¿Qué dice la Iglesia Católica con respecto a María Corredentora?
Por: Rev. Mons.
Arthur Burton Calkins | Fuente: Catholic.net
El padre Calkins es funcionario de la Comisión
Pontificia "Ecclesia Dei" en Roma,
miembro concurrente de la Academia Mariana Internacional Pontificia, y miembro
correspondiente de la Academia Teológica Romana Pontificia.
I.
INTRODUCCIÓN
A lo largo de casi doscientos años, el magisterio papal ha ido proporcionado
indicios cada vez más claros acerca de la íntima colaboración que desempeñó
nuestra Señora en la obra de nuestra redención. En un ensayo que escribí con
anterioridad, subrayé algunas de las contribuciones más importantes de nuestro
actual Santo Padre a este respecto. ante
su discurso en la audiencia general del 25 de octubre de 1995, aportó un
sobresaliente preámbulo sobre el desarrollo de este importante punto de la
doctrina. A grandes rasgos, se delinea el desarrollo histórico que ha tenido
esta doctrina, de una manera sucinta extraordinaria: Al decir que "la
Virgen María... es reconocida y venerada como verdadera Madre de Dios y del
Redentor" (Lumen gentium, n. 53), el concilio destaca el vínculo
existente entre la maternidad de María y la redención.
Después de haber tomado conciencia de la función
maternal de María, a quien se había venerado en la doctrina y culto de los
primeros siglos como la Madre virginal de Jesucristo y por lo tanto, como Madre
de Dios, en la Edad Media la piedad de la Iglesia y la reflexión teológica,
hicieron ver la cooperación que ella tuvo en la obra del Salvador.
Este retraso se explica por el hecho de que
todos los esfuerzos de los padres de la Iglesia y de los primeros concilios
ecuménicos, estaban enfocados a la identidad de Cristo, dejando necesariamente
de lado otros aspectos del dogma. La revelación de la verdad, en toda su
riqueza, se iría descubriendo sólo de manera gradual. A lo largo de los siglos,
la mariología estaría siempre dirigida por la cristología. La divina maternidad
de María se proclamó en el concilio de Efeso, principalmente para afirmar que
la persona de Cristo era única. De igual manera, hubo también un entendimiento
más profundo de la presencia de María en la historia de la salvación.
A finales del siglo II, San Ireneo, discípulo de
Policarpo, ya había señalado la contribución de María en la obra de salvación.
Este Santo había entendido el valor que tenía el consentimiento de María al
momento de la anunciación, reconociendo en la obediencia a, y fe en, el mensaje
del ángel de la Virgen de Nazaret, la perfecta antítesis de la desobediencia e
incredulidad de Eva, lo cual tuvo un efecto benéfico para el destino de la
humanidad. De hecho, así como Eva causó la muerte, María con su "sí," se convirtió "en causa de salvación" para sí misma y
para toda la humanidad (cf. Adv. Haer., III, 22, 4; SC 211, 441). Pero esta
afirmación no tuvo un desarrollo consistente y sistemático por parte de los
demás padres de la Iglesia.
En cambio, esta doctrina se elaboró
sistemáticamente por primera vez a finales del siglo X, en la Vida de María
escrita por un monje bizantino, Juan el Geómetra. Aquí se describe a María como
unida a Cristo en la totalidad de la obra de redención, participando, según el
designio de Dios, de la cruz y el sufrimiento por nuestra salvación. Ella
permaneció unida al Hijo "en cada acto,
actitud y deseo" (cf. Life of Mary, Bol. 196, f. 123 v.)
En Occidente, San Bernardo, fallecido en 1153,
dirigiéndose a María, comenta la presentación de Jesús en el templo: "Ofrece a tu hijo, Virgen sacrosanta, y presenta el
fruto de tu vientre al Señor. Para nuestra reconciliación con todo, ofrece la
Víctima celestial agradable a Dios" (Serm. 3 en Purif., 2: PL 183,
370).
Arnoldo de Chartres, discípulo y amigo de San Bernardo, iluminó particularmente el ofrecimiento de María en el sacrificio del calvario, al distinguir en la cruz "dos altares: uno en el corazón de María, el otro en el cuerpo de Cristo. Cristo sacrificó su carne, María su alma." María se sacrificó espiritualmente en profunda comunión con Cristo, implorando la salvación del mundo: "Lo que pide la Madre, el Hijo lo aprueba y el Padre lo concede" (cf. De septem verbis Domini in cruce, 3: PL 189, 1694).
Desde ese momento, otros autores han explicado la doctrina de la especial
cooperación de María en el sacrificio redentor.
En virtud de que el Santo Padre ya ha delineado
los puntos más importantes de este tema en su desarrollo teológico, yo
intentaré señalar los sucesos más importantes que ha habido en el magisterio
papal relacionados con este tema. El enfoque específico que el magisterio papal
ha dado a la colaboración de María en la obra de redención es relativamente
reciente, ya que el camino que ha seguido el desarrollo teológico ha sido
lento. Sólo después de haber meditado largamente este misterio, como lo
hiciera la propia María, es que la Iglesia comienza a enseñarlo de una
manera más solemne.
A. PERÍODO
MODERNO: 1740 AL PRESENTE
No cabe duda que sería muy aleccionador e interesante investigar los primeros
bosquejos que existen tocantes a la doctrina de la mediación mariana en la
enseñanza de los papas de los primeros periodos de la vida de la Iglesia, pero
debemos dejar esto a otros investigadores. Según un convencionalismo
ampliamente aceptado, la codificación del magisterio papal del periodo moderno
comienza con el pontificado de Benedicto XIV (1740-1758) , en tanto que con el
pontificado del Beato Pío IX (1846-1878), la doctrina mariana empieza a
concentrarse y consolidarse de manera más notable. Precisamente es este periodo
moderno del magisterio papal el que se intenta estudiar en este documento.
B. ÍNTIMA
CONEXIÓN ENTRE CORREDENCIÓN Y MEDIACIÓN
Finalmente, debemos aclarar otro punto antes de empezar a analizar los textos
mismos de los papas. Desde por lo menos principios del siglo veinte, los
autores han manejado de manera consistente y conjuntamente la corredención y
mediación marianas, generalmente con el título de "mediación."
Por ejemplo, el padre Gabriele M. Roschini, O.S.M., fundador de la
facultad teológica romana especializada en estudios mariológicos, Marianum,
expresó que algunos mariólogos restringen el título de "Mediadora"
a la segunda fase de la mediación (a la cooperación de María en la
distribución de la gracia), reservando el título de "Corredentora"
a la primera fase, pero incluso esta primer fase, afirma el padre, es
una mediación verdadera y apropiada, ya que es una participación en la obra
Mediadora de Cristo. Esto se sigue lógicamente del hecho de que ambas
fases podrían ser vistas como subdivisiones de la amplia categoría que tiene la
"mediación mariana," o de lo que
consistentemente describiera el difunto padre Giuseppe Besutti, en su
Bibliografía Mariana desde 1968, como "María
en la historia de la salvación (historia salutis)." Estas dos
fases de la redención se diferencian frecuentemente como "objetiva" y "subjetiva,"
así como por otras distinciones. De hecho, muchos de los documentos
pontificios que examinaremos en este documento, enseñan claramente que la
cooperación de nuestra Señora en la distribución de la gracia, fluye
directamente de su función corredentora.
Por esta razón, veremos que no pocos de los
textos papales que citamos y que apoyan la corredención mariana, justamente
también se citan para apoyar la función de María en la distribución de las
gracias de la redención.
II. UN
ASUNTO DE TERMINOLOGÍA.
Normalmente y en el idioma inglés, el término Corredentora requiere de alguna
explicación inicial, porque con frecuencia el prefijo "co" suscita de
inmediato visiones de completa igualdad. Por ejemplo, un co-firmante de un cheque
o un co-propietario de una casa, es considerado co-igual con el otro firmante o
propietario. Por lo tanto, muchos temen que al describir a nuestra Señora como
Corredentora, este término la ponga al mismo nivel que su divino Hijo,
implicando que ella es "Redentora" al
igual que Él, reduciendo de esta forma a que Jesús "sea la mitad de un equipo de redentores." Sin
embargo en latín, del que se deriva el término Corredentora, siempre significa
que la cooperación o colaboración de María en la redención es secundaria,
subordinada, dependiente de la de Cristo -y sin embargo por todo eso- algo que
Dios "quiso aceptar voluntariamente... constituyendo una parte innecesaria, pero al mismo tiempo maravillosamente
agradable, del único gran precio" que pagó su Hijo por la
redención del mundo.
Mark Miravalle lo expresa así: el prefijo "co" no significa igual, sino
que viene de la palabra latina, "cum"
que significa "con."
El título Corredentora que se aplica a la Madre
de Jesús, jamás pondrá a María a un nivel de igualdad con Jesucristo, el divino
Señor de todo lo que existe, en el proceso salvífico de la redención humana.
Más bien, denota una singular y única participación con su Hijo en la obra
salvífica de la redención de la familia humana. La Madre de Jesús participa en
la obra redentora de su Hijo Salvador, quien de manera única y en su gloriosa
divinidad y humanidad, reconcilió a la humanidad con el Padre.
En tanto que se podría argumentar sobre el uso
del término Corredentora , en virtud de la posible confusión que podría traer
como resultado, y en cambio proponer el término predilecto de Pío XII, alma
socia Christi (amada asociada de Cristo), igualmente se podría argumentar que
no existe ninguna otra palabra que realce la participación de la Madre de Dios en
nuestra redención, de manera tan definida y contundente. Es más, ha sido
santificada por su uso, especialmente cuando lo ha utilizado el magisterio
tanto en el pasado como al presente, como veremos más adelante.
A.
PRIMEROS USOS EN EL MAGISTERIO
La palabra "Corredentora" hace su
primera aparición a nivel magisterial mediante pronunciamientos oficiales de
las congregaciones romanas durante el reinado del Papa San Pío X (1903-1914), y
luego pasa a formar parte del vocabulario papal.
1.
El término aparece por vez primera en el Acta Apostolicae
Sedis, como respuesta a una petición hecha por el padre Giuseppe M. Lucchesi,
Superior General de los Servitas (1907-1913), en la que solicitaba la elevación
del rango de la fiesta de los Siete Dolores de nuestra Señora, a una doble de
segunda clase para toda la Iglesia. Al acceder a la petición, La Sagrada
Congregación de los Ritos expresó el deseo de que con ello "se incremente el culto a la Madre Dolorosa, y se
intensifique la piedad y agradecimiento de los fieles hacia la misericordiosa
Corredentora de la raza humana." 18
2. Cinco años más
tarde, la Sagrada Congregación del Santo Oficio, en un decreto firmado por el
cardenal Mariano Rampolla, expresó su satisfacción con la práctica de añadir,
al nombre de Jesús, el de María, en el saludo "Alabados
sean Jesús y María," a lo que uno responde "Ahora
y por siempre":
Hay cristianos que tienen tan tierna devoción hacia la que es la más bendita de
entre las vírgenes, que no pueden mencionar el nombre de Jesús, sin que vaya acompañado
del nombre glorioso de la Madre, nuestra Corredentora, la Bendita Virgen María.
19
3.
Escasos seis meses después de esta declaración, el 22 de enero de 1914, la
misma Congregación otorgó una indulgencia parcial de 100 días al que recitara
una oración de reparación a nuestra Señora, comenzando con las palabras en
italiano Vergine bendetta.
A continuación se transcribe la parte de la
oración que sustenta nuestro argumento:
Oh Virgen bendita, Madre de Dios, desde Vuestro
trono celestial donde reináis, dirigid Vuestra mirada misericordiosa sobre mí,
miserable pecador, indigno servidor Vuestro. Aunque bien sé mi propia
indignidad, deseo reparar por las ofensas cometidas contra Vos por lenguas
impías y blasfemas, y desde lo más profundo de mi corazón, Os alabo y exalto
como a la creatura más pura, más perfecta, más santa, de entre todas las obras
de las manos de Dios. Bendigo Vuestro santo Nombre, Os alabo por el exaltado
privilegio de ser verdaderamente la Madre de Dios, siempre Virgen, concebida
sin mancha de pecado, Corredentora de la raza humana.
Monseñor Brunero Gherardini, en base a estas dos
últimas instancias, comenta que
La autoridad que tiene ese dicasterio (la Sagrada Congregación del Santo
Oficio), ahora designada ´para la Doctrina de la Fe´, llega al punto de poder
otorgar a sus intervenciones, un cierto carácter definitivo en el pensamiento
Católico.
4.
La primera vez que un papa usó el término, ocurrió durante
una alocución que el papa Pío XI (1922-1939) dirigió a los peregrinos de
Vicenza el 30 de noviembre de 1933:
Por la naturaleza de su obra, el Redentor debía
asociar a su Madre con su obra. Por esta razón, Nosotros la invocamos
bajo el título de Corredentora. Ella nos dio al Salvador, lo acompañó en la
obra de redención hasta la cruz, compartiendo con Él los sufrimientos, la
agonía y la muerte, con los que Jesús dio cumplimiento cabal a la redención
humana.
5. El 23 de marzo de 1934, día de la conmemoración
Cuaresmal de nuestra Señora de los Dolores, Pío XI recibió a dos grupos de
peregrinos españoles, uno de ellos compuesto por miembros de congregaciones
marianas de Cataluña. L´Osservatore Romano no publicó el texto del discurso del
Papa, sino que reportó las observaciones principales dirigidas a estos grupos.
Comentó, al notar con gran alegría que los peregrinos portaban banderas
marianas, que ellos habían ido a Roma a celebrar con el Vicario de Cristo
no solamente el decimonoveno aniversario de la divina
redención, sino también el decimonoveno centenario de María, el centenario de
su Corredención, de su maternidad universal.
Continuó diciendo, refiriéndose en especial a
los jóvenes, que debían:
imitar el pensamiento y deseos de María Santísima,
nuestra Madre y nuestra Corredentora: también ellos deben hacer un gran
esfuerzo para ser corredentores y apóstoles, siguiendo el espíritu de la acción
católica, que es precisamente la cooperación del laicado en el apostolado
jerárquico de la Iglesia.
6.
Finalmente, el papa Pío XI se refirió a nuestra Señora como
Corredentora, el 28 de abril de 1935 durante un mensaje de radio con motivo de
la clausura del Año Santo en Lourdes: Madre, la más fiel y misericordiosa, Vos, que como
Corredentora y socia de los dolores de Vuestro querido Hijo, lo asististeis
cuando ofrecía el sacrificio de nuestra redención en el altar de la cruz...
conservad en nosotros e incrementad día con día, os lo suplicamos, los frutos
preciosos de nuestra redención y Vuestra compasión.
En virtud del uso que se le confería al término
Corredentora en los documentos magisteriales y en discursos del Supremo
Pontífice, el Canónigo René Laurentin escribió al respecto en 1951:
Utilizado o protegido por
dos papas, aún en el ejercicio más humilde de su magisterio supremo, el término
en lo sucesivo, requiere de nuestro respeto. Sería gravemente temerario, por decir lo menos, atacar su
legitimidad.
A partir de esa declaración un tanto matizada,
el conocido erudito francés hace tiempo ya que alteró su posición, diciendo
que: El título
de "Corredentora" que se acuñó para ella [María] y que le ha sido
ampliamente atribuido por mariólogos, aunque no lo retienen el magisterio papal
o el Vaticano II, le quedaría bien al Espíritu Santo, en el sentido más
fundamental y estricto del término.
Sin embargo, creemos que la defensa de la
legitimidad del término que había hecho con anterioridad, podría mantenerse por
sí sola. Nos daremos cuenta en lo sucesivo, que el término ha sido retenido por
el magisterio papal.
B. EL
CONCILIO VATICANO II
Otro argumento surgido contra el uso de este término, fue que estaba
específicamente invalidado por el concilio Vaticano II. En tanto que esta
declaración es verdadera, requiere de varias aclaraciones.
En
primer lugar, deberá recordarse que el concilio fue
convocado justo en un momento en que la doctrina y piedad marianas habían
llegado a un momento culminante 28 , y que
se habían ido formando, a nivel popular, desde la aparición de nuestra Señora a
Santa Catarina Labouré en 183029 , y a nivel magisterial, desde el tiempo de la
definición dogmática de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de
1854. Esta orientación mariana se había acelerado notablemente durante el
decimonoveno año del reinado del siervo de Dios, el Papa Pío XII (1939-1958),
con la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María, el 31 de octubre
de 1942, la definición dogmática de la Asunción de nuestra Señora, el 1
de noviembre de 1950, el establecimiento de la fiesta del Inmaculado
Corazón de María en 1944 y de la dignidad regia de María en el año mariano de
1954.
En
segundo lugar, y
como consecuencia de este extenso "movimiento
mariano," se había dedicado mucho estudio, discusión y debate, a la
función que tuvo María en la historia de la salvación, específicamente a los
temas de la corredención y mediación. 35 En tanto que durante el reinado del
Papa Pío XII había habido fuertes disputas en cuanto a la activa colaboración
de María en la obra de nuestra redención, para cuando se celebró el Congreso
Internacional Mariológico en Lourdes en 1958, existía un consenso bastante
unánime relacionado con la verdadera cooperación que tuvo nuestra Señora para
adquirir la gracia universal de redención. Por lo tanto, no fue
sorpresivo que un buen número de obispos asistiera al concilio, con el deseo de
presenciar una manera amplia de tratar estos asuntos. El padre Michael
O´Carroll, C.S.Sp., nos dice que de 54 obispos presentes en el concilio que
querían un pronunciamiento conciliar de María como Corredentora, pidieron
una definición y 11 de ellos, un dogma de fe a este respecto. Sobre la cuestión
relativa a la mediación de María, nos dice que 362 obispos deseaban un
pronunciamiento conciliar de la mediación de María, mientras que 266 de ellos
pidieron una definición dogmática. 3Por otro lado, el padre Besutti afirma que
más de 500 obispos solicitaban esta definición. Una de las razones
fundamentales por las que no se emanó esta definición en el concilio, la
constituye la voluntad expresa del Santo Papa Juan XXIII, de que el concilio
debía tener una orientación primordialmente pastoral, excluyendo específicamente
una nueva definición dogmática de cualquier índole.
En
tercer lugar, en
ese mismo momento, otra corriente estaba entrando a la corriente principal de
la vida católica, la de la "sensibilidad
ecuménica." Mientras que el padre Besutti confirma que la palabra "Corredentora" sí aparecía en el schema
original del documento mariano preparado con antelación para el concilio,
la Praenotanda para el primer anteproyecto conciliar o schema sobre nuestra
Señora, contenía estas palabras: Algunas expresiones y palabras utilizadas por los Supremos
Pontífices han sido omitidas, mismas que, por sí solas, son absolutamente
ciertas, pero que difícilmente podrían ser entendidas por los hermanos
separados (en este caso Protestantes). Entre éstas palabras, se pueden contar
las siguientes: "Corredentora de la raza humana" (Pío X, Pío XI)...
Esta prohibición inicial fue rigurosamente
respetada y, por lo tanto, el término "Corredentora"
no se utilizó en ninguno de los documentos oficiales promulgados por el
concilio y, sin lugar a dudas, la "sensibilidad
ecuménica" fue un factor primordial para evitarlo, al igual que una
insatisfacción en general por este lenguaje de mediación de parte de los
teólogos más progresistas. Permanecemos con la libertad de poder debatir
la sabiduría y efectividad de esta estrategia.
C.
LUMEN GENTIUM: CAPÍTULO 8.
En virtud de estas corrientes dispares presentes en el lugar del concilio, uno
habría esperado que prevaleciera un mínimo de doctrina para toda esta cuestión
de la corredención/mediación marianas. Aún cuando el clima del concilio
Vaticano II no fue propicio para su plena asimilación, se establecieron bases
sólidas, especialmente con respecto al tema de la corredención mariana o la
colaboración de María en la obra de la redención. Juan Pablo II resumió el
asunto, en su audiencia general del 13 de diciembre de 1995, de esta manera:
Durante las sesiones del
concilio, muchos padres deseaban enriquecer mayormente la doctrina mariana
expresando de otra manera el oficio que tuvo María en la obra de salvación. El contexto particular en el se llevó a cabo el debate
mariológico del Vaticano II, no permitió que estos deseos, aunque substanciales
y difundidos, fueran aceptados, pero toda esta discusión acerca de María
durante el concilio, permanece en vigor y bien balanceada, y los temas en sí,
aunque no están plenamente definidos, recibieron atención significativa al
tratárseles de manera general.
Siendo así que el titubeo de algunos padres con
respecto al título de Mediadora, no fue un impedimento para que el concilio
usara una vez este título, y para que afirmara, en otros términos, la función
mediadora de María cuando consintió a su maternidad en el orden de la gracia,
según el mensaje del Ángel (cf. Lumen gentium, n. 62). Es más, el concilio
afirma que su cooperación en la obra de restaurar la vida sobrenatural de las
almas fue "en forma enteramente impar" (ibid.,
n. 61).
Esta constituye una sagaz meditación de alguien
que continuamente ha meditando y desarrollado estos temas en particular. Que yo
sepa, es el primer reconocimiento público oficial por parte de un Papa de la
corriente del concilio, mismo que dio forma a los escritos del capítulo 8 de
Lumen gentium. Asimismo, de una manera imparcial y elegante, hace referencia a
los padres que "deseaban enriquecer mayormente
la doctrina mariana expresando de otra manera el oficio de María en la obra de
salvación."
Si bien el término "Corredentora"
no aparece en ninguno de los documentos del concilio, debe reconocerse
sin embargo, que el concepto fue transmitido. De hecho, el concilio enseñó con
mayor claridad y coherencia la función corredentora de María, que su oficio en
la distribución de la gracia, aún cuando la palabra "Mediadora"
se usó una vez en el # 62. Por eso, en Lumen gentium # 56, se habla
directamente de la colaboración de María en la obra de la redención:
Al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la voluntad
salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y
a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la redención con
El y bajo El, con la gracia de Dios omnipotente.
En el mismo párrafo, se especifica aún más la
naturaleza activa del servicio de María:
Con razón, pues, piensan los santos padres que María no fue un instrumento
puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los
hombres con fe y obediencia libres. Como dice San Ireneo, "obedeciendo, se convirtió en causa de salvación
para sí misma y para todo el género humano." Por eso no pocos
padres antiguos afirman gustosamente con él en su predicación que "el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por
la obediencia de María; que lo atado por la virgen Eva con su incredulidad, fue
desatado por la virgen María mediante su fe"; comparándola con Eva, llaman
a María "Madre de los vivientes," afirmando aún con mayor frecuencia
que "la muerte vino por Eva, la vida por María."
Por lo tanto, es absolutamente claro que los
padres del concilio hablan de la colaboración activa de María en la obra de la
redención y lo ilustran con el paralelo Eva/María, que encontramos ya en los
escritos de los padres post-apostólicos, San Justino Mártir (+165), Ireneo (+
después de 193) y Tertuliano (+ 220).
Además, los padres del concilio dan otro paso, y
partiendo de la importancia general ya establecida que le daban a la
colaboración de María en la obra de redención, pasan a subrayar la naturaleza
personal de la "unión de la madre con el Hijo
en la obra de la salvación" [Matris cum Filio in opere salutari
coniunctio] a lo largo de la vida oculta de Jesús (# 57) y de su vida pública
(#58). Finalmente, en el número #58, enfatizan la manera en que ella mantuvo
fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no sin designio
divino, se mantuvo erguida, sufriendo profundamente con su Unigénito y
asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en
la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado.
Entonces, el concilio no sólo enseña que María,
a lo largo de su vida y en términos generales, estuvo asociada con Jesús en la
obra de la redención, sino que ella se asoció a sí misma con su sacrificio
consintiendo con él. Además, los padres del concilio afirman en el número #61,
que María: padeció
con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperando en forma enteramente impar a la
obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad
con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas.
María no sólo consintió con el sacrificio, sino
que también se unió a él. En estos dos últimos enunciados, encontramos una
síntesis de la enseñanza papal anterior sobre la corredención, así como un sólido
punto de referencia para la enseñanza que darían los papas posteriores al
concilio.
Monseñor Brunero Gherardini señala que con o sin
el uso del término Corredentora, los observadores protestantes ya habían
reconocido de buena gana la posición católica sobre la participación de María
en la redención. Ellos ven cualquier participación humana en la obra de
salvación del hombre, por muy secundaria y subordinada, como contraria al
principio Luterano de solus Christus y, por lo tanto, un "robo que se le hace a Dios y a Cristo."
52 De ahí que, al elaborar la enseñanza magisterial sobre la colaboración de
María en la redención, estamos tratando con algo más que la simple posibilidad
de que se justifique el término Corredentora, se trata de un dato fundamental
de teología católica, un asunto que no será tratado fácilmente en el diálogo
ecuménico, con la simple substitución de una palabra o frase con otra que
aparezca como más neutral.
D. USO
DEL TÉRMINO POR JUAN PABLO II
En virtud de la historia reciente, no es de poca importancia que Juan Pablo II,
sin fanfarrias pero de una manera totalmente pública, haya rehabilitado la
palabra Corredentora y la haya usado de forma análoga, por lo menos seis veces
en declaraciones públicas, esto sin mencionar sus referencias, más numerosas
aún, del concepto que representa este término. Analicemos rápidamente la
utilización que le ha dado a la palabra Corredentora.
1.
En el saludo que dirigió a los enfermos después de su
audiencia general el 8 de septiembre de 1982, el Papa dijo: María, aunque concebida y nacida
sin mancha de pecado, participó de una manera maravillosa en los sufrimientos
de su divino Hijo, para poder ser la Corredentora de la humanidad.
2.
En ocasión de la fiesta de su santo patrono, Carlos Borromeo,
en 1984, el Papa ofreció estos pensamientos en su alocución del Angelus en
Arona: Hacia
nuestra Señora - La Corredentora - San Carlos volvió la mirada con acentos
singularmente revelatorios. Comentando
la pérdida de Jesús a los doce años en el Templo, reconstruyó el diálogo
interior que pudo haber habido entre la Madre y el Hijo, y añadió: "sufrirás dolores mayores aún, Oh Madre bendita, y
continuarás viviendo; pero la vida para ti será mil veces más amarga que la
muerte. Verás cómo entregan a tu Hijo inocente en las manos de los
pecadores... Lo verás brutalmente crucificado entre ladrones; verás su santo
costado abierto por la estocada cruel de una lanza; finalmente, verás
derramarse la sangre que tú misma le diste. ¡Y sin
embargo no podrás morir!" (De la homilía pronunciada en la Catedral
de Milán el domingo después de Epifanía, 1584).
3.
El 31 de enero de 1985, en un discurso pronunciado en el
santuario mariano en Guayaquil, Ecuador, habló así: María va delante de nosotros y
nos acompaña. La silenciosa jornada
que comienza con la Inmaculada Concepción y pasa por el "sí" de Nazaret, que la convierte en Madre de Dios,
encuentra en el calvario un momento particularmente importante. Allí también,
aceptando y cooperando con el sacrificio de su Hijo, María es el amanecer de la
redención; . . . Crucificada espiritualmente con su Hijo crucificado (cf. Ga.
2:20), María contempló con amor estoico la muerte de su Dios, "consintiendo amorosamente en la inmolación de la
víctima que ella misma había engendrado." (Lumen gentium, 58)
De hecho, en el calvario, María se unió al
sacrificio de su Hijo que llevó a la fundación de la Iglesia; compartió en lo
más profundo de su corazón maternal la voluntad de Cristo "de reunir en uno a los hijos de Dios que estaban
dispersos" (Jn. 11:52). Habiendo sufrido por la Iglesia, María
merecía convertirse en la Madre de todos los discípulos de su Hijo, la Madre
que los uniría...
Los Evangelios no nos dicen si Cristo resucitado
se le apareció a María. Sin embargo, como ella estaba de manera especial cerca
de la cruz de su Hijo, también ella tuvo que haber tenido la privilegiada
experiencia de su Resurrección. De hecho, el rol de María como Corredentora no
terminó con la glorificación de su Hijo.
En el texto anterior, tenemos una buena
demostración de las varias maneras en que el Papa describe la colaboración de
María en la redención, culminando su referencia con "el
oficio de María como Corredentora." Nótese que en este texto, el
Papa presenta la función corredentora de María en relación con la declaración
de Pablo, "con Cristo estoy crucificado" (Ga.
2:20) y también en relación con el misterio de su Corazón.
4. El 31
de marzo de 1985, domingo de Ramos y día mundial de la Juventud, el Papa habló
en este mismo sentido, sobre la inmersión de María en el misterio de la pasión
de Cristo: A
la hora del Angelus en este domingo de Ramos, que la Liturgia también denomina
como el domingo de la pasión del Señor, nuestros pensamientos corren hacia
María, inmersa en el misterio de un desmesurado dolor.
María acompañó a su divino Hijo en el más
discreto silencio, ponderando todo en las profundidades de su corazón. En el
calvario, permaneciendo al pie de la cruz, en la inmensidad y profundidad de su
sacrificio maternal, tenía a Juan a su lado, el Apóstol más joven...
Que María, nuestra Protectora, la Corredentora,
a quien ofrecemos nuestra oración con gran efusión, haga que nuestro deseo
corresponda generosamente con el deseo del Redentor.
5.
El 24 de marzo de 1990, el Santo Padre se dirigió a los
participantes voluntarios de una peregrinación de la Alianza Confederada del
Transporte de Enfermos a Lourdes (OFTAL), así como a los enfermos que atienden,
con estas palabras:
¡Que María Santísima, Corredentora de la raza humana junto con su Hijo, les
otorgue siempre fortaleza y confianza!
6.
Asimismo, al conmemorar el sexto centenario de la
canonización de Santa Brígida de Suecia, el 6 de octubre de 1991, dijo:
Brigidita miró a María como
su modelo y apoyo en todos los momentos de su vida. Habló energéticamente del privilegio divino de la Inmaculada
Concepción de María. Contempló su asombroso oficio como Madre del Salvador. La
invocó como la Inmaculada Concepción, nuestra Señora de los Dolores y
Corredentora, exaltando la singular misión de María en la historia de la salvación
y la vida del pueblo Cristiano.
De una manera totalmente natural y sin dejar de
prestar debida atención al uso que le da a la palabra Corredentora, el
Pontífice simplemente ha resumido el uso de la terminología que ha sido
empleada en la liturgia y por los teólogos desde finales de la Edad Media61 , y
que también utilizó el magisterio a principios de este siglo, especialmente por
el Papa Pío XI, como ya lo hemos visto.
El Papa Juan Pablo II también ha usado la
palabra "corredentor" o "corredención" por lo menos en tres
ocasiones, al hablar de la constante colaboración de los cristianos en la obra
de la redención. Tradicionalmente, los teólogos han hecho una distinción entre
la singular colaboración de María en la redención, que estaba efectuándose in
actu primo, de la aplicación de las gracias de redención a personas
individuales, que se lleva a cabo in actu secundo. La redención in actu primo o
"redención objetiva," o fase
ascendente de la redención, podría definirse como la adquisición de la
salvación universal, mediante el sacrificio querido por Dios, con objeto de
reconciliar al mundo con Él. La redención in actu secundo o "redención subjetiva," o la fase
descendente de la redención, o mediación de la gracia, podría definirse como la
aplicación de los frutos de la redención a individuos en particular, por medio
de la mediación querida por Dios. 62 Se ha afirmado de manera consistente, que
nuestra Señora participa en ambas fases de la obra de redención, mientras que
los demás cristianos, pueden participar aplicando estas gracias de redención a
personas y situaciones en particular. En consecuencia, todos podemos ser
corredentores in actu secundo. La manera en la que el Santo Padre ilustró estas
distinciones, en su audiencia general del 9 de abril de 1997, sin haber
empleado la terminología técnica clásica que mencionamos anteriormente, fue la
siguiente: La
colaboración de los cristianos en la salvación tiene lugar después del evento
del calvario, cuyos frutos se esfuerzan por difundir a través de la oración y
el sacrificio. María, en cambio,
cooperó durante el evento mismo y en su oficio de Madre; por lo tanto, su
cooperación abarca toda la obra salvífica de Cristo. Solamente ella estuvo
asociada de esta manera con el sacrificio redentor que mereció la salvación de
toda la humanidad. En unión con Cristo y en sumisión a Él, ella colaboró en
obtener la gracia de salvación para toda la humanidad.
El oficio de la Santísima Virgen como
cooperadora, tiene su origen en su divina maternidad. Dando a luz a Aquél que
estaba destinado a obtener la redención del hombre, alimentándolo,
presentándolo al Padre en el templo, y padeciendo con su Hijo cuando moría en
la cruz, "cooperó en forma enteramente impar
... a la obra del Salvador" (Lumen gentium, n. 61). Aunque la
llamada de Dios para cooperar en la obra de la salvación concierne a cada ser
humano, la participación de la Madre del Salvador en la redención de la
humanidad, es un hecho único e irrepetible.
REVISEMOS
AHORA BREVEMENTE, EL USO QUE EL SANTO PADRE HA DADO A LA PALABRA
"CORREDENTORA" Y "CORREDENCIÓN," YA QUE INCLUYE A TODOS LOS
CRISTIANOS.
1. Al dirigirse a los
enfermos del Hospital de los Hermanos de San Juan de Dios (Fatebenefratelli) en
la Isla Tiber de Roma, el 5 de abril de 1981, el Papa pidió: ¿Será necesario recordar a todos
ustedes, que penosamente pasan la prueba del sufrimiento y que me están
escuchando, que su dolor los une cada vez más con el Cordero de Dios que
"quita el pecado del mundo" por su pasión (Jn. 1:29), y que por lo
tanto ustedes también, asociados con Él en el sufrimiento, pueden ser
corredentores con la humanidad?
Ustedes conocen estas verdades resplandecientes. Nunca se cansen de ofrecer sus
sufrimientos por la Iglesia, para que todos sus hijos sean consistentes con su
fe, perseverando en la oración y fervientes en la esperanza.
2. El 13
de enero de 1982, después de dar su discurso en la audiencia general, el Papa
se dirigió de esta manera a los enfermos: A los enfermos que están presentes y a aquellos que están
siendo atendidos en hospitales, en casas de retiro y en las familias, yo les
digo: nunca se sientan solos, porque el Señor está con ustedes y jamás los
abandonará. Anímense y sean fuertes: unan sus dolores y sufrimientos a los del
Crucificado y se convertirán en corredentores de la humanidad, junto con
Cristo.
Debe señalarse que este es un tema al que
constantemente recurre en sus discursos pastorales el Papa Juan Pablo II, tema
que trató con una profundidad e inspiración asombrosas, en su carta apostólica
Salvifici Doloris del 11 de febrero de 1984, en la que hace una larga
exposición de la corredención mariana in actu primo, y de la corredención
Cristiana in actu secundo, sin que haya utilizado las palabras "Corredentora," "corredención" o
"corredentor."
3. El 8 de mayo de 1988, el Santo Padre dirigió
estas significativas palabras a los obispos de Uruguay que se habían reunido en
la Nunciatura Apostólica en Montevideo, refiriéndose a los candidatos para el
sacerdocio:
"El candidato debe ser irreprochable" (Tt.
1:6) advierte nuevamente San Pablo. Deberán
cultivar la dirección espiritual personal (candidatos para el sacerdocio), un
amor ilimitado por Cristo y su Madre, y un gran deseo de tener una cercana
unión con la obra de la corredención.
A pesar de todos los argumentos que con gran
esmero he subrayado anteriormente, ha habido lo que al parecer es un orquestado
esfuerzo para afirmar que ninguno de estos casos tiene algún valor teológico.
En primer lugar, se llevó a cabo la "Declaración de la Comisión Teológica de la Academia
Internacional Mariana Pontificia" realizada en Czestochowa,
Polonia, en agosto de 1996, compuesta por una comisión "ad
hoc" de 18 católicos, 3 ortodoxos, un anglicano y un luterano, y
publicada por L´Osservatore Romano el 4 de junio de 1997. Refiriéndose a los
títulos Corredentora, Mediadora y Abogada, afirma que: Los títulos, de la manera en que se proponen, son ambiguos, ya que pueden
entenderse de varias maneras diferentes. Además, la dirección teológica que
asumió el concilio Vaticano II, que no quiso definir ninguno de estos títulos,
no se debe abandonar. El concilio Vaticano II no utilizó el título "Corredentora," y los títulos de "Medidora" y "Abogada"
los utiliza de manera muy moderada (cf. Lumen gentium, n. 62) De hecho,
desde los tiempos del Papa Pío XII, el magisterio papal no ha utilizado el
término "Corredentora" en sus
documentos importantes. Existe evidencia de que el propio Papa Pío XII,
intencionalmente evitaba usarlo.
A la luz de lo que ya he planteado y documentado, es aparente que esta declaración no está exenta de criticismo, por la manera en que intenta confrontar los hechos, y porque no tiene valor magisterial. Pasa por alto el uso que el Papa Juan Pablo II ha dado al término, como si no apareciera en documentos magisteriales significativos.
Junto con la declaración en L´Osservatore Romano, en la misma edición
aparecieron dos comentarios: uno sin firma con el título "¿Un nuevo dogma mariano?" y el
otro firmado por Salvatore M. Perrella, O.S.M., intitulado
"La cooperación de María en la obra de redención: estado actual de la
cuestión." El comentario sin firma, especifica de mejor
manera el uso de este término por el actual Pontífice: Con respecto al título de
Corredentora, la Declaración de Czestochowa hace notar que "desde el
tiempo del Papa Pío XII, el término Corredentora no ha sido usado por el
magisterio papal en sus documentos significativos" y existe evidencia de
que él mismo intencionalmente evitaba usarlo. Cualidad importante, porque aquí y allá, en escritos papales
marginales y, por lo tanto, carentes de autoridad doctrinal, uno se puede
encontrar con este título, aunque sea muy raro. Sin embargo, en los documentos
que son sustanciales y en aquellos que tienen alguna importancia doctrinal, se
evita absolutamente este término.
A la luz de estas declaraciones, debemos
preguntar: ¿Cuál es el valor doctrinal del término
"Corredentora" y "corredención" que usa San Juan Pablo II? Por
supuesto que yo no argumentaría que el Papa ha utilizado la palabra
Corredentora en documentos papales de la más alta autoridad educativa. o que él
ha proclamado la doctrina, o el uso de la palabra, de la manera más solemne. No
obstante, sí creo, que las ocasiones en las que ha utilizado el término
Corredentora para describir la colaboración de nuestra Señora en la obra de
nuestra redención - especialmente a la luz del uso magisterial anterior - no
merece ser pasado por alto desdeñosamente como "marginal
(y) por lo tanto, desprovista de autoridad doctrinal." Aún
cuando es cierto que el haber usado cinco veces el término, puede ser
considerado como referencias pasajeras, no creo que merezcan ser ignoradas. El
ejemplo del 31 de enero de 1985 en Guayaquil constituye, sin embargo, un
comentario muy significativo en cuanto al sentido que tiene la corredención
mariana, y merece que se examine cuidadosamente. Al concluir este ensayo,
tendremos la posibilidad de hacer un análisis más exhaustivo de la autoridad
doctrinal que tienen las enseñanzas papales colectivas relativas a toda esta
cuestión. Una última pregunta de terminología:
¿Cómo nos podemos explicar que el Papa se haya
abstenido de usar las palabras "Corredentora,"
"corredención" y "corredentor" desde 1991?
Tengo la dicha de valerme de una respuesta que dio el
padre Alessandro Apollonio: El Papa, desde el momento en que revivieron en la Iglesia los
ecos de la controversia teológica, como resultado del movimiento Vox populi del
Dr. Miravalle, llegando a los niveles más altos de la jerarquía, de hecho no ha
vuelto a usar el título Corredentora. Esta
posición sumamente prudente de parte del Santo Padre, es totalmente
comprensible, porque si se hubiera pronunciado explícitamente a favor de la
corredención, y dadas las circunstancias, ello habría sido como una clara y
directa aprobación a la petición, mientras que la prudencia requeriría que,
antes de hacer un pronunciamiento definitivo sobre un nuevo dogma, el Papa
tendría que convocar comisiones de expertos, promover estudios y la devoción
misma, ilustrar la doctrina de manera exhaustiva y consultar al episcopado en
su conjunto. La catequesis de los miércoles [desde el 6 de septiembre de 1995
al 12 de noviembre de 1997] ilustró claramente la doctrina y, aunque jamás se
mencionó explícitamente el título Corredentora, de este modo preparó el terreno
para el nuevo dogma. En consecuencia si el Papa, después de haber hecho todo
esto prudentemente, proclama el nuevo dogma, no estaría haciendo nada en contra
de su magisterio, sino que lo coronaría de la manera más espléndida, para la
edificación y exultación de todos los fieles.
De hecho, el Papa Juan Pablo II ha logrado hacer
mucho más que simplemente rehabilitar el uso de una palabra y mostrar que tiene
un legítimo uso. Ha logrado otra noble acción hacia aquellos "muchos padres [del concilio Vaticano II que]
deseaban enriquecer mayormente la doctrina mariana expresando de otra manera la
función de María en la obra de salvación,” e incluso, con el hecho
de volver a proponer la discusión en torno a la mediación mariana, en su
encíclica Redemptoris Mater 74 , después
de haber sido ampliamente aceptada por el círculo teológico. 75 Ha demostrado,
una vez más, que el magisterio está por encima de meras "exactitudes teológicas" y está consciente de la
continuidad con la Tradición. Es más, el Papa continúa extrayendo los múltiples
aspectos de la función corredentora de María, como lo veremos más adelante.
III.
LA COLABORACIÓN DE MARÍA EN LA OBRA DE REDENCIÓN
Ahora queda por señalar la consistente perspectiva que el magisterio papal ha
tenido en relación con el oficio corredentor de María, asunto de mucha mayor
importancia que el simple uso del término Corredentora. En tanto que citar cada
uno de los textos papales que existen en esta amplio materia, prolongaría
nuestro estudio indebidamente, intento, sin embargo, ilustrar cada uno de los aspectos
más importantes con pasajes representativos de varios pontificados. Al hacer
esto, me esforzaré por seguir la orientación básica que ya hemos notado en el
capítulo 8 de Lumen gentium, que también sigue un orden histórico indicado por
el Papa Juan Pablo II en su audiencia general dirigida el 25 de octubre de
199576 esto es, estableciendo en primer lugar, la colaboración de María en la
obra de la redención como la "nueva Eva" y
"asociada del Redentor" y después,
analizando su activa participación en el ofrecimiento del sacrificio para
nuestra redención. Sin embargo, será inmediatamente obvio que cualquier texto
citado, encajará con frecuencia en más de una categoría.
A. LA "NUEVA EVA" - ASOCIADA DEL
"NUEVO ADÁN"
Hicimos notar ya con anterioridad, cuando el Santo Padre, en su catequesis del
25 de octubre de 1995, se refirió a la enseñanza de San Ireneo quien mostró a
María como la "nueva Eva." Verdaderamente,
tanto San Justino Mártir (+165), San Ireneo (+ después de 193), como Tertuliano
(+ después del 220), todos pertenecientes al período post-apostólico, señalaron
el paralelismo y el contraste que existe entre María y Eva. Este fascinante
paralelismo, que nunca se ha ausentado de la liturgia de la Iglesia77 y del
magisterio78 , fue resaltado en Lumen gentium # 56 y en el Catecismo de la
Iglesia Católica # 411. Este tema vierte una notable luz sobre la función que
tuvo María en nuestra redención, y ha sido ampliamente ilustrado por el
magisterio papal en los tiempos modernos. A continuación tenemos un ejemplo que
nos viene de la enseñanza del Papa Benedicto XV (1914-1922). En su homilía del
13 de mayo de 1920, en ocasión de la canonización de San Gabriel de la Virgen
Dolorosa y Santa Margarita María Alacoque, declaró: Pero los sufrimientos de Jesús no
pueden separarse de los dolores de María. Así como el primer Adán tuvo a una mujer como cómplice en su
rebelión contra Dios, así el nuevo Adán quiso tener a una mujer que compartiera
su obra al re- abrir las puertas del cielo para los hombres. Desde la cruz, Él
se dirige a su propia Madre Dolorosa como la "mujer,"
y la proclama la nueva Eva, la Madre de todos los hombres, por quienes
Él moría para que tuvieran vida.
El Papa Pío XII se refirió al tema en varias
ocasiones. En un extracto de su alocución dirigida a los peregrinos de Génova
el 22 de abril de 1940, dijo: De hecho, ¿no son Jesús y María los dos amores sublimes del
pueblo Cristiano? ¿No son acaso el nuevo Adán y la nueva Eva a quienes el Árbol
de la cruz une en el dolor y el amor para redimir el pecado de nuestros
primeros padres en el Edén?
En su encíclica Mystici Corporis, del 29 de
junio de 1943, describe a María "como una
nueva Eva" 81 y en su constitución apostólica Munificentissimus Deus,
del 1 de noviembre de 1950, por la que definió solemnemente el dogma de la
Asunción de María al cielo, atrae nuestra atención la antigüedad de este tema:
Debemos recordar de manera
especial que desde el siglo segundo, los santos padres designaban a la Virgen
María como la nueva Eva quien, aunque sujeta al nuevo Adán, está íntimamente
asociada con Él en esa lucha contra el enemigo infernal y que, como se predijo
en el proto-evangelio, tendrá como resultado final la victoria total sobre el
pecado y la muerte, que siempre van mencionados a la par en los escritos del
Apóstol de los Gentiles.
El Papa subraya que así como Eva estuvo sujeta a
Adán, así la nueva Eva está sujeta al nuevo Adán. Sin embargo, continúa el
Papa, ella está "íntimamente asociada con Él
en esa lucha contra el enemigo infernal y que ... tendrá como resultado final
la victoria total sobre el pecado y la muerte." De este modo, el Papa
mantiene balanceada la verdad católica que reconoce a ambos, Jesús como el
único Redentor y María como subordinada y, sin embargo, "íntimamente
asociada con Él" en la obra de la redención.
En su encíclica Ad Caeli Reginam del 11 de
octubre de 1954, Pío XII continuó ampliando esta analogía entre Eva y María,
refiriéndose al testimonio de San Ireneo: De estas consideraciones podemos concluir lo siguiente: en la obra de la
redención, María, por designio de Dios, fue unida con Jesucristo, la causa de
salvación, de manera muy semejante a la que Eva fue unida con Adán, la causa de
la muerte. Por lo tanto, puede decirse que la obra de nuestra salvación fue
llevada a cabo por una "restauración" (San
Ireneo) en la que la raza humana, así como fue sentenciada a morir por una
virgen, fue salvada por una virgen.
En su Professio Fidei o "Credo
del Pueblo de Dios," el 30 de junio de 1968, el Papa Paulo VI unió
los temas estrechamente relacionados de "asociada
del Redentor" y "nueva Eva," al
formular la creencia de la Iglesia en la Virgen María: Unida por un vínculo indisoluble al misterio de la
encarnación y redención, la Santísima Virgen María, la Inmaculada, cumplido el
curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo,
en donde participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando
la resurrección de todos los justos; y Nosotros creemos que la Santísima Madre
de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo ejercitando su oficio
materno con respecto a los miembros de Cristo, cooperando para que las almas
redimidas nazcan y crezcan en la vida divina.
Este artículo es verdaderamente una obra de arte
al sintetizar los principales dogmas marianos, es decir, que María es Madre de
Dios, siempre Virgen, concebida inmaculada, asunta al cielo y, al mismo tiempo,
subraya su espiritualidad maternal y sus oficios corredentores y mediadores.
Finalmente, veamos la elegante alusión que hizo
Paulo VI sobre el tema de la "nueva Eva,"
en su exhortación apostólica Marialis Cultus, del 2 de febrero de 1974,
afirmando que: "María, la nueva mujer, está al
lado de Cristo, el nuevo hombre, en cuyo misterio, el misterio propio del
hombre encuentra la verdadera luz."
Virtualmente inseparable del concepto de María
como "nueva Eva," está su
asociación íntima con la vida, sufrimientos y muerte de Cristo. Por lo tanto,
el hecho de describirla como asociada o compañera del Redentor [socia
Redemptoris] 86 , se convierte en otra manera de reconocer la participación
activa única que tuvo en la redención. La primera aparición explícita de esta
terminología en relación con María, ocurrió en los escritos de Ambrosio Autpert
(+784), utilizando la forma verbal sociata para expresar la idea. "Según el conocimiento actual, fue Ekbert de Schönau
(+1184) quien usó por primera vez el sustantivo socia para María."
El Beato Pío IX (1846-1878) en su constitución
apostólica Ineffabilis Deus, del 8 de diciembre de 1854, enunció un principio
de importancia capital para la mariología, mismo que por largo tiempo había
sido sostenido por la escuela franciscana de teología, 88 es decir, que "Dios, por el único y mismo decreto, había
establecido el origen de María y la encarnación de la divina Sabiduría." 89
Con base en este principio, confirmado frecuentemente por el magisterio, 90 la
íntima asociación de María con Jesús como la "nueva
Eva" en la obra de redención, es axiomática, y por ello, Pío IX
declara en la misma constitución apostólica.
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