Fue jodida la niñez, con mis versos infantiles y mi hambre en los bolsillos, como muestra la experiencia humana, de toda adversidad, se rescata una lección o personaje peculiar... creo que yo lo logré...
¡Éramos un grupito de primos, que al igual que los pumas, o estábamos comiendo, o estábamos buscando qué comer…! -Creo que el hambre es lo más horrible, pues duele, hasta en el recuerdo-.
En algún
momento de esa época, me recuerdo sentado en la vereda con mis primos, a la luz
de los focos amarillentos del momento, matizado por el brillo de la lluvia en
el empedrado. ¡El frío de junio era feroz!... Pero
no más que nuestra hambre en la panza.
Entre la
lluvia y la niebla invernal se notaba la figura tambaleante de mi abuelo, cuyo
olor a alcohol se percibía a distancia. Gran tipo él… una enciclopedia de
historias y enseñanzas, cuya vida refugió en alcohol por una decepción.
Pero allí
estaba preguntando a sus nietos, ¿han comido
hijitos? -a lo cual en coro respondíamos: !!No
abuelito!! casi llorando. Entonces con un gesto de no se preocupen,
pero, no sin antes decirnos que lo esperemos. Era una espera tortuosa que se
calmaba, cuando lo veíamos regresar, con una inmensa bolsa de papel, pues aún
no nos inundaba la era del plástico. Como pollitos hambrientos, tras mamá
gallina, lo rodeábamos y bajábamos a un sótano donde vivíamos. Poniendo
cartones en el suelo y a la luz mortecina de un lamparín de kerosene, veríamos
caer trozos de pato asado, cerdo, gallina, camarón y pescado blanco…. todo con
el aroma rico de los chifas sesenteros: fideos,
arroz y verduras, todo mezclado. Comíamos delirantes tratando a la vez
de agradecer al abuelo, entre atoro y degustación, preguntaba: abuelito, ¿cómo se llama esta comida tan rica? -a
lo cual el abuelo respondía: "Langoy", hijito,
"Langoy”, ¡pero no es de chifa pobre!
Y era
esta comida tan rica, pero rara, pues alguna vez encontré una corona de oro con
cinco dientes postizos, que guardé como recuerdo hasta ya hombre. Y siempre me
repetía: Cuando sea grande, ¡voy a ser bolichero! y
ganaré plata como mierda para comer harto Langoy en el chifa; anecdótico ¿no?
Esto me
sucedió, no es cuento, en algún momento. Además, los chifas huachanos en esos
años eran los mejores del país… Pero, esa es otra historia.
De Darío Pimentel (2018).
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