Estamos
poniendo la palabra de Dios “patas para arriba”. Y las consecuencias de ello
son funestas. Tanto para los pecadores como para aquellos que se abstienen de
informar sobre el pecado.
Y lo peor es que estamos arriesgando a un cisma en
la Iglesia.
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Porque una buena de los católicos desconocen pasajes de la Biblia y condenan a otros católicos acusándolos de rigidez cuando actúan de acuerdo a ellos.
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Porque una buena de los católicos desconocen pasajes de la Biblia y condenan a otros católicos acusándolos de rigidez cuando actúan de acuerdo a ellos.
Mientras que
Dios vino a traer un mensaje sobre la necesidad
de abandonar el pecado. Y nos dio las indicaciones para reconocer el bien y el mal. Nos encontramos hoy
que una buena parte de los católicos se
ha contagiado del relativismo moral. Sostienen que no hay una moral absoluta,
sino que ésta depende de cada tiempo, lugar y de las circunstancias de la
persona. Y por lo tanto el verdadero
pecado para ellos es creer que todo se debe juzgar de acuerdo a esa moral
absoluta. Por eso no dudan en tildar de rígidos a quienes piensan que
Dios se hizo hombre para redimirnos del pecado real.
Claro que en todo esto está el tema de la caridad.
Es absolutamente vital que cualquier corrección se haga con caridad fraterna.
EL
PECADO ES REAL
En varios
pasajes del Evangelio Jesús sana o protege a una persona, y termina diciéndole “vete
y no peques más”. Por ejemplo podemos tomar la narración de Juan
8: 1-11, que presenta a una mujer a
punto de ser lapidada por adulterio. Jesús no cuestiona la ley judía que
indicaba la lapidación hasta la muerte de quien fuera encontrado en adulterio. Pero
dice a la multitud que el que esté
libre de pecado que tire la primera piedra, y todos, uno a uno, se
deshacen de las piedras y se van. Luego de esto Jesús le pregunta a la mujer a
dónde se fueron sus acusadores y señala
que nadie la condenado, agregando que él tampoco la condena. Pero termina diciendo “vete
y no peques más”. Esta expresión de Jesús deja claro que Jesús considera el pecado como algo real.
No aprueba que se lo deje pasar sin informar,
aunque la condena es harina de otro costal.
Y además nos comunica que si una persona está
verdaderamente arrepentida debería de dejar de pecar.
Lamentablemente
esta conducta de Jesús es ignorada
por cada vez más católicos. Porque para muchos católicos el centro de su fe es no juzgar a los demás y
ser amable. De tal forma que conceptos
como pecado, expiación, redención, arrepentimiento y santificación está
fueran de su consideración Porque piensan
que realmente que Jesús vino a enseñar que nunca hay que juzgar a nadie y que
hay que ser amable con las personas; y ahí se acabó el mensaje. La
consecuencia de esto entonces es que nunca
juzgarán el pecado como pecado. No dirán que una cosa es incorrecta sino
que lo harán depender de la persona y
de la situación, y se esforzarán por ser amables y dulces con las
personas. Obviamente no está mal ser amable y dulce con los demás, pero eso sin
olvidar el fuerte mensaje que Jesús nos
trajo sobre el pecado, su reparación y la necesidad de salvar almas del pecado.
Todo esto es consecuencia del relativismo
moral qué ha penetrado en la Iglesia.
EL
RELATIVISMO MORAL
¿QUÉ
ES EL RELATIVISMO MORAL?
Es una herejía que opera de hecho como si no
hubiera normas dadas por Dios sobre el bien y el mal absolutos.
Si no hay
normas absolutas de lo que está bien y de lo que está mal, entonces el bien y el mal son relativos a la época y a
la cultura. Y entonces no existe
el pecado, sino conductas correctas e incorrectas de acuerdo a la moral
imperante en ese momento histórico y en esa cultura. La conclusión
lógica es que no se puede juzgar – en
el sentido de advertir o evaluar – sobre bases absolutas. Este es el
razonamiento de demasiados católicos,
sacerdotes y obispos. Muchos de estos últimos no reconocen que la Biblia no es relativista, sino que impulsa una moral
universal.
Y que existe el pecado, que es la fuente de todos
los males que aquejan al ser humano, qué debemos saber reconocerlo y que
debemos comunicarlo al hermano.
Esto último
es lo más difícil, pero por lo pronto deberíamos saber reconocerlo. Sin embargo
en los últimos tiempos ha habido expresiones
que han caído como anillo al dedo para santificar el relativismo moral. Cuando
el Papa Francisco dijo en el 2013,
en una conferencia de prensa mientras volaba de regreso a Roma: “Si una persona es gay y busca
al Señor de buena voluntad ¿quién soy yo para juzgar?”, vimos desatar una fiebre de no interpelar a
nadie. Estas insinuaciones del
Papa, interpretadas quizás libremente y fuera de contexto, hicieron
mella en muchos mal catequizados. Muchos católicos tomaron esa frase para sacarse de encima la “pesada carga” de interpelar al mundo por
sus pecados. Y otros lo aprovecharon
para defenderse cuando alguien les avise lo que no quieren oír, que
están en pecado. Algo así como “si el Papa dice ‘quien soy yo para Juzgar’ ¿por qué me juzgas tú a mí”. Por
lo tanto se creó la actitud de “no te metas”, “no hables”, “déjalo pasar”, entre los católicos. Cuando no es lo que prescribe la Biblia. Por
el contrario, hay profusas citas, que veremos abajo, en que se exhorta a los
fieles a no dejar pasar los pecados de
los demás y a advertirles. Incluso pasajes que mencionan una pena a quien deje pasar el pecado de un hermano
sin advertirle, sin interpelar. Lamentablemente
hoy esto no se menciona y probablemente la mayoría de los católicos ni
lo conozcan. El criterio de
misericordia se ha degradado, abaratado, al punto de que ni siquiera
logramos el coraje de advertir a alguien que va por el mal camino, porque la
mera advertencia se está tomando como un juzgamiento. Aún cuando la advertencia sea genérica y no aluda a alguna persona
en particular.
Todos sabemos que sólo Dios puede juzgar, pero
resulta que ahora estos relativistas morales consideran que sólo Dios es el que
puede advertir el mal camino a los pecadores.
Porque los hombres no pueden hacerlo según esta “nueva
pseudo doctrina”. Esto está bastardeando el mensaje de Jesús.
LA
CARICATURA DE JESÚS QUE SE HA INSTALADO EN LOS BANCOS DE LAS IGLESIAS
Esta nueva
pseudo doctrina está fundamentada por la caricatura que se ha hecho del
comportamiento de Jesús.
Si lo describe como una persona reconfortante,
acogedora, amorosa, amable, que perdona todo sin siquiera pedir reforma de
conducta.
Y no se reconoce el lado menos amable y juzgador de
Jesús, porque no estamos cómodos con este aspecto.
Sólo estamos
cómodos con un Jesús manso y suave.
Recordemos que Jesús volteo la mesa de
los cambistas en el templo. También fue duro en muchísimos pasaje del evangelio con gente concreta, no
sólo en ese.
Jesús lastimaba los sentimientos de la gente y no
se disculpaba por eso, según los criterios que actualmente maneja la sociedad.
Les hablaba de la realidad del pecado, de la necesidad arrepentimiento,
de que el infierno es real y ahí la gente llora y rechina los dientes. Dio malas noticias para gente concreta, gente real de su tiempo,
pero hablando para todas las épocas. Dijo
que enviaría a sus ángeles y arrojaría al horno del fuego a los transgresores. Cuando
habló del juicio final dijo qué hay un fuego eterno preparado para el
diablo y los ángeles y para quienes hacen su voluntad en la Tierra. No tenía un lenguaje de miel para atraer a
las moscas, como es el criterio en general que se utiliza en las
homilías hoy. Jesús decía cosas
incómodas y se presentaba como un juez severo que vino al mundo para jugar y
estaba ansioso de hacerlo. Y no
se refería solamente a los fariseos sino a los pecadores en general. En el
Apocalipsis de San Juan se muestran claramente esas cosas terribles. Sus ángeles con espadas poderosas y afiladas
derribando a los reyes, naciones, cataclismos, etc. El tierno Jesús qué queremos ver en nuestra época es también un
predicador feroz, que no queremos ver.
Que además nos advierte que seremos odiados como Él
es odiado, por causa de su juicio.
Sin embargo
hoy lo que predomina es la gracia
barata, que es el enemigo mortal de la iglesia. Hay que recordar que
Jesús vino a dar una buena noticia y a
juzgar a quienes no aceptan la buena noticia. El vino a decir lo que está bien y lo que está mal. Y pagó un costo
por decirlo y por salvarnos que fue su propia vida. Lamentablemente esta mitad de Jesús no es la que el mundo está
buscando y tampoco la que está buscando buena parte, y quizás hasta la mayoría,
de los que están sentados en los bancos de las iglesias. Desde hace décadas no se predica la plenitud
del planteo de Jesús, sino que se predica la parte amable que nos deja
tranquilos, pero en gran riesgo.
SE
INTERPRETA QUE ADVERTIR TAMBIÉN ES JUZGAR
Hemos visto que dentro de la Iglesia Católica se está extendiendo un criterio que no
tiene raíces bíblicas, “¿quién soy yo para
juzgar?”.
Es correcto decir que sólo Dios puede juzgar el
estado del alma humana.
Pero esto no implica la imposibilidad de hacer las
advertencias sobre lo que Dios ya juzgó en términos generales.
O sea señalar públicamente lo que dice la Biblia
sobre un pecado. La renuencia a
advertir sobre la conducta moral es la consecuencia inevitable de
relativismo moral y el subjetivismo moral. Que ha erosionado la capacidad de determinar la verdad moral objetiva
sobre la que se basa el buen juicio. No
ser crítico es uno de los males de nuestra época. No juzgar implica una
negligencia en el cumplimiento del deber en la jerarquía de la Iglesia. Porque se oscurece el mensaje de Nuestro Señor,
se siembra la confusión entre los fieles, y se socavan los esfuerzos laicos
para luchar contra las perversiones actuales. Y la Iglesia lo está viviendo amargamente en carne propia. La ausencia de juicio inicial sobre el
escándalo del abuso sexual elevó la conducta desviada a un escándalo internacional
que golpeó duro a Benedicto XVI y aún más en el pontificado de Francisco.
Muchos católicos creen realmente que la Biblia
llama a no juzgar.
Y lo hacen
porque no han tenido una buena
catequesis y porque las homilías que escuchan refuerzan esa mala
catequesis.
¿ASÍ
QUE LA BIBLIA NOS DICE NO JUZGAR A LA GENTE?
Considera lo
siguiente: “A ti, también, hijo de hombre, te he
hecho yo centinela de la casa de Israel. Cuando oigas una palabra de mi boca,
les advertirás de mi parte.
Si yo digo al malvado: «Malvado, vas a morir sin
remedio», y tú no le hablas para advertir al malvado que deje su conducta, él,
el malvado, morirá por tu culpa, pero de tu sangre yo te pediré cuentas a ti.
Si por el contrario adviertes al malvado que se
convierta de su conducta, y él no se convierte, morirá él
debido a su culpa, mientras que tú habrás salvado tu vida” (Ezequiel 33: 7-9). Ni Pedro ni Pablo, los dos pilares de la
Iglesia, eran aprensivos acerca de juzgar a los demás. Pedro contestó a
Simón el mago, “«Vaya tu dinero a la
perdición y tú con él; pues has pensado que el don de Dios se compra con
dinero. En este asunto no tienes tú parte ni herencia, pues tu corazón no es
recto delante de Dios.
Arrepiéntete, pues, de esa tu maldad y ruega al
Señor, a ver si se te perdona ese pensamiento de tu corazón…” (Hechos 8: 20-23).
Pablo dijo a Elimas, “Entonces Saulo, también llamado Pablo,
lleno de Espíritu Santo, mirándole fijamente, le dijo:
«Tú, repleto de todo engaño y de toda maldad, hijo
del Diablo, enemigo de toda justicia, ¿no acabarás ya de torcer los rectos
caminos del Señor?” (Hechos 13: 9-10).
He aquí
algunos extractos de las epístolas que
ilustran el pedido de juicio en la escritura: “Mas, cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara,
porque era digno de reprensión”. (Gálatas 2:11). “Hermanos,
aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y
cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado”. (Gálatas 6: 1). “A los culpables, repréndeles delante de todos,
para que los demás cobren temor”.
(Tim 5:20). “Este testimonio es verdadero. Por tanto repréndeles severamente, a fin de
que conserven sana la fe, y no den oídos a fábulas judaicas, ni a
mandamientos de hombres que se apartan de la verdad”. (Tito 1:13-14). “Así has de enseñar, exhortar y reprender con
toda autoridad. Que nadie te desprecie”. (Tito 2:15). “Por
mi parte estoy persuadido, hermanos míos, en lo que a vosotros toca, de que
también vosotros estáis llenos de buenas disposiciones, henchidos de todo
conocimiento y capacitados también para
amonestaros mutuamente”. (Romanos 15:14). “Sólo se oye hablar de inmoralidad entre vosotros, y una
inmoralidad tal, que no se da ni entre los gentiles, hasta el punto de que uno
de vosotros vive con la mujer de su padre. Y ¡vosotros andáis tan hinchados! Y
no habéis hecho más bien duelo para que fuera expulsado de entre vosotros el
autor de semejante acción. Pues bien, yo por mi parte corporalmente ausente,
pero presente en espíritu, he juzgado
ya, como si me hallara presente, al que así obró: Que en nombre del Señor
Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de Jesús Señor nuestro,
sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne, a fin de
que el espíritu se salve en el Día del Señor”. (1 Corintios
5:1-5).
Con estas citas está claro que la Biblia a menudo
fomenta la advertencia e incluso el juicio de la conducta de los demás.
PASAJES
BÍBLICOS INTERPRETADOS SESGADAMENTE
Pero aquellos que desprecian el juicio a menudo
citan (Mt 7:1-2): “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que
juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá”.
Esto no es un requerimiento contra el juicio, sino
una advertencia de que las advertencias se dictarán sólo con un buen
corazón libre de la hipocresía, arrogancia, mezquindad de espíritu, u
odio.
Lo que se ve claro en Mateo 7:5, “Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar
la brizna del ojo de tu hermano”.
El propósito principal de un juicio es ayudar a mi
hermano, evitar acciones debilitantes y mejorar.
La carga de juzgar es que seremos “juzgados
como hemos juzgado”. Algunos
citan el incidente de la mujer sorprendida en adulterio y llevada a Jesús como prueba de que no debemos
juzgar a los demás. Nada podría estar más lejos de la verdad. En el incidente se manifiesta la misericordia
y la repugnancia de la hipocresía de Dios, si se entiende bien, él juzga
su comportamiento como lo demuestra su admonición: “Vete y no peques más”.
EL
JUICIO PÚBLICO TIENE SU COSTO
Honramos a aquellos hombres y mujeres que a lo
largo de los siglos, han tenido el coraje de juzgar la conducta pecaminosa de
los demás y declarar públicamente en contra de ella.
A pesar del
costo, Sir Thomas More amonestó al rey
Enrique VIII que no debería ser aclamado como jefe supremo de la Iglesia
de Inglaterra desde que negaba la autoridad papal. Y también advirtió al
Rey que sería bígamo por casarse con Ana Bolena. ¿No lo hizo Juan el Bautista juez cuando acusó públicamente a Herodes de adulterio
porque él tomó Herodías como esposa a pesar de que todavía estaba casada con su
hermano Felipe? Los jurados juzgan a los acusados todo el tiempo. La
calidad de un juicio por lo general depende de la información a disposición del
juez y la imparcialidad del juez.
¿CUALES
SON LAS OPCIONES DE LOS CATÓLICOS?
Una vez que
una sentencia ha sido dictada, por ejemplo en la Biblia, la pregunta es ¿qué debemos hacer cuando se
pregunta al respecto?
Hay
varias opciones:
Podríamos no decir nada o “sin comentarios” y dejar
el asunto.
Podríamos no decir nada públicamente y amonestar o
elogiar en privado, según sea el caso.
Podríamos anunciar nuestro juicio en un foro
apropiado.
Por último, podríamos usar el foro público en que
se hizo la pregunta para instruir a los espectadores precisamente sobre cual es
la posición católica sobre el tema y hacer hincapié en que amamos al pecador
pero odiamos el pecado.
Es el amor que a veces nos lleva a hablar cuando las apuestas son
altas. “¿No sabéis acaso que los injustos
no heredarán el Reino de Dios? ¡No os
engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los
afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los
borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios” (1 Corintios 6: 9-10). El Cardenal Dolan, que tomamos como ejemplo,
quizás desperdició una oportunidad para instruir no sólo al pecador, sino
también a los confundidos e ignorantes sobre lo que dice la enseñanza de la
Iglesia Católica. Pero además ¿cómo podría
haber dicho el cardenal Dolan “bravo” al final de su respuesta?
Una
respuesta posible sería:
Este homosexual, según la doctrina aún vigente de
la Iglesia católica, que aún no se derogó, debe saber que debe elegir entre una
vida célibe, someterse a una terapia reparativa para volver a la
heterosexualidad o arriesgarse a la condenación eterna por caer en el
pecado sexual.
Y en esto
también nos basamos en la doctrina de
la Iglesia sobre el infierno, que aún sigue vigente y no se derogó.
¿QUE
ESTA SUCEDIENDO ENTONCES?
La mayoría
de los sacerdotes, obispos, cardenales son buenos hombres dedicados al servicio
de Dios. Pero están sujetos a error, a
prejuicios y vanidad como todos los hombres. La adulación es un peligro
siempre presente. Pero también hay que considerar el principio de Peter que
dice que la gente tiende a ser
promovida un nivel más allá de su nivel de competencia. Y se aplica
claramente en ocasiones a los miembros de la jerarquía eclesiástica.
En los últimos años, hemos visto el buen juicio
demasiado a menudo afectado por la cobardía que se hace pasar por prudencia.
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Y por la capitulación ante el espíritu de la época que se camufla como preocupación pastoral.
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Y por la capitulación ante el espíritu de la época que se camufla como preocupación pastoral.
La comunicación instantánea y generalizada de nuestra época expone sin
piedad las deficiencias y los errores que se puedan producir en las conversaciones y actos públicos. Y
personas locuaces como el cardenal Dolan son especialmente vulnerables. La
transparencia y la sinceridad son características de bienvenidas, pero la jerarquía de la Iglesia debe aprender a
controlar la narración. Pero por otro lado, también estas cosas pueden
suceder y suceden, porque el clima
interno de la Iglesia está cambiando informalmente la doctrina y la pastoral. Por
lo tanto, y referido al caso de la homosexualidad, no es ninguna novedad decir
que se está dando una tendencia de mayor
aceptación y convalidación de la homosexualidad en la Iglesia, que aún no está
convalidado por el cambio de la doctrina y la pastoral. De aquí
podemos salir en dos direcciones, que
el clima interno retroceda y se vuelva más apegado a la doctrina oficial, o que
se comience a cambiar formalmente ambas. Y este es el dilema que
sobrevoló el Sínodo de la Familia. Más
allá de lo que cada uno piense sobre si la doctrina y la pastoral de la
Iglesia tienen que cambiar sobre la homosexualidad, haríamos bien en recordar
el consejo de Pablo a Timoteo, para no quedar expuestos a las presiones de los
medios de comunicación del sistema y de la cultura dominante sobre éste y otros
temas: “Evita las
discusiones necias y estúpidas; tú sabes bien que engendran altercados. A un
siervo del Señor no le conviene altercar, sino ser amable, con todos, pronto a enseñar, sufrido. Y que corrija con mansedumbre a los
adversarios, por si Dios les otorga la conversión. Que les haga conocer
plenamente la verdad, y volver al buen sentido, librándose de los lazos del
Diablo que los tiene cautivos, rendidos a su voluntad”. (2 Timoteo 2: 23-26 ).
Fuentes:
- http://www.lanacion.com.ar/1605440-entrevista-papa-francisco-vatileaks-corrupcion-vaticano-gays-viaje-a-la-argentina
- http://www.nbcnewyork.com/news/national-international/Cardinal-Timothy-Dolan-Meet-the-Press-Michael-Sam-Pope-Francis-249042261.html
- http://feedproxy.google.com/~r/CrisisMagazine/~3/TvERtfzBJ20/who-am-i-to-judge
- https://www.firstthings.com/web-exclusives/2018/02/that-other-side-of-jesus
- https://catholicsarechristian.blog/2018/08/02/the-heresy-of-dont
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