jueves, 23 de agosto de 2018

¿POR QUÉ LOS MENSAJES DE FÁTIMA Y LOS DADOS A SANTA FAUSTINA HABLAN TANTO DEL INFIERNO?


Están consideradas como dos apariciones de mayor trascendencia del siglo XX. Fueron aprobadas por la Iglesia. Son la aparición de Nuestra Señora a los niños de Fátima y la aparición de Nuestro Señor a Santa Faustina Kowalska. 
En estas apariciones, la Santísima Virgen María y Jesucristo instan a la humanidad a rechazar el pecado y a orar incesantemente. 
Hay que verlas en conjunto, como partes de una misma estrategia.
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Que es insistir en que los pecadores se conviertan, orar por ellos, y mostrar las consecuencias terribles de seguir en el pecado y no aceptar la salvación que propone Dios.
Luego cada una de ellas tuvo aspectos particulares. Pero el núcleo central de ambas es el mismo. Por lo que podemos considerarlas partes de una misma movida del cielo.

VISUALIZACIÓN DE LA CONSECUENCIA DEL PECADO Y ORACIONES POR LOS PECADORES
Las apariciones de Fátima comenzaron en 1917 mientras que las de Santa Faustina en 1931. De modo que podemos ver que en las tres primeras décadas del siglo XX el cielo consolidó una estrategia que llega a nuestros días.
Esa estrategia por ejemplo la vemos continuar en las apariciones de Medjugorje.
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Porque no sólo presenciamos que los mensajes son fuertes apelaciones a la conversión de los pecadores.
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Sino que incluso los videntes también fueron llevados al infierno, lo mismo que los videntes de Fátima y a Santa Faustina.
La oración es la pieza clave adicional de esta estrategia.
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Por un lado, Nuestra Señora exaltó a los videntes de Fátima el poder del rezo diario del Rosario para conversión de los pecadores. 
Y por otro, Nuestro Señor le enseñó a la Hermana Faustina la Coronilla de la Divina Misericordia.
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Para apelar a la misericordia de Dios, especialmente en favor de los pecadores y moribundos.
El mensaje de Dios para nosotros es inequívoco: la vida es breve, el tiempo para la misericordia y el perdón es ahora. Cuando Cristo regrese, al final de la Historia, será como Justo Juez que separa a los buenos de los malvados. Los justos disfrutarán de la Visión Beatífica en el Cielo.  Los condenados se quemarán para siempre en el fuego inextinguible del Infierno. Dado que muchos hoy día niegan la existencia del Infierno, vale la pena recordar que durante estas apariciones, tanto la Hermana Lucía como Santa Faustina presenciaron el Infierno de primera mano y escribieron sobre sus horrores.

LA VISIÓN DEL INFIERNO EN FATIMA
En Fátima, María le dijo a Lucía, Jacinta y Francisco que muchas personas iban al Infierno, porque no tenían a nadie que orara u ofreciera sacrificios por ellos.
Ella luego les mostró a los niños el Infierno, el cual la Hermana Lucía describe en su libro Memorias. “[María] abrió Sus manos una vez más, como Ella lo había hecho en los dos meses anteriores.  Los rayos [de luz] parecían penetrar la tierra y nosotros vimos, en aquel lugar, un vasto mar de fuego.  Hundido en este fuego, vimos a los demonios y a las almas [de los condenados].  Estas últimas eran como candiles transparentes ardientes, todos ennegrecidos o barnizados en bronce, con forma humana.  Estaban flotando en esa conflagración, ahora elevados al aire por las llamas que surgían desde su interior, junto con grandes nubes de humo. Ahora se replegaban por todos lados como chispas en un inmenso fuego, sin peso o equilibrio, en medio de gritos y gruñidos de dolor y desesperación. Lo cual nos horrorizó y nos hizo temblar de miedo (tuvo que haber sido esta visión lo que causó que gritara, como la gente dice que se me escuchó hacerlo).  Los demonios se distinguían [de las almas de los condenados] por su aterradora y repelente similitud con animales atemorizantes, negros y transparentes como carbones encendidos.  Esa visión solo duró un momento, gracias a nuestra Buena Madre Celestial, quien en la primera aparición nos prometió llevarnos al Cielo.  Sin eso, creo que hubiéramos muerto de terror y miedo.”

LA VISIÓN DEL INFIERNO DE SANTA FAUSTINA
A lo largo de su vida, la Hermana Faustina Kowalska, la monja polaca quien a duras penas sabía leer y escribir, recibió visiones de Cristo, durante las cuales nuestro Señor le dio instrucción.
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Y además le dictó la Coronilla de la Misericordia, que es junto con el Rosario el dúo de coronas más rezado en la Iglesia Católica.
Faustina registró estas conversaciones en su diario, que luego fue publicado como: El Diario de Santa María Faustina Kowalska: La Divina Misericordia en mi Alma.

Aquí Santa Faustina cuenta su experiencia del Infierno y detalla gráficamente varios tormentos sin fin, infligidos sobre los condenados: Hoy fui dirigida por un ángel al abismo del inferno.  Es un lugar de gran tortura; ¡cuán impresionantemente grande y extenso es!  Los tipos de tortura que vi: la primera tortura que constituye el infierno es la pérdida de Dios; la segunda es el remordimiento perpetuo de la conciencia; la tercera es que la condición de uno nunca cambiará; la cuarta es el fuego que penetrará el alma sin destruirla — un sufrimiento terrible, dado que es un fuego puramente espiritual, encendido por la ira de Dios; la quinta tortura es oscuridad continua y un olor terrible, sofocante y a pesar de la oscuridad, el diablo y las almas condenadas pueden verse entre sí y toda su maldad, propia y de los demás; la sexta tortura es la horrible desesperación, el odio a Dios, las palabras viles, maldiciones y blasfemias.  Estas son las torturas sufridas en conjunto por todos los condenados, pero que no son el fin de sus sufrimientos. Existen torturas especiales destinadas para almas particulares.  Estas consisten en el tormento de los sentidos. Cada alma padece sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionados con la manera en que haya pecadoHay cavernas y fosas de tortura donde una forma de agonía se diferencia de otra. Pude haber muerto con sólo mirar esas torturas si la omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido. Deja que el pecador sepa que será torturado por toda la eternidad, en aquellos mismos sentidos que lo llevaron a pecar. Escribo esto ante la orden de Dios, de manera que ninguna alma encuentre excusa para decir que no hay infierno, o que nadie ha estado allí y por eso nadie dice cómo es”.

REVELACIONES IMPORTANTES
La Iglesia afirma la existencia del infierno, su eternidad y naturaleza. Por ejemplo dice que el principal dolor del Infierno es la propia separación de Dios y que también hay privaciones físicas además de la muerte espiritual. Pero no describe la condenación eterna en detalle. Las visiones de la Hermana Lucía y Santa Faustina son revelaciones privadas, no la infalible Palabra de Dios. Sin embargo, las narraciones de estas heroicas mujeres de fe no pueden descartarse. Aquellos que ignoren tales testimonios lo hacen a su propio riesgo. En última instancia, es nuestra decisión de pecar o amar la que determina si pasaremos la eternidad en el Infierno. Dios respeta nuestro libre albedrío, aun cuando escogemos la perdición en lugar de escogerlo a Él.
La presencia en ambas apariciones de visiones del infierno no deben ser tomadas como truculentas imágenes tipo Hollywood.
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O como un escándalo doloroso que hay que borrar de la mente para quedar en paz.
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Sino como un mensaje de que si elegimos el lado equivocado lo vamos a pagar por toda la eternidad.
Y especialmente nos avisa que tenemos armas, como el Rosario y la Coronilla de la Misericordia.
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Con el fin de apelar a la gracia de Dios para que nos aparte del pecado a nosotros y a nuestros seres queridos.
Todo este esfuerzo del cielo es porque muchos van camino a la perdición, y Dios quiere que todos se salven.

LOS SANTOS SIEMPRE HAN DICHO QUE SON POCOS LOS QUE SE SALVAN
Antes de las apariciones de Fátima y a Santa Faustina Kowalska los santos dijeron unánimemente que la mayoría va al infierno.
Veamos algunas frases de ellos.
“Señor, ¿son pocos los que se salvan? Pero Él les dijo: esforzaos a entrar por la puerta estrecha, porque muchos, os digo, tratarán de entrar y no podrán”, Lucas 13: 23-24 “Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos”, Marcos 20:16 “No todos, ni siquiera la mayoría, se salvan” San Agustín, Doctor y Padre de la Iglesia. “El número de los salvados es tan sólo el número de las uvas después de que los viñadores han pasado”, San Juan María Vianney. “Medita sobre los horrores del infierno que durarán por la eternidad a causa de un pecado mortal cometido fácilmente. Trata duramente para estar entre los pocos que son elegidos.Piensa en las llamas  eternas del infierno, y qué pocos son los que se salvan”, San Benito José Labre. “La mayor parte de los hombres eligen ser condenado en lugar de amar a Dios Todopoderoso”, San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia. “Una multitud de almas caen en las profundidades del infierno, y es de fe que todos los que mueren en pecado mortal están condenados por los siglos de los siglos. Según las estadísticas, aproximadamente 80.000 personas mueren cada día. ¿Cuántos de ellos morirán en pecado mortal, y cuántos serán condenados? Porque, como ha sido su vida, también será su fin”, San Antonio María Claret. “He aquí, ¡cuántos hay que son llamados, y qué pocos que son elegidos! Y he aquí, si no tienes cuidado, tu perdición es más segura, sobre todo porque el camino que lleva a la vida eterna es muy estrecho”, San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia. “Muchos empiezan bien, pero pocos son los que perseveran”, San Jerónimo, Doctor y Padre de la Iglesia. “El número de los elegidos es tan pequeño, tan pequeño, que si fuéramos a saber lo pequeño que es, deberíamos desmayarnos por el dolor”, San Luis María Griñón de Montfort. ”No hablo precipitadamente, como lo siento y pienso. No creo que muchos obispos se salven, los que se pierden son muchos más numerosos”, San Juan Crisóstomo, Doctor y Padre de la Iglesia. “Lo que voy a decir es terrible, pero no voy a ocultarlo. De esta ciudad densamente poblada con sus miles de habitantes no se salvarán un centenar de personas. Incluso dudo si tanto tantos como eso”, San Juan Crisóstomo, Doctor y Padre de la Iglesia. “Los salvados son pocos, pero hay que vivir como los pocos, si queremos ser salvos con los pocos de Dios. Muy pocos de hecho lo son aún entre aquellos pocos que desean serlo”, San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia. “Si quieres estar bastante seguro de su salvación, esfuérzate por estar entre los más pocos de los pocos. No sigas a la mayoría de la humanidad, sino sigue a los que renuncian al mundo y nunca relajan de día o de noche sus esfuerzos a fin de que puedan alcanzar la eterna bienaventuranza”, San Anselmo, doctor de la Iglesia. “Todas las personas que desean ser salvados, pero la mayor parte, no van a adoptar los medios para ser salvados, caen en pecado y se pierden. De hecho, los elegidos son muchos menos de los condenados; los réprobos son mucho más numerosos que los elegidos”, San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia. “Tiemblo cuando veo tantas almas perdidas en estos días. Veo caer en el infierno como a las hojas que caen de los árboles en la proximidad del invierno”, San Juan María Vianney. “Con la excepción de los que mueren en la infancia, la mayoría de los hombres serán condenados”, San Regimius de Reims. “¡Ah, cuántas almas pierden el Cielo y se echan en el infierno!” San Francisco Javier. “El rebaño de Cristo se llama ‘pequeño’ en comparación con el mayor número de los condenados”, San Beda el Venerable, Doctor y Padre de la Iglesia. “Hay muchos que llegan a la fe, pero pocos que son guiados al reino de los cielos”, Papa San Gregorio Magno, Doctor y Padre de la Iglesia. “Algunos dirán, es suficiente para que pueda ser salvo. No, dice San Agustín, no es suficiente. Si dices que es suficiente, te perderás”, San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia. “Muchos religiosos irán al infierno porque no mantienen sus votos”, San Vincente Ferrer. “Muchas personas van a morir, y casi todos ellos se van al infierno. Así que muchas personas caerán en el infierno”, Santa Jacinta de Fátima. “El que abusa demasiado de la misericordia de Dios será abandonado por Él”, San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia. “A pesar de garantías de que Dios no creó ningún hombre por el Infierno, y que Él quiere que todos los hombres se salven, sigue siendo igualmente cierto que sólo unos pocos serán salvados. Sólo unos pocos irán al cielo y la mayor parte de la humanidad se perderá para siempre”, San John Neumann.

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