Peter Steinfels, periodista que estudia
los abusos desde hace décadas, denuncia la manipulación.
El Fiscal General de Pensilvania, Josh Shapiro,
escenografió así su Gran Jurado... una especie de juicio sin defensa y que
ocultó 500 páginas de alegaciones, la prensa usó solo un resumen escabroso.
Grandes
titulares en pleno agosto, y telediarios. Era el Informe Pensilvania,
presentado por el fiscal general de este Estado norteamericano. Constaba de 884 páginas llenas de descripciones de
horribles abusos sexuales. ¿O más bien con 1.356
páginas? Depende.
¿Cifras? No tantas
cifras, en realidad. Habla de 300 clérigos depredadores sexuales y más de mil
víctimas menores de edad, en las 6 diócesis de Pensilvania, desde 1945.
Terrible, sin duda. Pero no da
muchas más cifras: no da porcentajes de clero, ni
de población católica, ni compara con ningún otro colectivo con acceso a niños o implicado en abusos. No
muestra una evolución en el tiempo, no distingue épocas, lugares... ¿Cuántos sacerdotes ha habido desde 1945 en esas seis
diócesis, en Allentown, Erie, Greensburg, Harrisburg, Pittsburgh y Scranton,
para que podamos poner esos 300 en
contexto? No se nos dice.
De hecho,
para ser un informe que tiene 884 páginas en una versión (la online de la
Fiscalía) y 1.356 en otra versión (la oficial, difícil de acceder), casi no hay números ni contextos y en cambio
hay cientos de páginas de detalles sexuales escabrosos con descripciones
minuciosas. Por no haber, no hay ni estadísticas que distingan entre simples
acusados, acusados condenados, acusados que murieron y no pueden defenderse,
etc...
EL
INFORME NO BUSCA ANALIZAR, ENTENDER NI
CLASIFICAR: BUSCA ACUMULAR DESCRIPCIONES ESPANTOSAS.
El
informe se presentó con grandísima atención mediática el 14 de agosto de 2018,
y el 15 de agosto, día de la Asunción (fiesta específicamente católica en
EEUU), todos los periódicos estaban llenos de resúmenes. ¿Resúmenes del informe de 884 páginas? No, resúmenes del resumen entregado por la fiscalía a la prensa, un resumen lleno de frases
incendiarias y adjetivos. Y lleno de omisiones extrañas. Los periodistas, por
supuesto, se limitaron a tomar párrafos morbosos del resumen. ¿Quién iba a
poder dedicarse a analizar 884 páginas,
ya no digamos las otras 460 que no están accesibles en la web de la Fiscalía?
Peter Steinfels disecciona el Informe Pensilvania: es engañoso y no
ayuda a luchar contra los abusos
UN
ESPECIALISTA LO LEE... Y DETECTA SUS FALLOS
Ahora lo
ha conseguido hacer el periodista Peter Steinfels, que ya escribía historias
sobre abusos sexuales del clero católico diez años antes de que el Boston Globe destapara
la extensión de los abusos. Steinfels
fue responsable de la información religiosa de 1988 a 1997 en el New York
Times (periódico sin ninguna afinidad ni afabilidad por la Iglesia).
Fue a los lugares, habló con los expertos...
¿Historias de
abusos, encubridores, obispos ineptos? Ha escrito montones. Después fue editor de la revista Commonweal
y autor de un libro sobre la crisis de la Iglesia en EEUU ("A
people adrift"). Y ahora ha analizado con detalle el
macro-informe que nadie se ha leído pero todos agitan y ha señalado sus
omisiones e incongruencias. Y denuncia que no ayudará a las víctimas ni a la
investigación. Lo ha hecho en un detallado
artículo (9 páginas en letra diminuta) en Commonweal Magazine.
En ReL
vamos a resumirlo en 16 puntos raros e
inquietantes, que señalan que el informe no busca darnos información y
conocimiento para prevenir casos, sino más bien forzar, con una acumulación de
escenas escabrosas, una sospecha y un
cambio legal muy concreto.
1.
UN INFORME DE "GRAN JURADO" NO ES UN JUICIO... NO TIENE GARANTÍAS NI
SE DEFIENDE EL ACUSADO
¿Qué es un informe de un "gran jurado" en EEUU? Consiste en que el Fiscal General de un Estado dedica tiempo, dinero y bastante personal
a recopilar datos de todo tipo y juntarlos en un informe.
No es un juicio, no hay abogado
defensor, no hay derecho de réplica, no hay garantías, no hay juez... se pone en el informe lo que el Fiscal quiere.
Y ya está. No lleva tampoco a un juicio real. Ni hay ninguna autoridad más que
fiscalice o matice el informe. Nadie representa a los acusados o investigados.
Una persona puede figurar en ese informe, simplemente, porque alguien, en algún
documento, le ha mencionado alguna vez, y no puede ser retirado de él.
2.
PRÁCTICAMENTE NADIE SE HA MOLESTADO EN CRITICAR O ANALIZAR DE VERDAD EL INFORME
¿Quién puede impugnar o criticar un "informe de gran jurado"? En teoría los acusados, o críticos bien informados,
investigadores independientes, políticos "del
otro bando", la prensa... Pero en el caso del Informe Pensilvania, "por
supuesto, los obispos estaban paralizados". "¿Quién podía llenar ese hueco? ¿Los periodistas
progresistas, los libertarios civiles, académicos molestos con la enseñanza
católica sobre el aborto y el matrimonio del mismo sexo? ¿Católicos conservadores molestos con el Papa
Francisco? ¿Católicos liberales molestos con la jerarquía conservadora?
Parece improbable", comenta Steinfels. Así, el informe estaba ahí,
como una especie de dogma, de consenso evidente. Pero no lo es.
3.
UNA ACUSACIÓN GRAVE... QUE NO RESPONDE A LOS HECHOS DEL INFORME
Las
personas (incluyendo los periodistas) no leen el informe, sólo leen el resumen,
y en el resumen hay una acusación muy
concreta, sin cifras que lo maticen: "TODAS las víctimas fueron dejadas de lado,
en cada parte del Estado, por los líderes eclesiales que preferían proteger a
los abusadores y la institución ante todo". O, como dice la
introducción del informe, muy citada: "los sacerdotes violaban niñitos y niñitas y
los hombres de Dios responsables de ello no solo no hicieron NADA, sino que lo
escondieron TODO".
Pero no
es cierto. Sí hubo responsables, bastantes, que hicieron distintas cosas que no
eran esconder ni ocultar. Cosas distintas en los años 70, distintas a las de
los 80 y 90, y distintas después de las medidas de la
Carta Dallas (o Estatuto de Dallas) de 2002. Un repaso del mismo
informe lo demuestra. Lo que dice el resumen pasado a la prensa no es lo que se
entiende al analizar los casos.
4.
EL INFORME ESCONDE 450 PÁGINAS, CON LOS DATOS ENVIADOS POR LAS 6 DIÓCESIS
Hay dos
versiones de PDFs del Informe Pensilvania. A la versión colocada en la web
de la oficina del Fiscal General le faltan 450 páginas. "Esas páginas que faltan son respuestas fotocopiadas de las
diócesis, antiguos obispos, funcionarios diocesanos e incluso algunos curas
acusados que aseguran su inocencia. Aunque el informe asegura que a las
diócesis se les invitó a enviar sus declaraciones sobre sus políticas recientes
[contra el abuso] no hay réplicas ni
comentarios con sustancia del Gran Jurado.
5.
LA ESTRUCTURA DEL TEXTO DIFICULTA COMPROBAR LAS ACUSACIONES
El texto
empieza con 12 páginas de introducción muy dura (que leen algunos
periodistas) y después dedica varios cientos
de páginas a los 18 casos más grotescos, tres de cada diócesis. La idea
es ofrecer los 18 casos más repugnantes como modelo de cualquier otro, probado
o no. Las notas para comprobar la documentación que muestran lo que se afirma,
son difíciles de acceder, sea en papel (cientos de páginas después) o en
internet (con un infinito scroll de pantalla).
6.
NI ESTADÍSTICAS NI COMPARACIONES
"No hay ningún cálculo de cuántos hombres fueron ordenados en estas
6 diócesis desde 1945, un número que podría ayudar a verificar o modificar
estimaciones previas de la prevalencia de abusos en el clero. No hay esfuerzos por discernir patrones
estadísticos en las edades de los abusadores, la tasa de abuso por épocas,
las acciones de las fuerzas del orden o los cambios en la respuesta de los
funcionarios eclesiales. No hay
comparaciones tampoco con otras instituciones. Uno se pregunta qué nos
encontraríamos en un escrutinio de 70 o 80 años de abusos en las escuelas
públicas o los correccionales de menores".
7.
CASOS CON MUCHOS AÑOS DE DISTANCIA ENTRE HECHOS Y DENUNCIAS
Un cura
fue ordenado cuando la guerra de Cuba, en 1898 y murió en 1950. Pasados 56 años
de su muerte, en 2006, la diócesis de Venice, Florida, informa a la de
Scranton, Pensilvania, que una
señora asegura que sufrió abusos de ese cura en 1940, durante la Segunda Guerra
Mundial... cuando ella tenía 6 años. La señora ahora ha tenido un ataque
al corazón y quiere poner orden en sus cosas y por eso lo notifica. El obispo
de Scranton y su equipo contactan con ella, condenan el abominable abuso y le
animan a ir a terapia. "Uno puede simpatizar
con la mujer, y sospechar que debió haber más víctimas, si fue así... pero ¿es
este tipo de datos, con historias de
hace 60 años o más, una investigación legal, rigurosa?"
8.
EN GENERAL, FALTA TODO SENTIDO DE LA HISTORIA
Steinfels
ha tratado como periodista especializado casos de abusos desde los 80, aunque
ha sido sensible con el tema desde su adolescencia en los 50. A los 17 años, explica, denunció a un jefe
scout que abusaba de un chico de 14. Los jefes expulsaron al abusador,
pero era maestro, se fue a otro estado y allí siguió abusando. Por casualidad,
Steinfels llegó allí y vio que ninguna
autoridad se tomaba en serio la amenaza del abusador.
Steinfels explica que se han
necesitado muchos años para que
el público y las autoridades tomaran conciencia de cómo funcionaban y dañaban
los abusos, y aún se está aprendiendo a combatirlos.
En los años 80 y 90 muchos
obispos y diócesis empezaron a tomar medidas en
serio. En 2002 cambió todo con la Carta
o Estatuto de Dallas, tras los escándalos del Boston Globe. Según
el estudio John Jay, hubo un incremento
de abusos en los años 60s, un pico en los 70s y fueron declinando en los 80s.
Steinfels
está convencido, como periodista especializado, que desde 2002, con la Carta de Dallas y sus estrictas medidas, aplicadas por
todo el país, las cosas han cambiado mucho. Hay una historia de los
abusos, las cosas cambian y sacar un "informe
general" que no distingue
entre unas épocas y otras y escandaliza en 2018 con historias de 1950 ó
60, como si no se hubieran tomado medidas, es injusto y anti-histórico.
9.
ENVIAR A TERAPIA NO ERA OCULTAR NI TAPAR: SE VEÍA COMO UN MEJOR CONTROL
A partir
de mediados de los años 80, muchos obispos y superiores de congregación
cambiaron su forma de ver los abusos contra menores. Veían ahora que no eran
meros pecados, momentos de descontrol de clérigos descolocados, sino que era
algo psicológico, más similar a una enfermedad mental o adicción. Y pensaban que, como el alcoholismo o la
ludopatía, podía ser tratado. Pero, ¿es cierto? Aún no se sabe.
El desconcierto
sigue aún hoy. En abril de 2011, varios psicólogos hablaban del tema ante
el Parlamento canadiense. Vernon Quinsey, profesor emérito de
psicología en la Universidad de Queen, dijo que “los
intereses sexuales” de los pedófilos “prefieren
los niños pre-púberes” y que “no hay
evidencia de que esta especie de preferencia pueda ser cambiada a través de un
tratamiento ni con ninguna otra cosa”. Su colega Hubert Van Gijseghem aseguraba que la pederastia es como una orientación
sexual más. Y en cualquier caso, otro tema distinto es cuando un
homosexual adulto usa su abuso de poder sobre un adolescente vulnerable para
obtener placer y control sexual.
En
cualquier caso, en los años 80 los
líderes eclesiales creían demasiado en el poder de la terapia... o en la
eficacia de sus centros terapéuticos. Por otra parte, pensaban que reducir al
estado laical a un abusador era soltarlo al mundo, a que siguiera haciendo
cosas malas sin supervisión. ¿No era mejor tenerlo bajo terapia y control,
con alguien que lo supervisase? Pero, por desgracia, los
controles a menudo fueron malos.
10.
EL FRACASO DE LOS CENTROS DE TERAPIA: UN TEMA SIN INVESTIGAR
Steinfels
visitó como periodista un centro de terapia para clérigos llamado Saint Luke Institute en 1992. El personal
médico y psicológico tenía magníficos títulos y estudios. Y estaban convencidos de que después de la terapia, los
que recaían eran muy pocos. "Me
impresionó el rigor de sus métodos, al menos tal como me los describían, y su
argumento de que se protegía mejor a las víctimas teniendo a los abusadores
bajo supervisión. ¿Sobreestimé su capacidad?"
Había
centros especialmente malos e ineficaces: los Sirvientes del Paráclito en Jemez
Springs, Nuevo México, fueron de los peores, soltando abusadores en gran cantidad. Se hundió bajo las querellas.
Pero en 1992 en Saint Luke decían que sus terapias eran muchísimo mejores y más
eficaces que las de 15 o 20 años antes. El
informe Pensilvania no investiga nada sobre las terapias u opciones
terapéuticas, y cada vez que habla de que alguien era enviado a terapia
parece hacerlo como sinónimo de encubrimiento y ocultación o de "no hacer nada". La realidad es que las diócesis y órdenes dedicaron dinero y
esfuerzo a las terapias porque pensaban que ayudarían a las víctimas y a
transformar a los abusadores.
El obispo Trautman, ya jubilado y con 82 años, pastoreó Erie durante 22
años, y ha explicado con detalle las muchas cosas que se hicieron contra los
abusos... pero el Informe Pensilvania no recoge sus informaciones
11.
EL INFORME OMITE MUCHAS ACCIONES BUENAS QUE SE TOMARON: EL CASO DE ERIE
Steinfels
analiza en detalle los fallos del Informe Pensilvania examinando la
diócesis de Erie. Es interesante porque la diócesis de Erie hizo su propia investigación sobre abusos, muy estricta, encargada a
una firma independiente, el Estudio Gates, entrevistando a 113 personas
y examinando más de cien mil documentos, una investigación mucho más seria que la del Gran Jurado.
Además,
el obispo emérito Trautman, que pastoreó la diócesis de 1990 a 2012 ha escrito
largo y tendido y sin tapujos de las medidas que tomó, con la libertad de quien
ya está jubilado y no hace carrera. Cuando Trautman recolocó clérigos lejos de acceso a los niños y bajo
supervisión, constata que "de ninguno de ellos
se sabe que reincidiera".
Pero para el Informe Pensilvania es solo "camuflar"
casos.
Trautman pidió al fiscal del
distrito que repasara todos los archivos
diocesanos en 2002 buscando sospechosos y acusados, y el fiscal constato que "ninguno planteaba un peligro". Y estableció una oficina de protección de
infancia y juventud en 2003. Hizo muchas cosas, y ninguna es evidencia
de que "cubriera casos" o "pusiera la institución sobre las víctimas".
Pues
bien, ninguna de esas medidas aparece
en el Informe Pensilvania.
El
Informe Gates, encargado por la diócesis, muestra con muchos datos que hasta 1982 no se trataron en absoluto los
casos de abusos ("métase en sus cosas", respondía un obispo a un sacerdote que denunciaba
cosas feas). A partir de 1982 se tomaron algunas medidas: el obispo Watson
enviaba los sospechosos a lugares sin niños, como capellanes militares o
conventos, y buscó asesores médicos. El Informe Gates es duro, pero afirma: "la diócesis
de Erie promulgó la primera política de protección de niños hace 30 años,
mucho antes de que lo exigiera la Iglesia y antes de las noticias devastadoras
de Boston, del Estado de Pensilvania, de la gimnasia de EEUU y otras
instituciones".
Uno de
cada tres acusados en Erie lo fue después de 2002 y la Carta de Dallas, con sus
normas estrictas. De esos acusados, 4 estaban ya muertos, unos cuantos habían
dejado el sacerdocio por su cuenta, hace mucho. Los que seguían en ministerio
fueron retirados (sin funciones sacerdotales) y, si se demostraban las
acusaciones, reducidos al estado laical.
Por lo
tanto, dice Steinfels, al analizar una
diócesis concreta se observa que sí se hicieron muchas cosas en la buena
dirección, y desde 1982 el Informe Pensilvania no consigue
señalar ni un caso claro de ocultación o disimulo. Con Trautman, tampoco
documenta lejanía a las víctimas: él personalmente contactó con todas aquellas
de las que supo.
"¿Es engañoso el informe del Gran Jurado de Pensilvania?"
12.
¿CÓMO SE DEFINE "TAPAR" Y "OCULTAR"?
Imaginemos
que una persona sufrió abusos de niño por parte de un clérigo al que sus padres
invitaban a casa, confiados. El clérigo
ya murió. La víctima lo comenta años después al obispo, pero no quiere que
circule la historia: sus ahora ancianos
padres sufrirían y se sentirían culpables. ¿Hemos
de acusar al obispo de "ocultar" o "tapar" el caso por no
llevarlo a fiscalía? Y si la diócesis da una compensación a la víctima: ¿es eso
"silenciar a la víctima"?
Muchos
piden que la Iglesia publique los nombres de los acusados, aunque nunca hayan
sido condenados (y quizá nunca lo sean, porque murieron o prescribió el
delito). El informe acusa a la Iglesia de "ocultarlo
todo" pero, ¿cómo lo define? Textualmente
llama ocultar a 3 cosas, señala Steinfels:
- desanimar a las víctimas para que no vayan a la policía
- dificultar que las autoridades de la ley investiguen
- no informar a las autoridades de los delitos, sino desarrollar "sus propias investigaciones, con sesgo"
- dificultar que las autoridades de la ley investiguen
- no informar a las autoridades de los delitos, sino desarrollar "sus propias investigaciones, con sesgo"
"Este último cargo es irónico, dado que el 90 por ciento o más de los infractores en el Informe [Pensilvania] no
fueron detectados por la policía, sino por esas investigaciones diocesanas",
señala el periodista. Y, de
hecho, "el informe tiene escasa evidencia de
que los funcionarios eclesiales en la iglesia de Erie disuadieran a alguien de
presentar cargos en la policía".
En
cualquier caso, en 2002 la Carta de Dallas adoptada por las diócesis acuerda
comunicar a las autoridades civiles todas las alegaciones, cooperar en las
investigaciones y explicar a las víctimas sus derechos. Dallas ordena también que las diócesis no busquen acuerdos de
confidencialidad (dinero o servicios a cambio de silencio), a menos que
lo pida la víctima.
Steinfels
pregunta: ¿y qué pasa con los obispos que
expulsaron por completo del clero a sacerdotes, informaron a las autoridades
civiles de las acusaciones, pero no publicaron ni anunciaron esas acciones?
¿Eso es "esconder" o "tapar"?
Después
de 2002, cuando la Carta de Dallas estableció que cualquier acusado debía ser
retirado de todo servicio e identificación sacerdotal, los abogados de las
víctimas plantearon una nueva reivindicación: que se publiquen los nombres de
cada acusado, esté vivo o muerto, expulsado o reducido al estado laical. Se
supone que sirve para que otras antiguas víctimas lo vean y salgan a la luz a
contar sus historias. Alguna vez sirve para evitar que más víctimas caigan en sus
redes, pero está orientado más bien a reconstruir el pasado.
Hoy la
diócesis de Erie muestra en su web una larga lista
de individuos "creíblemente acusados de
acciones que, a juicio de la diócesis, descalifican a la persona para trabajar
con niños". Incluye a
sacerdotes y maestros laicos, empleados, voluntarios, a los vivos, a los
muertos hace mucho... incluyendo al obispo Watson, que no actuó para parar los
abusos de los que le informaban.
El obispo
Trautman explicó con detalle su postura al gran jurado: "con razón o sin ella", juzgó que la publicidad
dañaría, no ayudaría, a las víctimas, y que los parientes de los sacerdotes
acusados no debían sufrir el escarnio y ridículo público que vendría con esa
publicidad. Eso era consistente con lo que pedían víctimas, muchas de las cuales no querían que se
publicara el nombre de los culpables por miedo a que alguien los
conectara con ellos e interfiriera en la nueva vida que intentaban reconstruir.
Y, además, "ninguna
ley federal, estatal o canónica exigía hacer públicos los nombres". ¿Es eso "encubrir" u "ocultar"?
13.
PRESUNTOS CULPABLES HASTA QUE SE DEMUESTRE INOCENCIA
En la
práctica, en EEUU, en los casos de abusos eclesiales (y no de otros ámbitos)
hoy se presume que el denunciante por lo general dice la verdad y que la carga
de la prueba cae sobre el denunciado: el acusado debe demostrar que no abusó.
Cuando alguien entra en la categoría "acusación
creíble" forma parte de una lista negra de la que es difícil salir,
aunque no haya habido juicio.
Steinfels
señala algunos casos que hacen pensar. Por ejemplo, un señor que en 2004 dijo que un cura muerto en el 2000 le toqueteó en
1978 y que es la causa de sus problemas mentales; le recomiendan terapia
y denunciar en el fiscal. El señor reaparece
en 2014, diciendo que quiere 20.000 dólares "para
que el caso no salga a la luz". La diócesis prefiere llevar
el tema a la fiscalía. Nunca surge nada más contra el cura muerto en el 2000,
que no puede defenderse y figura en la lista "investigado"...
y seguirá así decenios, parece.
El
informe Pensilvania considera que todo lo que no es publicar los nombres de
acusados (con o sin juicio, vivos o muertos, con o sin posibilidad de
responder) es "ocultar". Pero... ¿por qué debería ser así con la
Iglesia Católica y no con cualquier otra institución, u otros crímenes, desde funcionarios ludópatas a bomberos drogadictos o
maestros maltratadores?
14.
OBJETIVO DEL INFORME: QUE NO PRESCRIBAN DELITOS ANTIGUOS... Y COBRAR
Steinfels
cree que el informe del Gran Jurado de Pensilvania tiene un objetivo "radioactivo", que es implementar una
legislación que ya se usa en California, Mionesota, Hawai y Delaware: que personas de cualquier edad puedan presentar acusaciones
sucedidas en cualquier época, incluso hace medio siglo o más, contra las
diócesis (y no contra colegios o policías). Que sea así, al menos, por
una ventana de un par de años. Pero así
no se castiga a los culpables de antaño (que han muerto o se han retirado) sino
a los católicos de ahora que no tienen nada que ver.
Las
sentencias se basarían en declaraciones de cosas que pasaron hace 40 años o más
y sin más testigos. Las sentencias arbitrarias serían numerosas.
Steinfels
no menciona el famoso cuento de Borges "Emma Zunz",
aunque su sombra planea sobre el debate. En él, una mujer describe con terrible
detalle el asco que sufrió durante una agresión sexual. Los hechos fueron
reales, sólo cambió el nombre del acusado, acusó a un inocente, pero todo
sonaba creíble. Alguien que haya sufrido abusos hace décadas en escuelas
públicas o correccionales juveniles del Estado, sabe que no sacará dinero de
esos abusos, en esos casos ha prescrito. Pero si lo atribuye a cualquier clérigo ya difunto, no habría límite de tiempo.
Una historia creíble bastaría para lograr un resarcimiento.
15.
EL INFORME PENSILVANIA: UNA MITOLOGÍA INJUSTA
El
Informe Pensilvania, con su estilo
escabroso, datos selectos, mucho adjetivo y poco contexto, un informe que no
distingue entre distintas épocas y declara con brocha gorda que ningún
líder hizo nada bueno y todo se escondió (aunque los datos muestran que no fue
así) muestra lo fácil que es manipular al público.
Steinfels,
periodista veterano y buen conocedor de los abusos en entornos clericales,
sentencia: "la herramienta que ha construido
la oficina del Fiscal General es inadecuada,
injusta, un instrumento para desencaminar. Sus atajos no deben ser
enmascarados por su estilo vehemente, estructura confusa y el mero
volumen".
Lo han
hecho así para crear una acusación
mitológica: que durante 7 décadas muchos curas abusaron mientras el
resto de la iglesia escondía los hechos y "no
hacía nada". Esta acusación es falsa, es difamación.
Un
informe de este tamaño (en Illinois y otros sitios pretenden hacer algo
parecido) sólo es útil y honrado, insiste el experto, si distingue entre diócesis, líderes y épocas, si distingue entre lo que
se hacía antes y después de la Carta de Dallas, que cambió las normas. Y
sólo si se reconoce que no solo la Iglesia, sino toda la sociedad ha tenido
distintas actitudes respecto al problema del abuso sexual. Y esto se da sólo si se compara con otras instituciones: deporte, escuela, correccionales...
Peter Steinfels tiene una tesis: la Carta o Estatuto de Dallas ha
funcionado bien contra los abusos desde 2002, y eso debe decirse en Roma en el
encuentro de febrero
16.
CONCLUSIÓN: LA CARTA DE DALLAS DE 2002 FUNCIONÓ BIEN, QUE SE EXPORTE
"La conclusión de una lectura sin prejuicios y cuidadosa de los
datos del Informe Pensilvania muestran esto: la Carta de Dallas funcionó".
Es decir, las normas estrictas
que establecieron los obispos en 2002, con distintas actualizaciones, han
reducido los casos de abusos, han ayudado a detectar casos antiguos y modernos
y están funcionando bien para ayudar a las víctimas y prevenir casos. "La Carta de Dallas no es una receta que pueda
transferirse a cualquier sociedad y cultura o tipo de gobierno del mundo. Pero los obispos norteamericanos deberían ir a la
cumbre de febrero del Vaticano sobre abusos confiados en que las medidas que ya han adoptado han significado
una importante diferencia", concluye Steinfels.
Y la
pregunta que se puede hacer el lector español e hispanoamericano es... si las
medidas de Dallas de 2002, con sus actualizaciones, han demostrado ser
eficaces, ¿no deberían
estar aplicándose en nuestras iglesias, con las adaptaciones que hagan falta?
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