Si
me hubiesen dicho hace menos de veinte años que el objetivo de buena parte de
los gobiernos y de casi todos los partidos políticos de Europa y América iba a
ser destruir el matrimonio, la familia
y la maternidad, así como corromper a nuestros niños, adolescentes y jóvenes,
seguramente me hubiese reído a la cara del idiota que me hacía tales
afirmaciones. Y sin embargo el tal idiota no sólo no era idiota, sino que
encima tenía razón.
Cuando
publiqué a fines del 2015 mi libro Relativismo e ideología de
género, escribí en la contraportada lo siguiente: “¿Qué es la ideología de género? Su moral sexual, salvo
en el caso de violación, que también desaprueban, es la misma que la moral
católica, pero al revés. Es decir, es
la moral del diablo”. Recuerdo que cuando publiqué esto, un
sacerdote amigo me preguntó: “¿Quién piensa lo
mismo que tú?” Pude pronto contestarle: “Un
tal San Juan Pablo II, un tal Benedicto XVI y un tal Francisco”.
Como no
quiero llenar este artículo a base de citas, recomiendo:
-de San Juan Pablo II, la lectura de los números 46 y 47 de su encíclica
Veritatis Splendor;
-de Benedicto XVI, su discurso a la Curia Romana del 21
de diciembre del 2012, aunque ya en su época de cardenal había
afirmado: “La ideología de género es la última rebelión de la criatura contra
su condición e criatura”;
-y del Papa Francisco tenemos múltiples textos como la encíclica Laudato si nº
155 y la exhortación apostólica Amoris Laetitia,
nn 53, 56,153, 155, 251, 285-286, aunque el texto más rotundo puede que sea
éste a los obispos polacos el 27 de
julio del 2016 en Cracovia: “En Europa, en América, en América
Latina, en África, en algunos países de Asia, hay auténticas colonizaciones
ideológicas. ¡Y una de ellas –lo digo claramente con ‘nombre y apellidos’– es
la ideología de género! Hoy a los niños (¡a los niños!) se les enseña esto en
el colegio: que cada uno puede escoger su sexo. ¿Y por qué enseñan esto? Porque
los libros son de las personas e instituciones que te dan el dinero. Son las
colonizaciones ideológicas, sostenidas también por países muy influyentes. Y
esto es terrible… Hablando con el Papa Benedicto, que está bien y tiene un
pensamiento claro, me decía: ‘Santidad, ¡ésta es la época del pecado contra
Dios Creador!… Dios ha creado el hombre y la mujer. Dios ha creado el mundo así,
y así, y así… y nosotros estamos haciendo lo contrario'".
El
objetivo principal del demonio es destruir la familia. Es evidente que las dos grandes necesidades
humanas son el afecto y la comida, e indudablemente la institución que cubre
mejor estas necesidades humanas es la familia. Por ello es la institución que
las fuerzas del Mal tienen como principal objetivo a destruir, aunque para ello
haya que destruir la democracia. Una democracia que no defiende los derechos
humanos, expresados en la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU
de 1948, y que nuestra Constitución en su artículo 10-2 se comprometió a
respetar, no es una verdadera democracia, y estas leyes de ideología de género no respetan los derechos de los padres
ni la libertad de pensamiento, la libertad de conciencia, la libertad de
educación y enseñanza, la libertad religiosa y algunos derechos más,
como el de los homosexuales a decidir libremente su propio destino.
Como
decía Chesterton, la persona desvinculada de la familia y de su propia
naturaleza es plenamente manipulable por el proyecto consumista. Al
totalitarismo no le interesan las familias sanas y fuertes, sino las personas
solitarias y desvinculadas. La victoria
plena de este “nuevo orden” solo se puede
conseguir desterrando el principio de subsidiariedad, hasta eliminar
cualquier institución intermedia entre el Estado y el individuo. De esta forma,
el ser humano se somete al “dios Estado”, y
no le queda más remedio que seguir los dictados del consumismo, en obediencia
plena y sumisión a lo políticamente correcto. El pensamiento único se ha
convertido en “ley” en nuestros días.
Pero como
cristianos tenemos una tarea que realizar: defender
la libertad y luchar por los valores humanos y cristianos, aunque nos den
bofetadas y seamos políticamente incorrectos.
Pedro Trevijano
No hay comentarios:
Publicar un comentario