viernes, 14 de septiembre de 2018

EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ, SÍMBOLO DE NUESTRA SALVACIÓN (14 SEP)


Principio del formulario
La Exaltación de la Santa Cruz celebra tres acontecimientos históricos. El hallazgo del Vera Cruz por Santa Elena, madre del emperador Constantino. La dedicación de iglesias construidas por Constantino en el sitio del Santo Sepulcro y Monte Calvario. Y la restauración de la Vera Cruz a Jerusalén por el emperador Heraclio II. Pero en un sentido más profundo, la fiesta celebra la Santa Cruz como el instrumento de nuestra salvación. Estos tres puntos son comunes a la celebración del 14 de septiembre y a la del 3 de mayo.
Este instrumento de tortura, diseñado para degradar el peor de los criminales, se convirtió en el árbol que da vida.
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Que invierte el pecado original de Adán y Eva cuando comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal en el Jardín del Edén.
Nosotros recordamos con mucho cariño y veneración la Santa Cruz porque en ella murió nuestro Redentor Jesucristo. Y con las cinco heridas que allí padeció pagó Cristo nuestras inmensas deudas con Dios y nos consiguió la salvación.

SUCESOS SOBRENATURALES PARA EL DESCUBRIMIENTO DE LA SANTA CRUZ
Después de la muerte y resurrección de Cristo, las autoridades judías y romanas en Jerusalén hicieron esfuerzos para oscurecer el Santo Sepulcro, la tumba de Cristo en el jardín cerca del lugar de su crucifixión. La tierra había sido amontonada a lo largo del sitio, y templos paganos se había construido en la parte superior de la misma. La cruz en la que Cristo había muerto había estado oculta (dice la tradición) por las autoridades judías en algún lugar de los alrededores. Según la tradición, mencionada por primera vez por San Cirilo de Jerusalén en el año 348, Santa Elena, llegando al final de su vida, decidió bajo inspiración divina viajar a Jerusalén para excavar el Santo Sepulcro y tratar de localizar la Vera Cruz. Un judío de nombre Judas, consciente de la tradición relativa a la clandestinidad de la Cruz, los llevó a excavar al lugar en el que estaba escondido el Santo Sepulcro. Tres cruces fueron encontrados en el lugar. Según una tradición, la inscripción Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum (“Jesús de Nazaret, Rey de los Judios”) permaneció unido a la Vera Cruz. Pero de acuerdo con una tradición más común, sin embargo, la inscripción faltaba, y Santa Elena y San Macario, obispo de Jerusalén, suponiendo que se trataba de la Vera Cruz y de las que pertenecían a los ladrones crucificados junto con Cristo, ideó un experimento para determinar que era la Vera Cruz.
En una versión de esta última tradición, las tres cruces fueron llevados a una mujer que estaba cerca de la muerte.
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Cuando tocó la Vera Cruz ella fue sanada.
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En otra, el cuerpo de un hombre muerto fue llevado al lugar donde se encontraron las tres cruces, y lo pusieron sobre cada cruz.
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La Vera Cruz restauró el muerto a la vida.

RECUPERACIÓN DE LA SANTA CRUZ

Como dijimos, hacia el año 320 la Emperatriz Elena de Constantinopla encontró la Vera Cruz, la cruz en que murió Nuestro Señor Jesucristo.
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La Emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el sitio del descubrimiento la Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia.
Le pusieron por nombre la basílica de la “Resurrección”. La consagraron el 14 de septiembre. Como consecuencia, este día se eligió para celebrar la fiesta que se llama la “Exaltación de la preciosa y vivificadora Cruz”. El rey Cosroes II de Persia, en el año 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz, poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo.
Pero en el 628 el emperador Heraclio logró derrotarlo, recuperó la Cruz y la llevó de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año.
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Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.
Al llegar de nuevo la Santa Cruz a Jerusalén, el emperador dispuso acompañarla en solemne procesión, pero vestido con todos los lujosos ornamentos reales. Y de pronto se dio cuenta de que no era capaz de avanzar. Entonces el Arzobispo de Jerusalén, Zacarías, le dijo: “Es que todo ese lujo de vestidos que lleva están en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo, cuando iba cargando la cruz por estas calles”. Entonces el emperador se despojó de su manto de lujo y de su corona de oro, y descalzo, empezó a recorrer así las calles y pudo seguir en la piadosa procesión. Los fragmentos de la santa Cruz se encontraban en el cofre de plata que se habían llevado los persas. Y cuando el patriarca y los clérigos abrieron el cofre, todos los fieles veneraron las reliquias con mucho fervor, incluso, se produjeron muchos milagros.
La Santa Cruz (para evitar nuevos robos) fue partida en varios pedazos.
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Uno fue llevado a Roma, otro a Constantinopla, un tercero se dejó en un hermoso cofre de plata en Jerusalén.
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Otro se partió en pequeñísimas astillas para repartirlas en diversas iglesias del mundo entero, que se llamaron “Veracruz” (verdadera cruz).

LAS FIESTAS DE LA SANTA CRUZ
La fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz es de origen palestino y tiene resabios de ese origen local.
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El 14 de septiembre, se exponía y veneraba la Santa Cruz para que los fieles pudieran satisfacer su devoción.
Un obispo subía a una tribuna ricamente adornada, y después de haber venerado el santo madero, lo levantaba (exaltaba) y lo mostraba al pueblo arrodillado. A esta ceremonia se la denominó “Exaltación de la Santa Cruz”. Esta fiesta era ya celebrada en Constantinopla en tiempos de san Juan Crisóstomo († 407). Siendo el primer testimonio de una reliquia de la cruz venerada en Jerusalén el que se conserva de San Cirilo de Jerusalén en su primera catequesis mistagógica pronunciada hacia el año 348. Esta fiesta está enraizada con el día de la Expiación: ”El décimo día de este séptimo mes será el día de la Expiación, en el que ofreceréis durante siete días la fiesta de las Tiendas en honor del Señor. Durante siete días habitaréis en cabañas (Levítico 23). En España el mayor trozo de la cruz de Cristo se conserva en el santuario de Santo Toribio de Liébana, en plenos Picos de Europa. Traído en tiempos de don Alonso I el Católico, Rey de Asturias y yerno del Rey don Pelayo, por el mismo Santo Toribio, obispo de Astorga, desde Jerusalén. Y que fue muy venerada por los peregrinos venidos de todas partes en los Años Santos Lebaniegos. En el siglo XI y según los lugares, tenía la misma consideración que las fiestas privilegiadas de algunos Apóstoles, la de san Miguel o la de la Circuncisión. Las Iglesias galicanas no conocían esta fiesta, pero celebraban otra en honor de la Santa Cruz, con idéntico fin, el día 3 de mayo. Al principio esta fiesta no era fija, pues caía en primavera entre la octava de Pascua y los días de las Rogativas y  se conocía con el nombre de “Invención de la Santa Cruz”. Uno de los testimonios más antiguos de esta fiesta, con el nombre de Dies Sanctae Crucis, es el Leccionario de Silos, escrito hacia el año 650. En España se celebra desde tiempo inmemorial, el día 3 de mayo, la fiesta de la Invención de la Santa Cruz, con la denominación de La Cruz de Mayo. Es de carácter popular, celebrándose en las distintas regiones con ritos especiales en los que el elemento principal son las flores. En los calendarios litúrgicos mozárabes sólo aparece la fiesta del 3 de mayo con el título de “Inventio Sanctae Crucis”.

ENTRE LOS ORTODOXOS
Los Ortodoxos festejan esta fiesta también el 14 de septiembre.
El tropario de la fiesta era, se podría decir, como el himno nacional que se cantaba en todas ocasiones públicas de los Imperios Cristianos de Bizancio y de Rusia. Originalmente rogaba a Dios a salvar al pueblo, concederles la victoria en las guerras, y a conservar el Imperio “por el poder de la Santa Cruz.” Sin embargo, hoy en día, este tropario tal como todos los demás himnos del día son “espiritualizados”. Los “enemigos” ahora se refieren a los espiritualmente malos, incluyendo al demonio y todas las fuerzas del mal. Y en lugar de pedir por los gobernantes del estado individualmente, se pide ahora por todos los “cristianos ortodoxos,” y el mundo entero. Himno de la Cruz – Salva, oh Señor, a Tu Pueblo, y bendice a Tu Heredad. Concede a Tu Iglesia la victoria sobre sus enemigos. Y protege al mundo por Tu Santa Cruz. Kontakion – Oh Tú que, por Tu propia Voluntad, fuiste levantado sobre la Cruz, concede Tu Compasión a Tu pueblo nuevo, llamado por Tu Nombre, Oh Cristo Dios. Alegra Con Tu Poder a nuestros files gobernantes, dándoles victoria sobre sus enemigos; Que les sea Tu Cruz un arma de paz y una victoria invencible. La fiesta de la Elevación de la Santa Cruz, a pesar de que obviamente tuvo un origen político, goza hoy de gran significado en la Iglesia. Es un día de ayuno y de oración.

TESTIMONIOS
A San Antonio Abad (año 300, fiesta el 17 de enero) le sucedió que el demonio lo atacaba con terribilísimas tentaciones y cuentan que un día, angustiado por tantos ataques, se le ocurrió hacerse la señal de la Cruz, y el demonio se alejó. En adelante cada vez que le llegaban los ataques diabólicos, el santo hacía la señal de la cruz y el enemigo huía. Y dicen que entonces empezó la costumbre de hacer la señal de la cruz para librarse de males. De una gran santa se narra que empezaron a llegarle espantosas tentaciones de tristeza. Por todo se disgustaba. Consultó con su director espiritual y este le dijo: “Si Usted no está enferma del cuerpo, ésta tristeza es una tentación del demonio”. Le recomendó la frase del libro del Eclesiástico en la S. Biblia: “La tristeza no produce ningún fruto bueno”. Y le aconsejó: “Cada vez que le llegue la tristeza, haga muy devotamente la señal de la cruz”. La santa empezó a notar que con la señal de la cruz se le alejaba el espíritu de tristeza. Cuando Nuestra Señora se le apareció por primera vez a Santa Bernardita en Lourdes (Año 1859), la niña al ver a la Virgen quiso hacerse la señal de la cruz. Pero cuando llegó con los dedos frente a la cara, se le quedó paralizada la mano. La Virgen entonces hizo Ella la señal de la cruz muy despacio desde la frente hasta el pecho, y desde el hombro izquierdo hasta el derecho. Y tan pronto como la Madre de Dios terminó de hacerse la señal de la cruz, a la niña se le soltó la mano y ya pudo hacerla ella también. Y con esto entendió que Nuestra Señora le había querido dar una lección: que es necesario santiguarnos más despacio y con más devoción.

EL SIGNO DE LA CRUZ
La cruz es la manifestación suprema del amor de Dios que en ella murió para salvarnos. La cruz es el poder de Dios para vencer el pecado, forma de vida esencial para el verdadero cristiano. Por amor, aplicamos el poder de la cruz, crucificando todo pecado y tendencia contraria al amor de Dios.
La Cruz es el símbolo primordial de los cristianos y es uno de los pocos símbolos generalmente aceptados por todas las confesiones cristianas.
Durante los tres primeros siglos del cristianismo quizás no se utilizó mucho el signo visible de la cruz entre los cristianos. Hay que entender que la Iglesia era perseguida y la cruz era para la cultura pagana signo de castigo, de derrota y de mal. Por eso los cristianos utilizaban otras figuras como la del Buen Pastor, el pez, el ancla, la paloma, tal como vemos en las catacumbas de Roma. Pero sería falso decir que los cristianos de los primeros siglos rechazaban la cruz. Al contrario, la llevaban siempre en su corazón. Ya desde las Sagradas Escrituras era signo primordial del cristiano. A partir del siglo IV la cruz ha sido el símbolo por excelencia para representar a Cristo y su misterio de Salvación. Desde el sueño del emperador Constantino en el año 312 (“con esta señal vencerás”), el cual precedió a su victoria en el puente Milvio, y el descubrimiento de la verdadera Cruz de Cristo, en Jerusalén, por la madre del mismo emperador, Santa Elena, el signo de la cruz se propagó.
Las primeras representaciones pictóricas o esculturales de la Cruz ofrecen a un Cristo Glorioso, con túnica larga, con corona real.
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Está en la Cruz, pero como vencedor, el Resucitado.
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Era necesario que fuese así para enseñar que la cruz es la victoria.
En la Edad Media se hizo necesario enseñar más sobre la humanidad de Cristo y el valor de Su sufrimiento y del nuestro unido a Él. Se le representará en su estado de sufrimiento y dolor como lo conocemos hoy día. La Cruz resume toda la teología sobre Dios, sobre el misterio de la salvación en Cristo, sobre la vida cristiana.  La Cruz nos representa a un Dios trascendente, pero cercano. Un Dios que ha querido vencer el mal con su propio dolor. Un Cristo que es Juez y Señor, pero a la vez Siervo, que ha querido llegar a la total entrega de sí mismo, como imagen del amor y de la condescendencia de Dios. Un Cristo que en su Pascua ha dado al mundo la reconciliación y la Nueva Alianza entre la humanidad y Dios.
La Cruz ilumina toda nuestra vida. Nos da esperanza. Nos enseña el camino.
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Nos asegura la victoria de Cristo, a través de la renuncia a sí mismo.
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Y nos compromete a seguir el mismo estilo de vida para llegar a participar en el cielo de la vida del Resucitado.
La Cruz, que para los Judíos era escándalo y para los griegos necedad (Cf. 1Cor 1,18-23), que escandalizó también a los discípulos de Jesús, se ha convertido en nuestro mejor símbolo de victoria y esperanza, en nuestro más seguro signo de salvación y de gloria.

Fuentes:

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