Sor Encarnación González es religiosa Hospitalaria y misionera desde
hace 24 años en Monrovia, Liberia. Tras venir a Europa a hacer ejercicios
espirituales en su casa madre de Londres, se encontró con que el agravamiento
del brote de ébola le impide regresar a África, al menos durante los próximos
tres o cuatro meses. En este particular exilio, ha concedido una
entrevista a la diócesis de Málaga, distribuida también por OMPress
Noticia digital (22-IX-2014)
¿CÓMO ESTÁ LA ATENCIÓN A LOS
ENFERMOS EN ESTOS MOMENTOS EN LIBERIA?
Por lo que oigo están en muy malas condiciones en el hospital donde los
llevan: no tienen comida, el aseo es peor de lo que te puedas imaginar... Es
muy duro pensar que tienes que ir allí porque no tienes otro sitio, y
cualquiera que va, prácticamente sabe que no va a salir. Es otro trauma que se
añade al que ya llevan con ellos.
USTED, SIN EMBARGO, ESTÁ
DESEANDO VOLVER.
Es que nosotros, los misioneros, cuando vamos por esas tierras, vamos
con la inquietud y el deseo de ayudar. Ahora mismo, en estas circunstancias, es
cuando más lo necesitan. Simplemente tu presencia es tanto o más que la ayuda
que les puedas ofrecer materialmente. Para ellos es un apoyo el que alguien se
esmere por ellos, que no les abandone. Es parte de su medicación. Y si has
estado allí tantos años con ellos, codo con codo, sufriendo y gozando también,
¿por qué no decirlo?, pues [su voz se quiebra y hace una pequeña pausa] son mi
segunda familia.
GUERRAS, HAMBRUNAS... ¿ES EL
ÉBOLA LO MÁS GRAVE QUE HA VIVIDO LIBERIA?
La guerra para mí fue menor que esto, porque podías refugiarte en algún
sitio seguro, pero esto no tiene escapatoria. No sabes con quién te codeas,
puedes cogerlo en cualquier lugar. Y yo he pasado allí tres momentos de guerra
y sé de lo que hablo.
¿QUÉ LA SOSTIENE?
El amor de Dios, es lo principal en todo religioso y en todo consagrado.
La presencia de Dios, la fuerza que sientes desde arriba, la oración... Sin eso
no se podría estar allí, es lo que te sostiene y te hace que te olvides de todo
y que te dediques de lleno a quienes te necesitan. Nuestra vida consagrada es
para darnos a los demás.
¿QUÉ LE PIDE A DIOS CADA DÍA?
Que me siga dando fuerza y salud, para poder volver, y que me siga
manteniendo en esa actitud de hacer lo que Dios quiera de mí. Si hoy me pide ir
allí, no puedo rehusarlo.
¿Y A NOSOTROS, QUÉ NOS PIDE?
[Su risa suena al otro lado de la línea telefónica]. Pues sobre todo
cooperación, porque cuando la gente está en esta situación de necesidad, suele
decir: «¿Y los que viven en Europa, no se acuerdan de nosotros?» Claro, en esos
momentos ellos desearían una ayuda inmediata, pero sí que cuando las naciones
cooperan ellos lo agradecen y se sienten protegidos. Yo les pido que piensen en
todos los que hay en muchísimas peores circunstancias, mientras nosotros
malgastamos lo que tenemos.
Ana Medina
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