“Si alguien ama la justicia, las virtudes son su especialidad, pues ella
enseña templanza y prudencia, justicia y fortaleza; para el ser humano no hay
en la vida nada más provechoso” (Sabiduría 8:7)
PRESENTACIÓN
Es necesario comprender la importancia de esas cuatro virtudes morales o
cardinales, y por lo tanto humanas, para que al alcanzar por su medio las
virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, nos faciliten una perfecta unión
espiritual con Dios.
INTRODUCCIÓN
Todos conocemos cuáles son y qué representan las virtudes teologales o
infusas, o por lo menos hemos oído hablar de ellas en mayor o menor grado. La
fe, la esperanza y la caridad son virtudes del alma que nos unirán más a Dios
en el aspecto espiritual. Pero para que esa unión espiritual sea efectiva,
necesitamos mejorar en el aspecto humano por medio de las virtudes morales o
cardinales.
Dicho de otra forma, la prudencia, la fortaleza, la templanza y la
justicia en su estado óptimo infunden la sumisión del cuerpo al alma y
restauran el orden humano inicialmente deseado por Dios en cada uno de
nosotros, lo cual nos facilitará el fortalecimiento de nuestro vínculo
espiritual con Dios.
Para una mayor comprensión global de ese vínculo espiritual,
analizaremos cada aspecto individualmente, empezando por conocer la etimología
de la virtud en general.
“Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de
justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud o valor,
tenedlo en aprecio”(Filipenses 4:8)
LA VIRTUD
La virtud es una propensión y facilidad para conocer y obrar el bien. Es
aquel poder interior que permite a la persona tomar y llevar a término las decisiones
correctas en situaciones adversas, para cambiarlas a su favor. La virtud es el
ser o no ser de cada persona, usando su corazón como el supremo mediador.
La virtud ayuda a la persona a actuar correctamente en toda
circunstancia, lo cual debe ser un empeño individual porque nuestro objetivo
será siempre el de mejorar moralmente. Eso significa que debemos escoger entre
adquirir la virtud o abandonarnos a los vicios.
El individuo se encuentra frente a una elección trascendental: elegir el
bien para mejorar individualmente, o abandonar la búsqueda y adquisición de la
virtud, en cuyo caso empeorará personalmente y se convertirá en vicioso y en
esclavo de los impulsos del momento.
La persona virtuosa es alguien verdaderamente libre y el único camino
que conduce a esa libertad es el de la virtud. Cuando la persona es dueña de
sus propias acciones es porque posee una gran madurez, fruto de la virtud, y
que le hará cumplir el bien de un modo fácil y gratificante, y así dará siempre
lo mejor de sí misma. Sin virtud la persona podrá hacer una acción buena de vez
en cuando, aunque de una manera dificultosa para ella, pero nunca será
constante en el bien.
En el aspecto religioso las virtudes humanas adquiridas mediante la
educación, los actos deliberados y una perseverancia mantenida siempre en el
esfuerzo, son purificadas y elevadas por la gracia divina. Con la ayuda de Dios
forjan el carácter y dan soltura en la práctica del bien, lo cual concede la
felicidad a la persona que las practica.
“El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a
Dios”
(San Gregorio de Nisa – De beatitudinibus, Oratio 1)
LAS VIRTUDES CARDINALES EN LA
ANTIGÜEDAD
Desde muy antiguo ya diversos autores mencionaron en sus obras lo que
hoy conocemos como virtudes cardinales. Son de destacar en este campo los
escritos de Cicerón en su obra De officiis (‘Sobre las obligaciones’),
las Meditaciones, del emperador romano y filósofo Marco Aurelio, y La
República, de Platón.
En esta última obra Platón describe las cuatro virtudes como:
Virtud Aspecto
Prudencia Calculativo
Fortaleza Enérgico
Templanza Apetitivo
Justicia Fundante y perseverante
Pero al mismo tiempo Platón describió cómo una persona puede lograr esas
virtudes:
· La Prudencia viene del
ejercicio de la razón.
· La Fortaleza viene de ejercer
las emociones o el espíritu.
· La Templanza viene de dejar
que la razón anule los deseos.
· La Justicia es un estado en el
que cada elemento de la mente está de acuerdo con los otros.
Platón describe la Justicia como la virtud fundante y preservante porque
sólo cuando alguien comprende la justicia puede conseguir las otras tres
virtudes. Y cuando alguien posee todas las cuatro virtudes, es la justicia la
que las mantiene juntas a todas.
Las virtudes morales,
cardenales o adquiridas
PRUDENCIA
Es la virtud que dispone la razón práctica para discernir en toda circunstancia
el verdadero bien y para elegir los medios rectos para realizarlo. En ningún
momento debemos confundir la prudencia con la timidez o el temor, ni con el
doblez o la simulación.
La prudencia es también la capacidad de juzgar correctamente una determinada
situación sin correr riesgos innecesarios y, además, se opone a la temeridad ya
que la persona prudente puede valorar correctamente las ventajas y las
desventajas de cualquier decisión y, por lo tanto, será más probable que actúe
correctamente.
La prudencia nos permite comunicarnos con los demás por medio de un
lenguaje claro, cauteloso y adecuado, actuando de manera que respetemos los
sentimientos, la vida y las libertades de las demás personas.
Desde tiempos antiguos se tenía una gran consideración a la virtud de la
prudencia. Los romanos la conocían como el auriga virtutum ya que es la guía de
las demás virtudes, indicándoles su regla y medida. Los griegos la consideraban
como la madre de cualquier otra virtud, ya que supone el juicio previo de
cualquier situación. Y Santo Tomás de Aquino, en su Suma Teológica, se refería
a ella como la regla recta de la acción.
Las partes de la prudencia son:
· Memoria: la persona debe recordar
hechos pasados y no falsearlos, para poderlos tener en cuenta en el momento de
tomar una decisión.
· Inteligencia: la persona debe juzgar la
situación con la razón.
· Docilidad: la persona debe tener siempre
la mente abierta para poder considerar los extremos no previstos, y adaptarse
al cambio.
· Providencia: Se entiende como la
capacidad de anticiparse al futuro y prever las consecuencias de los actos
presentes.
· Precaución: la persona debe tener la
habilidad necesaria para minimizar cualquier riesgo.
“El que adquiere cordura se ama a sí mismo, el que tiene prudencia
encuentra la dicha”
(Proverbios 19:8)
FORTALEZA
Desde la filosofía griega se entiende la virtud de la fortaleza como
fuerza de ánimo frente a las adversidades de la vida. Es la virtud moral que
nos permite constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de
resistir a las tentaciones y de superar obstáculos. También incluye el valor en
situaciones difíciles y de peligro, así como la capacidad de tomar riesgos
prudentes. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida
por defender una causa justa.
La virtud de la fortaleza requiere siempre una cierta superación de la
debilidad humana y, sobre todo, del miedo, ya que la persona teme
espontáneamente por su propia naturaleza el peligro, los disgustos y los
sufrimientos.
La fortaleza tiene dos elementos importantes: atacar y resistir. Atacar
para conquistar metas altas en la vida, venciendo los obstáculos. Y resistir
los ataques de desaliento y desesperanza, así como los halagos del enemigo.
Esta virtud nos permite soportar el martirio y la muerte, si fuera necesario,
antes que abandonar el bien.
La virtud de la fortaleza tiene seis compañeras inseparables en su
andadura:
· Magnanimidad: generosidad y nobleza de
espíritu.
· Magnificencia: generosidad y liberalidad en
obras materiales.
· Paciencia: capacidad para soportar con
resignación dificultades, desgracias, ofensas y enfermedades.
· Longanimidad: grandeza, benignidad,
clemencia y constancia de ánimo en las adversidades.
· Perseverancia: firmeza o tesón en la
realización de algo, siempre en el ejercicio del bien.
Constancia: firmeza y perseverancia en los propósitos, resoluciones y acciones.
Constancia: firmeza y perseverancia en los propósitos, resoluciones y acciones.
“Mi fortaleza y mi canción es Yahvé. El es mi salvación. A Él, mi Dios,
yo lo glorifico; el Dios de mi padre, a quien exalto” (Éxodo 15:2)
TEMPLANZA
Es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio
en el uso de los bienes creados y compartidos. Asegura el dominio de la
voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la
honestidad.
La templanza nos capacita para controlar y canalizar correctamente
nuestras tendencias. A esta virtud se le llama también sobriedad. No se trata
solamente de dominarse y moderarse, sino que es una discreción ordenadora
relacionada con la armonía y la perfección interior del individuo.
Cabe destacar dos tipos de templanza: la natural y la cristiana. La
natural se refiere principalmente al sentido del gusto y del tacto que impone
la razón, de forma que cualquier persona se guíe por la moderación y no sean
esclavos de los placeres sensibles. En cambio, la templanza cristiana es la
virtud cardinal que orienta y modera la tendencia a los placeres sensibles para
que la persona se mantenga dentro de los límites que le señala la fe.
Hay dos virtudes compañeras de la templanza:
· Humildad: que modera el apetito de la
excelencia.
· Mansedumbre: que modera el apetito de la
ira.
“No seas insaciable de todo placer… Por intemperancia han muerto muchos,
pero el que vigila prolongará su vida” (Eclesiástico 37:29-31)
JUSTICIA
Es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar
a Dios y al prójimo lo que les es debido; en otras palabras, es dar a cada uno
lo que le corresponde.
La justicia no puede existir sin la misericordia, la caridad y el amor.
Es el principio fundamental de la coexistencia de las personas, de las
comunidades y de los pueblos. Debe tener siempre una significación fundamental
en el orden moral entre las personas y en cualquier tipo de relación colectiva.
El individuo debe reflexionar ante cualquier situación problemática y conservar
la calma en todo momento, puesto que de lo contrario puede incidir en una mala
decisión.
Para organizar con justicia el conjunto de la vida social en sus
distintos aspectos, es necesario que la persona sea justa y que por ello actúe
con justicia con respecto a los demás, lo cual hará que favorezca la
convivencia pacífica dentro de la comunidad en la que se encuentra.
En cuanto a la justicia cristiana, la virtud de la justicia abarca las
relaciones individuales con Dios, con el prójimo y con la sociedad, y es
fundamental para imponer orden, paz, bienestar y veracidad en todos los
ámbitos.
La virtud de la justicia regula y orienta otras virtudes:
Dar a Dios el respeto y el
culto que le es debido.
· Someter nuestra voluntad a la
de nuestros superiores legítimos en cuanto a representantes ante Dios, tanto si
se trata de nuestros padres, gobernantes, patronos o superiores de una
organización religiosa.
“Quien va tras la justicia y el amor hallará vida y honor” (Proverbios 21:21)
“Nada hay para el sumo bien como amar a Dios con todo el corazón, con
toda el alma y con toda la mente, lo cual preserva de la corrupción y de la
impureza del amor, que es lo propio de la templanza; lo que le hace invencible
a todas las incomodidades, que es lo propio de la fortaleza; lo que le hace
renunciar a todo otro vasallaje, que es lo propio de la justicia y, finalmente,
lo que le hace estar siempre en guardia para discernir las cosas y no dejarse
engañar subrepticiamente por la mentira y la falacia, lo que es propio de la
prudencia”
(San
Agustín)
Agustín Fabra
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