Hoy he leído la
tremenda e impactante carta del exnuncio en Washington DC, el arzobispo Viganò.
Ninguna noticia eclesial me ha impactado tanto en toda mi vida como estas once
páginas en las que acusa a obispos, cardenales y al Papa, al que le pide que
renuncie.
PRIMERO
Pero el arzobispo, al hablar del
Papa, varias veces parece olvidar que “no actuar” no
es lo mismo que “encubrir”. No actuar contra
un cardenal ya jubilado no es lo mismo que encubrir. Varias veces da tales
términos por equivalentes. Pero, en el caso de un cardenal jubilado, NO es lo mismo.
SEGUNDO
Antes de juzgar, el que tiene la
función de juzgar debe escuchar a las dos partes. Solo he escuchado las
alegaciones de monseñor
Viganò.
Habría que escuchar qué dice el Papa acerca de lo que hizo o dejó de hacer
cuando le llegaron las acusaciones respecto a este cardenal, insisto, ya
jubilado y que no son de pederastia, sino de actuaciones contra el 6º
mandamiento.
Escuchar a las dos partes no es
suficiente, muy a menudo hay que investigar. Eso es necesario para llegar a una
conclusión, eso solo lo puede hacer en la Iglesia el que tiene el deber de
hacerlo. Por eso solo me interesa el juicio legítimo de los que tienen esa
función canónica.
TERCERO
Si monseñor Viganò apela a un
supuesto derecho a airear en la plaza pública, a la vista de todos, los
defectos de los obispos, tendría que aceptar que otros obispos, sacerdotes y
laicos airearan los defectos del exnuncio que acusa. Si esto lo hacen todos los
obispos respecto a otros obispos, y los cardenales respecto a otros cardenales,
esto va a ser no la Iglesia de Dios, sino la Casa de Tócame Roque. Esto no es
una corrala de navajeros, sino una santa convocación guiada por pastores
sacros. Alguien me preguntará si no he leído la carta. Sí, la he leído, y lo
repito: esto es la Santa Iglesia de Dios.
CUARTO
Precisamente porque Jesús sabía
lo que iba a suceder, precisamente porque Jesús era el primer interesado en
entender que su Iglesia no sería como cualquier asociación, partido político,
fundación u otra realidad meramente humana, estableció un sistema para corregir
los casos de pecado y para denunciarlos después.
Esas palabras de nuestro Maestro
ordenando: Díselo
a la Iglesia (“eipon ten
Ekklesía”, Mateo 16, 17), se refieren a un modo ordenado de denunciar las cosas
que nada tiene que ver con cartas de presión. Se refieren a un modo respetuoso
al máximo con la sacralidad de la misma Iglesia a la que se intenta ayudar.
El momento en que se ha lanzado
la carta ha sido cuidadosamente escogido: justo en
mitad del viaje a Irlanda. Eso nada tiene que ver con el humilde y
solícito deseo de poner en conocimiento unos hechos ante la autoridad
eclesiástica, sino de provocar el mayor escándalo posible. Hacer el mayor daño,
para ayudar a la Iglesia. Ya he visto antes ese modo de actuar.
QUINTO
Ni juzgo a monseñor Viganò ni al Papa ni a los que él menciona en su
carta para mal. Guardo todo en mi corazón. Oro por todos. Pero estoy convencido
de que Jesús le preguntaría al exnuncio: “¿Por qué
has añadido más sufrimiento a la Iglesia?”.
P. FORTEA
No hay comentarios:
Publicar un comentario