jueves, 6 de enero de 2022

AMISTAD

Intenté trabar amistad con algunas niñas de mi edad, sobre todo con dos de ellas. Yo las quería, y también ellas me querían a mí en la medida en que podían.

Pero, ¡¡¡ay, qué raquítico y voluble es el corazón de las criaturas...!!!

Pronto comprobé que mi amor no era correspondido. Una de mis amigas tuvo que irse a su casa, y regresó pocos meses después.

Durante su ausencia, yo la había recordado y había guardado cuidadosamente una pequeña sortija que me había regalado. Al ver de nuevo a mi compañera, me alegré mucho, pero, ¡ay!, sólo logré de ella una mirada indiferente... Mi amor no era comprendido. Lo sentí mucho, y no quise mendigar un cariño que me negaban.

Pero Dios me ha dado un corazón tan fiel, que cuando ama a alguien limpiamente, lo ama para siempre; por eso, seguí rezando por mi compañera y aún la sigo queriendo...

Al ver que Celina se había encariñado de una de nuestras profesoras, yo quise imitarla; pero como no sabía ganarme la simpatía de las criaturas, no pude conseguirlo.

¡Feliz ignorancia, que me ha librado de tantos males...! ¡Cómo le agradezco a Jesús que no me haya hecho encontrar más que amargura en las amistades de la tierra!

Con un corazón como el mío, me habría dejado atrapar y cortar las alas, y entonces ¿cómo hubiera podido volar y hallar reposo? ¿Cómo va a poder unirse íntimamente a Dios un corazón que mendiga el afecto de las criaturas?... Pienso que es imposible.

(Santa Teresa de Lisieux)

Juan Dabove

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