un corazón paterno» . Si no es por la naturaleza, podríamos preguntarnos: «¿cómo tendrá un amor de padre? Es aquí donde debemos comprender que el poder divino actúa en esta obra. Es por un efecto de este poder que San José tiene un corazón de padre; y si la naturaleza no se lo da, Dios le hace uno con su propia mano. Porque de Él está escrito, que dirige las inclinaciones a donde le place» [20].

 Eudaldo Forment

 [1] La imagen es de la pintura «Los Desposorios de la Virgen» (1660) de Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682).

[2] Mt 1,18.

[3] Lc 1,26-27

[4] Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, III, q. 29, a. 1, ad 1.

[5] Ibíd., III, , q. 29, a. 1, in c.

[6] Jacobo Benigno Bossuet, Sermón sobre San José, «Guarda el depósito»,  en Oeuvres de Bossuet, Versalles, J.A. Lebel,  1819, vol. XVI, pp. 80-115, p.

[7] Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, III, q. 29, a. 1, in c..

[8] Mt 1, 18.

[9] Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, III, q. 29, a. 2, ad 3.

[10] Jacques-Benigne Bossuet, Panégirique de Saint Joseph, (Depositum custodi), op. cit,, pp. 84-85.

 [11] Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, III, q. 29, a. 1, in c..

[12] Ibíd., III, q. 29, a. 1, ad 3.

[13] Ibíd., III, q. 29, a. 2, in c.

[14] Jacques-Benigne Bossuet, Panégirique de Saint Joseph, (Depositum custodi), op. cit., pp. 91-92.

 [15] Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, III, q. 29, a. 2, in c.

[16] San Agustín: La bondad del matrimonio , c. 34, 32.

[17] Santo Tomás de Aquino, Suma teológica,  Supl., q. 49, a. 2, ad 7.

[18] Ibíd., III, q. 29, a. 2, in c.

[19] Jacques-Benigne Bossuet, Panégirique de Saint Joseph, (Depositum custodi), op. cit., p. 100.

[20] Ibíd., p. 101.

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