27 de agosto de 2018 (LifeSiteNews) –Monseñor Athanasius Schneider, de Astaná
(Kazajistán), uno de los obispos que hablan con más franqueza sobre la crisis
de fe que vive la Iglesia con el papa Francisco, ha escrito un documento en
respuesta al testimonio del arzobispo Carlo Maria Viganò.
Según
Schnedier, «no hay motivos razonables y
verosímiles para dudar de la veracidad del contenido del documento publicado
por el arzobispo Carlo Maria Viganò».
Monseñor
Viganò, que fue nuncio apostólico en Washington entre 2011 y 2016, expuso con
todo detalle la semana pasada en una carta de 11 páginas que el papa Francisco
encubrió los abusos del ya depuesto cardenal McCarrick.
Scheneider
reconoce que es sumamente grave y excepcional que un obispo haga una acusación
pública contra un papa reinante, pero señala que «el
arzobispo Viganò ratificó su declaración con un juramento sagrado poniendo a
Dios por testigo».
Seguidamente
reproducimos el texto íntegro del documento de Schneider:
***
Reflexiones sobre
el testimonio de monseñor Carlo Maria Viganò del 22 de agosto de 2018
Es
sumamente grave y excepcional en la historia de la Iglesia que un obispo haga
acusaciones concretas en público contra un papa reinante. En un documento de
reciente publicación (22 de agosto de 2018), el arzobispo Carlo Maria Viganò da
fe de que durante cinco años el papa Francisco ha tenido conocimiento de dos
situaciones: que el cardenal Theodor McCarrick cometió delitos sexuales contra
seminaristas y contra sus subordinados, y que Benedicto XVI le había impuesto
unas sanciones. Asimismo, monseñor Viganò ratificó su declaración con un
juramento sagrado poniendo a Dios por testigo. Por tanto, no hay motivos
razonables y verosímiles para poner en duda la veracidad del contenido del
documento publicado por el arzobispo Carlo Maria Viganò.
Los
católicos de todo el mundo, los fieles de a pie, la pequeña grey, están
hondamente impactados y escandalizados con los graves casos que hace poco han salido
a la luz en que autoridades eclesiásticas encubrieron y protegieron a
sacerdotes que habían cometido delitos sexuales contra menores y contra sus
subordinados. Esta situación histórica que la Iglesia que está viviendo exige
transparencia total a todos los niveles de la jerarquía, y en primer lugar
evidentemente por parte del Papa.
Es del
todo insuficiente, y poco convincente, que las autoridades eclesiásticas sigan
haciendo llamamientos para que no se toleren en ningún caso abusos sexuales por
parte de sacerdotes y para que dejen de encubrirse esas situaciones. También
son insuficientes las estereotipadas peticiones de perdón por parte de
autoridades de la Iglesia. Dichos pedidos de tolerancia cero y de perdón sólo
serán dignos de crédito si las autoridades de la Curia ponen las cartas sobre
la mesa dando a conocer el nombre y apellidos de todos los miembros de la Curia
–sea cual sea su cargo y título– que hayan encubierto abusos de menores y de
subordinados.
Del
documento de monseñor Viganò podemos extraer las siguientes conclusiones:
1.
Que la Santa Sede y
el propio Papa emprenderán una limpieza inflexible de camarillas y redes
homosexuales en la Curia Romana y el episcopado.
2.
Que el Sumo
Pontífice proclamará de forma clara y categórica la doctrina de Dios sobre el
carácter pecaminoso de los actos homosexuales.
3.
Que se promulgarán
normas ineludibles y detalladas que impidan la ordenación de hombres con
tendencias homosexuales.
4.
Que el Santo Padre
restablezca la pureza y claridad de la doctrina católica en su totalidad, tanto
en la enseñanza como en la predicación.
5.
Que por medio de
las enseñanzas del Papa y de los obispos y de normas prácticas se restituirán
en la Iglesia la perennemente válida ascesis cristiana: el ejercicio del ayuno,
la penitencia corporal y la abnegación.
6.
Que se recuperará
en la Iglesia el espíritu y la práctica de la reparación y expiación de los
pecados cometidos.
7.
Que se iniciará en
la Iglesia un proceso de selección garantizado de candidatos al episcopado,
hombres de Dios de probada conducta; y que sería preferible dejar una diócesis
vacante durante varios años a nombrar un candidato que no fuera un verdadero
hombre de Dios en cuanto a oración, doctrina y vida moral.
8.
Que se iniciará un
movimiento en la Iglesia, sobre todo entre cardenales, obispos y sacerdotes,
para renunciar a toda transigencia y coqueteo con el mundo.
No
debería sorprendernos que los oligárquicos medios internacionales de difusión,
que promueven la homosexualidad y la depravación moral, empiecen a difamar al
arzobispo Viganò haciendo que el núcleo de lo que expresa en su documento caiga
en saco roto.
En 1522,
mientras se difundía la herejía luterana y una profunda crisis moral afectaba a
buena parte del clero y en particular a la Curia, Adriano VI escribió las
siguientes palabras, de una pasmosas franqueza, a la Dieta imperial de
Nuremberg: «Sabemos que desde hace algún
tiempo tienen lugar en la Santa Sede numerosas abominaciones, abusos en
cuestiones eclesiásticas y usurpaciones de derechos, y que todo se ha
corrompido para mal. La podredumbre ha pasado de la cabeza a los miembros, del
Papa a los prelados: todos nos hemos descarriado; no hay quien haga el bien, ni
uno solo.»
La
inflexibilidad y la transparencia permitirán descubrir y confesar los males que
aquejan a la vida de la Iglesia e iniciar un eficaz proceso de purificación y
renovación moral y espiritual. Antes de condenar a otros, todo el que ejerza un
cargo presbiterial en la Iglesia, sea cual sea su cargo o título, deberá
preguntarse ante Dios si ha encubierto de algún modo abusos sexuales. En caso
de hallarse culpable, deberá confesarlo públicamente, pues la Palabra de Dios
dice: «No te avergüences de confesar tus
pecados» (Eclo. 4,26, versión Bover-Cantera). Pues, como escribió San
Pedro, primero de los pontífices, «es ya el
tiempo en que comienza el juicio, por la casa [la Iglesia] de Dios» (1
Pe. 4,17).
+ Athanasius Schneider, obispo auxiliar de la arquidiócesis de Santa
María de Astaná
(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)
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