«¡Tengo sed de ti!»
El evangelio del domingo pasado, fiesta de la Exaltación de la Santa
Cruz, ofrece la ocasión de publicar un inigualable testimonio, el del
comentario de las mismas palabras de Cristo crucificado, que en el fondo de su
alma escuchó la Madre Teresa el 10 de septiembre de 1946, y que ella misma
escribió:
«Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna»
Mira que estoy a la puerta y llamo... Es verdad. Estoy a la puerta de tu
corazón, de día y de noche. Aun cuando no estés escuchando, aun cuando dudes
que pudiera ser Yo, ahí estoy; esperando la más pequeña señal que me permita
entrar. Quiero que sepas que cada vez que me invitas, Yo vengo siempre, sin
falta. Vengo en silencio e invisible, pero con un poder y un amor infinitos,
trayendo los muchos dones de mi Espíritu. Vengo con mi misericordia, con mi
deseo de perdonarte y de sanarte, con un amor hacia ti que va más allá de tu
comprensión.
Te conozco como la palma de mi mano, sé todo acerca de ti, hasta los
cabellos de tu cabeza he contado. No hay nada en tu vida que no tenga
importancia para mí. Sé lo que hay en tu corazón, conozco tu soledad y todas
tus heridas, los rechazos, las humillaciones, Yo lo sobrellevé todo antes que
tú. Y todo lo sobrellevé por ti, para que pudieras compartir mi fuerza y mi
victoria. Conozco, sobre todo, tu necesidad de amor.
Ten sed de Mí
Venid a Mí todos los que tenéis sed... Yo te saciaré y te llenaré.
¿Tienes sed de amor?, te amo más de lo que puedes imaginarte... hasta el punto
de morir en la cruz por ti.
Tengo sed de ti. Sí, ésa es la única manera en que apenas puedo empezar
a describir mi amor: Tengo sed de ti. Tengo sed de amarte y de que tú me ames.
Ven a mí y llenaré tu corazón y sanaré tus heridas. Te haré una nueva criatura
y te daré la paz aun en tus pruebas. Tengo sed de ti. Nunca debes dudar de mi
misericordia, de mi deseo de perdonarte, de mi anhelo por bendecirte y vivir mi
vida en ti, y de que te acepto sin importar lo que hayas hecho. Tengo sed de
ti. Si te sientes de poco valor a los ojos del mundo, no importa. No hay nadie
que me interese más en todo el mundo que tú. Tengo sed de ti. Ábrete a mí, ven
a mí, ten sed de mí, dame tu vida.
Confía en mí. Pídeme todos los días que entre y que me encarge de tu
vida y lo haré. Te prometo ante mi Padre en el Cielo que haré milagros en tu
vida. Lo único que te pido es que te confíes completamente a mí. Yo haré todo
lo demás.
Todo lo que has buscado fuera de mí sólo te ha dejado más vacío; así que
no te ates a las cosas de este mundo, pero, sobre todo, no te alejes de mí
cuando caigas. Ven a mí sin tardanza porque cuando me das tus pecados, me das
la alegría de ser tu Salvador. No hay nada que Yo no pueda perdonar y sanar,
así que ven ahora y descarga tu alma.
No importa cuánto hayas andado sin rumbo, no importa cuántas veces me
hayas olvidado, no importa cuántas cruces lleves en esta vida; hay algo que
quiero que siempre recuerdes, y que nunca cambiará: Tengo sed de ti, tal y como
eres. No tienes que cambiar para creer en mi Amor; tu confianza en ese Amor te
hará cambiar.
Tú te olvidas de mí y, sin embargo, Yo te busco a cada momento del día y
estoy ante las puertas de tu corazón, llamando. ¿Encuentras esto difícil de
creer? Entonces, mira la Cruz, mira mi corazón que fue traspasado por ti. ¿No
has comprendido mi Cruz? Escucha de nuevo las palabras que dije en ella, pues
te dicen claramente por qué Yo soporté todo esto por ti: ...Tengo sed. Sí,
tengo sed de ti. Como el resto del salmo que Yo estaba rezando dice de mí,
...esperé compasión inútilmente, esperé alguien que me consolara y no lo hallé.
Toda tu vida he estado deseando tu amor. Nunca he cesado de buscarlo y de
anhelar que me correspondas. Tú has probado muchas otras cosas en tu afán por
ser feliz. ¿Por qué no intentas abrirme tu corazón, ahora mismo, más que antes?
Cuando finalmente abras las puertas de tu corazón y te acerques lo
suficiente, entonces me oirás decir una y otra vez, no en meras palabras
humanas sino en espíritu: No importa qué es lo que hayas hecho; te amo por ti
mismo. Ven a mí con tu miseria y tus pecados, con tus problemas y necesidades,
y con todo tu deseo de ser amado. Estoy a la puerta de tu corazón y llamo...
ábreme, porque tengo sed de ti...
Madre Teresa
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