CONVENIENCIA PARA CRISTO DEL MATRIMONIO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN [1]
En la cuestión siguiente del
tratado de la Vida de Cristo, que se encuentra en la Suma teológica, se
ocupa del matrimonio de la Virgen María y San José. Recuerda Santo Tomás, en el
primer artículo, que en la Escritura se lee: «Estando
desposada María, su Madre, con José» [2].
También que se dice: «Fue enviado el ángel Gabriel
a María, virgen desposada con un varón llamado José» [3].
Sobre que María fuese una
«virgen desposada», comenta Santo Tomás que: «Debemos
creer que la Santísima Virgen Madre de Dios, movida por un instinto del
Espíritu Santo, con el que estaba familiarizada, quiso desposarse, confiando en
que, con la ayuda de Dios, nunca llegaría a la unión carnal. Y eso lo dejó a la
voluntad divina». Por consiguiente, al consentir en desposarse: «su virginidad no sufrió detrimento alguno» [4].
Respecto a la conveniencia de
este matrimonio, explica Santo Tomás que: «Cristo
naciese de una virgen desposada fue conveniente por Él mismo, por su Madre y
también por nosotros. Por Él mismo, por cuatro motivos: Primero, para que no
fuese despreciado por los infieles como quien ha nacido de modo ilegítimo. De
donde dice San Ambrosio: «¿Qué podría achacarse a los judíos, qué a Herodes, si
diesen la impresión de haber perseguido a un nacido de adulterio?» (Exp.
Lc, II, sobr. 1, 18)».
El segundo: «Para establecer su genealogía
por la línea del varón, como era la costumbre. Por lo que escribe San Ambrosio:
«El que vino al mundo, conforme a la costumbre del
mundo debió ser empadronado. Cuando alguien reivindica la grandeza de su
linaje. Sea en el senado o sea en la curia de cualquier ciudad, debe presentar
la persona de un varón. También la costumbre de las Escrituras nos instruye en
la misma dirección, puesto que siempre buscan el origen del varón» (Expl.
Lc, III sobr. 3, 23)».
El tercero motivo fue: «para tutela del Niño nacido, a fin de que el diablo no
urdiese con mayor ímpetu daños contra Él. Y por eso dice San Ignacio de
Antioquía que la Madre fue desposada «para que su parto quedase oculto al
diablo». (Epist. 37, c. 2, Cf. San Jerónimo, Exp. Mt,
sobre 1, 18)»
Por último, el cuarto motivo
por el que convenía a Cristo tal matrimonio fue: «para
que fuese criado por José. Por eso es llamado su padre, porque era su nutricio» [5]
quien le procuraba los alimentos y sostenía. Bossuet notaba que: «El Padre eterno no se conforma con haber confiado a José
la virginidad de María: Él le prepara algo más elevado y después de haber
confiado a su fe esta santa virginidad, que debe dar a Jesucristo al mundo,
como queriendo agotar su infinita liberalidad en favor de este patriarca, va a
poner en sus manos al mismo Jesucristo, y quiere conservarlo por sus cuidados».
Para mostrar: «la verdad de tan grande misterio y tan glorioso para
José», el célebre predicador, expone esta reflexión de San Juan
Crisóstomo: «Él subraya en el Evangelio que José
aparece allí en todas partes como padre. Él le da el nombre a Jesús, como lo
hacían entonces los padres; a él solo el ángel le advierte todos los peligros
del Niño; a él le anuncia el tiempo del retorno. Jesús lo respeta y obedece: él
dirige toda su conducta como si fuera suyo el principal cuidado, y por todas
partes nos lo muestran como padre». La razón, añadía el Padre de la
Iglesia: «era una disposición de Dios conceder al
gran San José todo lo que puede pertenecer a un padre, sin herir la virginidad,
como si dijera: «Te doy todo cuanto es propio del padre, sin violar la dignidad
de la virginidad» (Com. S. Mateo, hom. 4, n. 6)»
[6].
CONVENIENCIA DEL
MATRIMONIO PARA LA VIRGEN MARÍA
Asimismo indica Santo Tomás
que el matrimonio con San José fue conveniente también para la Virgen. En
primer lugar: «Porque de ese modo quedaba exenta de
la pena y, como dice San Jerónimo, “\para que no fuese apedreada por los judíos
como adúltera» (Exp. Mt, sobre 1, 18)».
En segundo lugar: «Para que así
quedase libre de infamia. De donde dice San Ambrosio: «Fue desposada para
evitar la infamia de una virginidad violada, a la que el embarazo acusaba de
haber sido violada» (Exp. Lc, II, sobr. 1, 27)»[7].
En el evangelio de San Mateo se dice que la Virgen María: «desposada con José, antes de que viviesen juntos,
resultó que había concebido en su seno » [8].
La indicación de que ocurrió
antes que los esposos viviesen juntos se explica porque, según las leyes judías
del matrimonio, los esponsales, o promesa de matrimonio ante testigos, ya era
matrimonio a efectos legales y a los prometidos se les llamaba ya esposos. Al
cabo de un tiempo, poco más de un año, se realizaba la conducción de la esposa
a casa del marido con todo el festejo, A esto se refería la expresión de San
Mateo: «antes de que viviesen juntos» (Mt
1,18). Advierte Santo Tomás que: «por este motivo
dice el ángel a José: «No temas recibir a María como esposa» (Mt 1,20), esto
es: no temas celebrar solemnemente las bodas» [9].
El tercer y último motivo de
conveniencia de este desposorio para la Santísima Virgen fue: «Para que José le
prestase sus servicios, como dice San Jerónimo (Exp. Mt sobre 1, 18)».
A San José, nota
Bossuet: «Dios
ha elegido entre todos los otros, para poner en sus manos su tesoro y hacerlo
aquí en la tierra su depositario (…) El primero de todos los depósitos que ha sido confiado a su fe
(entiendo el primero en el orden del tiempo) es la santa virginidad de María,
que él debe conservar intacta bajo el velo sagrado de su matrimonio, y que él
siempre cuidó santamente como un depósito sagrado que no le estaba permitido
tocar (…). El segundo es el más augusto, es la persona de Jesucristo, al
cual el Padre celestial deja en sus manos, para que sirva de padre a este Santo
Niño, que no puede tener uno en la tierra».
Para entender el tercer depósito, advierte que: «es necesario señalar que el secreto es como un depósito.
Traicionar el secreto de un amigo es violar la santidad del depósito (…) La
razón es evidente, porque el secreto es como un depósito». Así se
comprende que: «José es depositario del Padre
eterno, porque Él le ha dicho su secreto. ¿Qué secreto? El secreto admirable es
la encarnación de su Hijo (…) ésa era la voluntad de Dios, no manifestar a
Jesucristo al mundo antes de que llegase la hora; y San José fue escogido no
solamente para conservarlo, sino también para ocultarlo» [10].
CONVENIENCIA DEL
MATRIMONIO DE SAN JOSÉ Y LA VIRGEN MARÍA PARA LOS HOMBRES
Que María estuviera desposada
con San José, fue conveniente por último para nosotros. Santo Tomás aduce cinco
motivos; tres que encuentra en San Ambrosio, uno en San Agustín y otro, que es
propio. Primero: «Porque
mediante este testimonio de José quedó comprobado que Cristo nació de una
virgen. Por eso escribe San Ambrosio: «Se presenta un testigo bien seguro del
pudor, el marido, que podría dolerse tanto de la injuria como vengar la
afrenta, si no fuese conocedor del misterio» (Exp. Lc, II, sobr.
1, 27).
Segundo, porque también: «así se hacen más creíbles las palabras de la Virgen
Madre, al afirmar su virginidad. De donde dice San Ambrosio: «Se otorga mayor
fe a las palabras de María, y se aleja cualquier causa de mentira. Pues daría
la impresión de que una soltera encinta había querido ocultar su culpa con una
mentira, mientras que, estando desposada, ya no tiene motivos para mentir,
puesto que el parto de las mujeres casadas es el premio del matrimonio y la
gracia de las bodas» (Exp. Lc, II, sobr. 1, 27). Y ambas cosas
pertenecen a la firmeza de nuestra fe».
El tercer
motivo de la conveniencia que la Virgen María estuviese casada fue: «para quitar una excusa a las doncellas que, por falta de
cautela, no evitan su infamia. Por eso escribe San Ambrosio: «No convino dejar
a las vírgenes que viven en mala opinión esta sombra de excusa: que también la
Madre de Dios había sido infamada» (Exp. Lc, II, sobr. 1, 27)», lo que habría ocurrido si no hubiese estado
casada.
. El cuarto:
«porque en esto está representada toda la Iglesia, que, como dice San Agustín: «siendo virgen, está, sin embargo, desposada con un solo
varón, Cristo» (La santa virginidad, c. 12).
Por último,
añade Santo Tomás: «Cabe todavía una quinta razón:
la Madre de Dios fue desposada y virgen, para que en su persona fuesen honrados
tanto la virginidad como el matrimonio, contra los herejes que denigran uno u
otro de esos estados» [11].
Advierte también que si el
diablo era capaz de saber el parto virginal de la Santísima Virgen, «Dios le impidió conocer el modo del parto divino». Sin
embargo, lo desconocieron «más a los príncipes de
este mundo. La malicia de los demonios conoce fácilmente también las cosas
ocultas, pero los dados a las vanidades del mundo son incapaces de conocer los
secretos divinos» [12].
AUTENTICIDAD DEL
MATRIMONIO DE LA VIRGEN MARÍA Y SAN JOSÉ
Después de lo explicado se
podría preguntar si hubo verdadero matrimonio entre Santa María y San José.
Santo Tomás da la respuesta en el siguiente artículo de esta cuestión. Es
afirmativa, porque: «se llama verdadero al
matrimonio porque ha conseguido su perfección». Para averiguarlo debe
tenerse en cuenta que: «la perfección de una cosa es doble. La primera consiste en la misma forma de la cosa de la
que obtiene su especie; la segunda, en la
operación de esta cosa mediante la cual alcanza de algún modo su fin».
En el caso del matrimonio, por
una parte: «la forma del matrimonio consiste en una
unión indivisible de las almas, en virtud de la cual cada uno de los cónyuges
se compromete a guardar indivisiblemente fidelidad al otro». Por otra: «el fin del matrimonio
es la procreación y educación de los hijos».
El primer
fin del matrimonio «se logra por medio del acto
conyugal». El segundo «mediante las obras del marido y de la mujer con las que
se ayudan mutuamente para criar a los hijos».
Debe decirse, por consiguiente,
que: «en cuanto a la primera perfección, el
matrimonio de la Virgen Madre de Dios con San José fue enteramente verdadero,
porque consintieron ambos en la unión conyugal, aunque no expresamente en el
acto conyugal, sino a condición de que eso pluguiese a Dios», porque
ambos de común acuerdo habían hecho voto de virginidad.
Confirma la autenticidad de
este matrimonio el que: «el ángel llama a María
esposa de José cuando le dice a éste: «No temas recibir en tu casa a María, tu
esposa» (Mt 1, 20). Exponiendo este pasaje, dice San Agustín: «En virtud de la fidelidad inicial de los desposorios
llama esposa a la que no había conocido, ni había de conocer, por el acto
conyugal» (El matrimonio y la
concupiscencia, I, c. 11)» [13].
Sobre el vínculo del
matrimonio de San José y la Virgen María, Bossuet, comentaba: «en este contrato sagrado, por el cual se dan uno al otro
(…) tenemos que admirar el triunfo de la pureza en la verdad de este
matrimonio. Pues María pertenece a José y José a la divina María; tanto que su
matrimonio es muy verdadero, porque ellos se dieron el uno al otro. Pero ¿de
qué manera se dieron? Pureza, he aquí tu triunfo. Ellos se dan recíprocamente
su virginidad, y sobre esta virginidad se ceden un mutuo derecho».
Seguidamente se pregunta sobre
este derecho matrimonial «¿Qué derecho? Cuidar cada
uno la del otro. Sí, María tiene derecho a cuidar la virginidad de José y José tiene
derecho a cuidar la virginidad de María. Ni el uno ni el otro pueden disponer
de ella y toda la fidelidad de este matrimonio consiste en preservar la
virginidad. He aquí las promesas que los reúnen, he aquí el tratado que los
ata. Son d os virginidades que se unen para conservarse eternamente una a la
otra» [14].
LA PATERNIDAD DE SAN
JOSÉ
Declara Santo Tomas a
continuación que también hubo verdadero matrimonio en cuanto a la segunda
perfección, la crianza y educación de los hijos. Sin embargo, si se considera
que este fin «se logra por el acto del matrimonio,
si éste se refiere a la unión carnal mediante la que se engendran los hijos,
este matrimonio no fue consumado», lo que no impidió que el matrimonio
fuese auténtico.
Añade Santo Tomás que así lo
explica san Ambrosio, «al escribir: «No te inquiete
el que la Escritura llame a María esposa. La celebración de las bodas no es una
declaración de la pérdida de la virginidad, sino un testimonio del matrimonio» (Exp.
Lc, II, sobr. 1, 27)». El que no la
hubiere, no impidió el matrimonio.
Al igual que tuvo la primera: «este matrimonio tuvo también la segunda perfección en
cuanto a la educación de la prole. Por esto dice Agustín: «Todos los bienes de las bodas tuvieron su cumplimiento
en los padres de Cristo: la prole, la fidelidad y el sacramento» (El matrimonio y la concupiscencia, I, c. 11)» [15].
En otra obra sobre el matrimonio San Agustín también afirma que: «El bien del matrimonio pivota en estas tres bases, que
son igualmente bienes: los hijos, la fidelidad, y el sacramento» [16].
Sobre esta doctrina del triple
bien del matrimonio de San Agustín, que asumió Santo Tomás, explica este último
que: «la palabra «sacramento» no designa aquí al
matrimonio en cuanto tal, sino su inseparabilidad, la cual es signo de la que
es el matrimonio». La indivisibilidad o indisolubilidad, del matrimonio
se expresa con el término sacramento, para indicar que es un signo de algo
sagrado. De manera que «la índole sacramental es
cierta cualidad que se añade al matrimonio en sí considerado, en virtud de la
cual es también honesto» [17].
Su «sacramentalidad» convierte al matrimonio
en un bien honesto.
El matrimonio, por ser algo
querido e instituido por Dios al principio de la creación del hombre con las
propiedades esenciales de la unidad y de la indisolubilidad,
Puede, por tanto, denominarse «sacramento» o sagrado. Al recibirse el sacramento
del matrimonio, instituido por Cristo, se recibe una especial elevación por la
gracia y asistencia permanente para el cumplimiento de sus fines.
El texto de San Agustín, que
cita Santo Tomás y con el que termina su argumentación, continúa con esta
conclusión: »Reconocemos la prole en el mismo Señor
Jesús; la fidelidad, en que no hubo adulterio alguno; el sacramento, porque
tampoco se dio divorcio de ninguna clase. Sólo estuvo ausente el acto conyugal»
(El matrimonio y la concupiscencia, I, c. 11)» 18].
Sobre la paternidad de San
José en su matrimonio con la Virgen Santísima, notaba Bossuet que parece que: «la virginidad es la que impide la paternidad de José.
Pero ¿puede impedirla hasta el punto de que José ya no participe de ella y no
tenga ningún atributo de padre? De ninguna manera, dice San Juan Crisóstomo (cf.
In Mt, hom. 4, n. 6), porque la santa virginidad se opone solamente a las
cualidades que la dañan; y ¿quién no sabe que en el nombre de padre hay muchas,
que no ofenden el pudor, a las que puede invocar por suyas? Esos cuidados, esa
ternura, ese cariño, ¿dañan a la virginidad? Véase, pues, el secreto de Dios y
el arreglo que inventa en este diferendo memorable entre la paternidad de José
y la pureza virginal. Participa de la paternidad y quiere que la virginidad
participe» [19].
En consecuencia: «María no concebirá de José, porque dañaría a la
virginidad; pero José compartirá con María esas preocupaciones, esas vigilias,
esas inquietudes, con las que educará a este divino Niño; y experimentará por
Jesús esa inclinación natural, todas esas dulces emociones, todas esas tiernas
solicitudes de un corazón paterno» . Si no es por la naturaleza,
podríamos preguntarnos: «¿cómo tendrá un amor de
padre? Es aquí donde debemos comprender que el poder divino actúa en esta obra.
Es por un efecto de este poder que San José tiene un corazón de padre; y si la
naturaleza no se lo da, Dios le hace uno con su propia mano. Porque de Él está
escrito, que dirige las inclinaciones a donde le place» [20].
Eudaldo Forment
[1]
La imagen es de la pintura «Los Desposorios de la Virgen» (1660) de Bartolomé
Esteban Murillo (1617-1682).
[2] Mt 1,18.
[3] Lc 1,26-27
[4] Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, III,
q. 29, a. 1, ad 1.
[5] Ibíd., III, , q. 29, a. 1, in c.
[6] Jacobo Benigno Bossuet, Sermón sobre San José,
«Guarda el depósito», en Oeuvres de Bossuet, Versalles,
J.A. Lebel, 1819, vol. XVI, pp. 80-115, p.
[7] Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, III,
q. 29, a. 1, in c..
[8] Mt 1, 18.
[9] Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, III,
q. 29, a. 2, ad 3.
[10]
Jacques-Benigne Bossuet, Panégirique de Saint Joseph, (Depositum
custodi), op. cit,, pp. 84-85.
[11] Santo Tomás de
Aquino, Suma teológica, III, q. 29, a. 1, in c..
[12] Ibíd., III,
q. 29, a. 1, ad 3.
[13] Ibíd., III,
q. 29, a. 2, in c.
[14]
Jacques-Benigne Bossuet, Panégirique de Saint Joseph, (Depositum
custodi), op. cit., pp. 91-92.
[15] Santo Tomás de
Aquino, Suma teológica, III, q. 29, a. 2, in c.
[16] San Agustín: La
bondad del matrimonio , c. 34, 32.
[17] Santo Tomás de
Aquino, Suma teológica, Supl., q. 49, a. 2, ad 7.
[18] Ibíd., III,
q. 29, a. 2, in c.
[19]
Jacques-Benigne Bossuet, Panégirique de Saint Joseph, (Depositum
custodi), op. cit., p. 100.
[20] Ibíd., p. 101.
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