miércoles, 20 de marzo de 2019

LA MORAL DEL DIABLO


Si me hubiesen dicho hace menos de veinte años que el objetivo de buena parte de los gobiernos y de casi todos los partidos políticos de Europa y América iba a ser destruir el matrimonio, la familia y la maternidad, así como corromper a nuestros niños, adolescentes y jóvenes, seguramente me hubiese reído a la cara del idiota que me hacía tales afirmaciones. Y sin embargo el tal idiota no sólo no era idiota, sino que encima tenía razón.

Cuando publiqué a fines del 2015 mi libro Relativismo e ideología de género, escribí en la contraportada lo siguiente: “¿Qué es la ideología de género? Su moral sexual, salvo en el caso de violación, que también desaprueban, es la misma que la moral católica, pero al revés. Es decir, es la moral del diablo”. Recuerdo que cuando publiqué esto, un sacerdote amigo me preguntó: “¿Quién piensa lo mismo que tú?” Pude pronto contestarle: “Un tal San Juan Pablo II, un tal Benedicto XVI y un tal Francisco”.

Como no quiero llenar este artículo a base de citas, recomiendo:
-de San Juan Pablo II, la lectura de los números 46 y 47 de su encíclica Veritatis Splendor;
-de Benedicto XVI, su discurso a la Curia Romana del 21 de diciembre del 2012, aunque ya en su época de cardenal había afirmado: “La ideología de género es la última rebelión de la criatura contra su condición e criatura”;
-y del Papa Francisco tenemos múltiples textos como la encíclica Laudato si nº 155 y la exhortación apostólica Amoris Laetitia, nn 53, 56,153, 155, 251, 285-286, aunque el texto más rotundo puede que sea éste a los obispos polacos el 27 de julio del 2016 en Cracovia: “En Europa, en América, en América Latina, en África, en algunos países de Asia, hay auténticas colonizaciones ideológicas. ¡Y una de ellas –lo digo claramente con ‘nombre y apellidos’– es la ideología de género! Hoy a los niños (¡a los niños!) se les enseña esto en el colegio: que cada uno puede escoger su sexo. ¿Y por qué enseñan esto? Porque los libros son de las personas e instituciones que te dan el dinero. Son las colonizaciones ideológicas, sostenidas también por países muy influyentes. Y esto es terrible… Hablando con el Papa Benedicto, que está bien y tiene un pensamiento claro, me decía: ‘Santidad, ¡ésta es la época del pecado contra Dios Creador!… Dios ha creado el hombre y la mujer. Dios ha creado el mundo así, y así, y así… y nosotros estamos haciendo lo contrario'".

El objetivo principal del demonio es destruir la familia. Es evidente que las dos grandes necesidades humanas son el afecto y la comida, e indudablemente la institución que cubre mejor estas necesidades humanas es la familia. Por ello es la institución que las fuerzas del Mal tienen como principal objetivo a destruir, aunque para ello haya que destruir la democracia. Una democracia que no defiende los derechos humanos, expresados en la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU de 1948, y que nuestra Constitución en su artículo 10-2 se comprometió a respetar, no es una verdadera democracia, y estas leyes de ideología de género no respetan los derechos de los padres ni la libertad de pensamiento, la libertad de conciencia, la libertad de educación y enseñanza, la libertad religiosa y algunos derechos más, como el de los homosexuales a decidir libremente su propio destino.

Como decía Chesterton, la persona desvinculada de la familia y de su propia naturaleza es plenamente manipulable por el proyecto consumista. Al totalitarismo no le interesan las familias sanas y fuertes, sino las personas solitarias y desvinculadas. La victoria plena de este “nuevo orden” solo se puede conseguir desterrando el principio de subsidiariedad, hasta eliminar cualquier institución intermedia entre el Estado y el individuo. De esta forma, el ser humano se somete al “dios Estado”, y no le queda más remedio que seguir los dictados del consumismo, en obediencia plena y sumisión a lo políticamente correcto. El pensamiento único se ha convertido en “ley” en nuestros días.

Pero como cristianos tenemos una tarea que realizar: defender la libertad y luchar por los valores humanos y cristianos, aunque nos den bofetadas y seamos políticamente incorrectos.

Pedro Trevijano

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