Las parroquias han de introducir cambios
reales para proteger a los fieles, recuerda.
Muchos fieles valorarían poder elegir el anonimato
al confesarse... y eso dificultaría el trabajo a los abusadores.
En las
parroquias hay que acabar con las "salas para confesarse" (sobre todo las salas opacas, en las que no se ve
nada de lo que pasa dentro, con aspecto de despacho de psicólogo) y recuperar los confesionarios, especialmente
los que permiten al penitente mantener su anonimato.
Así lo
propone, en la revista católica Crisis Magazine, Erik
Bootsma, un arquitecto católico de Richmond, Virginia, graduado en el Thomas
Aquinas College de California y en la University of Notre Dame Architecture
School (www.bootsmadesign.com).
A raíz de
los casos de abusos sexuales, hace ya tiempo que en los templos católicos de
EEUU hay normativas que piden que los
despachos y salas parroquiales tiendan a tener paredes transparentes o al menos
translúcidas. Hay que combatir la opacidad, los lugares donde "no se sabe qué pasa". Pero, con el
confesionario, paradójicamente, es bueno que el clérigo no sepa a quién
confiesa, o al menos que el penitente
pueda elegir confesarse sin ser visto.
LAS
"SALAS DE RECONCILIACIÓN", CARA A CARA, FACILITARON ABUSOS
Durante
los años 70 y posteriores, muchas parroquias y clérigos fomentaron el uso de unas salas donde el sacerdote y el penitente se
quedaban a solas, sentados cara a cara, o en sofás, fuera de la vista de
todo el mundo. Eran salas que imitaban al gabinete del psicólogo. Este tipo de
salas discretísimas, cómodas y opacas, lamentablemente, eran idóneas para los
abusadores.
Más aún,
el abusador, antes de llegar al abuso físico o sexual, puede pasar mucho tiempo
practicando un "manoseo emocional" de
las futuras víctimas, incluso en confesionarios. Las reconoce en el
confesionario, ve que son del tipo que le interesa, ve sus reacciones en su
cara, las va dirigiendo y modelando...
Pero en un confesionario con dos espacios
completamente inaccesibles y en el que no se pueda identificar al
penitente, un depredador sexual lo tendría mucho más difícil.
El
problema no está tanto en confesar cara a cara como en hacerlo en espacios
opacos.
DEFENDER
A LOS VULNERABLES IMPLICA TOMAR MEDIDAS
Son temas
feos, pero precisamente no haber abordado estos temas y construir toda la
seguridad sobre el "supongo que no pasará
nada, en mi entorno quiero creer que no hay depredadores" está
en la raíz de cientos de abusos a víctimas que hoy dañan a toda la Iglesia.
Si la
Iglesia quiere proteger a los vulnerables, debe tomar medidas y cambiar
estructuras...
incluyendo los confesionarios. Y los fieles tienen el derecho y el deber de
pedir a la jerarquía (empezando por su párroco) que los espacios sean seguros.
"Como católico impactado por las revelaciones y arquitecto que se dedica casi exclusivamente a construir y remodelar iglesias católicas, querría ofrecer una sugerencia pequeña pero práctica para prevenir abusos en el futuro. La Iglesia debe pedir que se deje de confesar cara a cara en 'salas de reconciliación'", explica Bootsma.
"Como católico impactado por las revelaciones y arquitecto que se dedica casi exclusivamente a construir y remodelar iglesias católicas, querría ofrecer una sugerencia pequeña pero práctica para prevenir abusos en el futuro. La Iglesia debe pedir que se deje de confesar cara a cara en 'salas de reconciliación'", explica Bootsma.
El
arquitecto recuerda que los confesionarios nacen, precisamente, en el siglo
XVI, décadas después del Concilio de Trento, precisamente porque el obispo San Carlos Borromeo vio que eran útiles para
combatir abusos.
A Bootsma
no le gustan las "salas de
reconciliación" porque quitan misterio y simbolismo en la
confesión, el penitente no se arrodilla ante Dios, que está siempre en lo
Misterioso aunque use al sacerdote, sino que charla sentado igual a igual con
el sacerdote como si fuera una terapia humana. "Aunque
pueda haber beneficios en este método de confesión, el potencial para el abuso
se mantiene. La prudencia me dictaría hacer
todo lo que podamos para minimizar las posibilidades de abusos", insiste.
INCLUSO
BUENOS SACERDOTES PUEDEN SER CHANTAJEADOS
De hecho,
la opacidad en "salas de reconciliación" es
peligrosa incluso para sacerdotes intachables. Un par de chantajistas estafadores podrían decirle: "el otro día, estuve en
esta sala opaca contigo; nadie sabe qué pasó dentro. Te acusaré de abusos
y mi amigo hará de testigo y dirá que los vio. Podrás evitarlo si nos pagas un
buen dinero o hundiremos tu reputación". La regla de oro, pues, es
la visibilidad y la transparencia.
"Si queremos evitar los abusos, un sacerdote y un parroquiano no deberían estar nunca solos en el mismo
espacio", constata,
por triste que resulte, el arquitecto.
Abandonar las salas opacas y recurrir a buenos confesionarios no necesita concilios ni documentos episcopales: es, simplemente, cuestión de que cada parroquia se conciencie y tome la decisión.
Abandonar las salas opacas y recurrir a buenos confesionarios no necesita concilios ni documentos episcopales: es, simplemente, cuestión de que cada parroquia se conciencie y tome la decisión.
PANTALLAS
OPACAS O TRANSPARENTES Y ESPACIOS SEPARADOS
Bootsma
describe como deben ser los confesionarios. "Deben
consistir en dos espacios separados,
cada uno con una entrada distinta, para el sacerdote y para el penitente.
Ambos espacios deben conectarse mediante una pantalla metálica adecuadamente
fijada, como manda el Derecho Canónico (canon 964, párrafo 2). Con un asiento o
reclinatorio para el penitente, el sacerdote puede ofrecer la confesión de
forma segura manteniendo la separación. Si
algunos penitentes aún desean tener contacto visual, puede construirse una
pantalla pequeña deslizable opaca sobre otra transparente, que el
penitente puede mover para permitir el contacto visual, de nuevo manteniendo
plena separación".
Bootsma
cree que habría que explicar a los sacerdotes que las confesiones anónimas
deberían ser la norma, no la excepción.
A
LA VISTA DEL SEÑOR EN EL TABERNÁCULO
"Finalmente, la regulación sobre confesionarios debería ordenar que
se coloquen en la nave de la iglesia, a
la vista del santuario y el tabernáculo. No se puede descontar la importancia
de tener al Señor mismo presente durante el Sacramento de la Confesión.
No solo refuerza la importancia de la confesión como algo integral a la vida de
la fe, sino que el poder de Cristo presente en la Eucaristía no debe
menospreciarse".
Bootsma
explica que sus propuestas nacen de muchos años trabajando con docenas de
parroquias y cree que ayudan también a reforzar el sentido de sacralidad del
espacio y la acción.
"Por el bien de los fieles en la Iglesia Católica, debemos dar pasos concretos a la prevención de
abusos, y necesitamos comprometernos, no importa lo que pequeños o inusuales que sean, ahora más que
nunca", insiste.
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