Durante la dura persecución religiosa que sufrió la Iglesia Católica a manos del Gobierno de México en la Guerra Cristera de las primeras décadas del siglo XX, se decidió esconder la imagen original de Nuestra Señora de Guadalupe para evitar que sea destruida. Esta es la historia.
El P. Eduardo Chávez, uno de los principales expertos sobre la aparición
de la Virgen de Guadalupe, recordó que la imagen mariana sufrió un atentado
pocos años antes de la Guerra Cristera, cuando las relaciones entre el Estado y
la Iglesia se iban tensando.
El P. Chávez es doctor en Historia de la Iglesia y canónigo de la
Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe. Además, fue el postulador oficial de
la canonización de San Juan Diego, el vidente de Nuestra Señora de Guadalupe.
El 14 de noviembre de 1921 un desconocido escondió
dinamita en un arreglo floral que puso a los pies de la imagen de la Virgen de
Guadalupe. Alrededor de las 10:30 a.m. de
ese día el explosivo detonó, dañando el altar de mármol, los candelabros y un
crucifijo que quedó retorcido y cayó al suelo.
Sin embargo, la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe no sufrió ningún
daño.
El pueblo mexicano venera ahora el crucifijo retorcido como el “Santo Cristo del Atentado”, reconociendo en él a
Jesús que protegió a su Madre.
Entrevistado por ACI Prensa, el P. Chávez señaló que tras ese atentado el Gobierno de Plutarco Elías Calles “no soltaba a la Iglesia Católica.
Era su enemigo número 1”.
“Así que emitió una ley el 2 de julio de 1926, en
donde declara una persecución religiosa en contra de la Iglesia Católica en
México, que iba a iniciar el 31 de julio de 1926”, señaló.
La ley promulgada por Calles fue la “Ley de
tolerancia de cultos”, que convirtió en ilícitas diversas acciones de la
Iglesia, como que los sacerdotes vistan traje talar, que los religiosos se
reúnan en congregaciones y prohibió la educación católica en las escuelas.
La presión contra la Iglesia llevó a los obispos de México a suspender
el culto católico, y a que los pobladores católicos se levantaran en armas
contra el Gobierno en diversas partes del país. Así comenzó la Guerra Cristera.
En esas circunstancias, continuó el P. Chávez, el Abad de la Basílica de
Guadalupe en esos días, Feliciano Cortés, “lógicamente
estaba muy angustiado, porque tenía la responsabilidad de cuidar el tesoro
máximo del pueblo mexicano, que es la imagen de la Virgen de Guadalupe”.
“Así que llamó al cabildo inmediatamente, con
urgencia. Asimismo se lo hizo saber al Arzobispo de México, José Mora y Del
Río, para ver cómo se podría cuidar la imagen de la Virgen de Guadalupe”, señaló.
“Porque si intentaron destruirla en 1921, ahora que
era la Guerra Cristera abierta, en 1926, ¿qué más no tratarían de hacer?”, continuó.
Llamaron al pintor Rafael Aguirre, para que realizara una réplica de la
imagen original.
“La idea era quitar la imagen original de su altar
por la parte de atrás, porque el Gobierno vigilaba por la parte frontal de la
Basílica que no hubiera ningún movimiento extraño”, recordó. Luego la reemplazaron con la copia realizada por Rafael Aguirre
en óleo.
Luego escondieron la imagen original en “un ropero chino”,
al que se le implementó un doble fondo.
La tabla superior del ropero “se desclavó y
se introdujo a la Virgen de Guadalupe”, señaló el sacerdote mexicano.
“Todo esto lo hicieron muy bien, porque fue delante
de notario público, testigos. Se puso todo bien instalado de tal forma que
nadie pudiera quitar sellos ni nada por el estilo (a la imagen), para procurar
que todo fuera perfectamente hecho”, señaló.
Luego el Abad le encargó a un gran amigo suyo, Luis Felipe Murguía
Terroba, “que custodiara la imagen de la Virgen de
Guadalupe en su hogar”.
“Así que este señor se la lleva a su hogar en el
centro de la Ciudad de México. Así la Virgen pasa desde el 30 de julio de 1926
en este hogar”, dijo.
La imagen original de la Virgen de Guadalupe permaneció en esa casa
hasta el 15 de julio de 1927, dijo el sacerdote.
“En el momento más álgido de la persecución se
fueron a un edificio de la antigua librería Murguía, ubicada en el centro
también, en la avenida 16 de septiembre. Y nadie sabía qué contenía el famoso
ropero chino”, señaló.
“Cuando ya hubo calma se regresa la imagen a
la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en 1929”, añadió.
Ese año, recordó, culminó oficialmente la Guerra Cristera con la firma
de los acuerdos entre el Arzobispo mexicano Leopoldo Ruiz y Flóres, como
delegado apostólico del Papa Pío XI, y el entonces presidente del país, Emilio
Portes Gil.
El P. Chávez subrayó que cuando el ropero chino fue devuelto a la
Basílica, fue abierto “ante notario, testigos, y
mucha gente que estaba en ese momento”.
Luego retiraron la copia del pintor Aguirre y se repuso la imagen
original de Nuestra Señora de Guadalupe en su lugar.
La imagen original fue conservada en la Antigua Basílica de Guadalupe,
hoy Templo Expiatorio de Cristo Rey, hasta que fue llevada a la nueva Basílica.
Sobre la copia de Aguirre y el ropero chino, el P. Chávez dijo que “estas dos cosas se le dieron como agradecimiento al
ingeniero Luis Felipe Murguía por todo lo que hizo él y su familia de
resguardar a la Virgen Santísima de Guadalupe”.
“Yo vi esa copia en ese hogar de los señores
Murguía y habían puesto una pequeña capilla”, señaló.
Ante un “momento tan difícil, de decisiones
tan complicadas”, el P. Eduardo Chávez señaló que “yo solamente saco una cosa también de espiritualidad: la
Virgen de Guadalupe está en nuestro hogar, en nuestra casa. Ella nos ve, ella
está preocupada por nosotros y nos atiende”.
“Así fue cuando fue a sanar a Juan Bernardino. Fue
a la casa de Juan Diego, donde estaba el anciano a punto de morir. Y es Jesús,
a través de la Virgen de Guadalupe, que le da la salud”, señaló.
“Como se lo dijo a Juan Diego nos lo dice: no
tengas miedo. ¿Acaso no estoy yo aquí que tengo el honor y la dicha, la
alegría, de ser tu madre?”.
“Así que en tiempos difíciles, complicados, de
persecución, de violencia, de enfermedad, la Virgen de Guadalupe estará siempre
en nuestro hogar y en nuestro corazón”, finalizó.
POR DAVID RAMOS | ACI Prensa
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