Si hubiera visto a
cónyuge como alguien que Dios creó especialmente para mí, nunca la habría
faltado al respeto tan a menudo como lo hice.
Por: Jimmy Evans | Fuente: Marriage Today // Píldoras de Fe
Hace muchos años, Karen y yo estuvimos una al
lado del otro frente al altar del Señor, prometiendo amarnos y honrarnos el uno
al otro "hasta que la muerte nos separe". Les aseguro que yo no
tenía ni idea de en qué me estaba metiendo.
Había hecho (y roto) promesas antes, y debo
admitirlo: esos votos eran poco más que las palabras que tenía que decir si
quería casarme. Estaba repitiendo lo que debía repetir en el altar. Mi mente
estaba centrada solo en la parte divertida de la boda que estaba por venir. El
beso y la luna de miel...
No es que tuviera la intención de tomar mis
votos a la ligera. Comprendí que el
matrimonio era algo sagrado y tenía la intención de mantener mi parte
del trato. Después de todo, yo estaba enamorado de Karen hasta lo más profundo.
Pero el concepto de Dios uniendo sobrenaturalmente nuestros corazones y almas en
alianza, les confieso que fue extraño para mí.
DIOS FUE QUIEN NOS UNIÓ EN MATRIMONIO
Por mucho que nos amamos, nunca se me ocurrió que Dios fue quien nos
unió. A los ojos de Dios, nuestra historia fue mucho más significativa
que dos niños pequeños que se enamoraron y decidieron engancharse.
La Escritura nos enseña que Dios está
íntimamente involucrado en nuestras vidas. La historia de Adán y Eva nos
muestra que nuestro compañero es alguien creado por Dios específicamente con
nosotros en mente.
Dios
formó a Adán y Eva para construir una relación de amor para toda la vida, caminar juntos de la mano
en el jardín, mantenerse mutuamente abrigados por la noche, resolver problemas
cuando no estaban de acuerdo, crecer en amor y aprender a navegar la vida
juntos como una pareja casada.
Dios trajo a Karen a mi vida con el mismo
propósito. Ella fue creada para mí. Yo
fui creado para ella. Dios nos imaginó como una pareja mucho antes de
que nos conociéramos.
Dios sabía exactamente lo que yo necesitaba en
una compañera de vida. Él creó a Karen con los dones, talentos y atributos que
yo más necesitaba en una esposa. Él me creó a mí además para satisfacer las
necesidades de ella también y entregarme por ella.
Dios
nos unió y empujó nuestra relación para lograr las metas
que ninguno de nosotros estaba preparado para lograr por nuestra cuenta. Cuando
nos paramos ante Él en el altar, Él
unió de manera sobrenatural nuestros corazones y nuestras vidas en la
sagrada alianza del matrimonio.
Ahora puedo verlo con mayor claridad. Pero
mirando hacia atrás, veo lo poco preparados que estábamos, lo inmaduros que
éramos y lo poco que entendíamos sobre lo que nos estábamos metiendo. Apenas
sobrevivimos esos primeros años.
MIRA A TU CÓNYUGE A TRAVÉS DE LOS OJOS DE DIOS
Pero esto es lo que sé: si hubiera visto a Karen
como alguien que Dios creó especialmente para mí, nunca la habría faltado al respeto tan a menudo como lo hice en
nuestros primeros años juntos. Nunca la hubiera tomado por sentado. La habría
amado más, la habría tratado mejor y habría sido más paciente, considerado y
tierno.
Hubiera
escuchado mejor y hubiera trabajado más para
satisfacer sus anhelos necesidades. La
habría apreciado, nutrido, alentado, atesorado y ayudado a convertirme
en lo que Dios quería que fuera.
Si hubiera visto nuestra relación desde la perspectiva de Dios, la
diferencia habría sido asombrosa.
Hoy, te desafío a mirar a tu pareja a través de
los ojos del Dios que te unió por una razón.
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