Con 85 años, se lo cuenta al Papa
Francisco.
Durante
el encuentro que sostuvo el domingo 21 de septiembre el Papa Francisco con los
sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y movimientos laicales en la
Catedral de San Pablo de Tirana, la hermana religiosa Francisca Estigmatina, Sor María Caleta, de 85 años, relató cómo en
medio del brutal régimen comunista ella daba testimonio de fe.
Sor María contó al Santo Padre que desde muy joven había sentido el “llamado del Señor sin saber todavía lo que significaba ser religiosa”, ella vivía con sus padres, era hija única y gracias a las oraciones y los consejos de su tío sacerdote, tuvo la ayuda “para emprender este camino”.
La religiosa asistió al convento de las Hermanas Franciscanas Estigmatinas por siete años, pero por el régimen comunista se vio obligada a abandonar el convento y regresó a su casa junto a sus padres y a asistir a su tío el sacerdote que estaba en prisión, quien ahora su nombre junto al de su amiga (la única mujer de la lista y hermana de su misma congregación) está en proceso de canonización.
Al morir sus padres, Sor María vivió sola y supo “mantener viva la fe en el corazón de los fieles aunque de manera clandestina. El Señor me ha regalado tanta fe que he podido ayudar también a otros bautizados, no sólo a los niños de los pueblos sino también de aquellos que se acercaban a mi puerta y sólo después de haber tenido la certeza que no me habían denunciado”.
Recordó en particular la vez que regresando a casa del trabajo “por el camino sentí que una voz me llamaba, era una mujer con una niña en brazos que llegó corriendo y me pide bautizarla”.
Sor María que aún era laica “tenía miedo porque sabía que era la mujer de un comunista y le dije que no tenía con qué bautizarla porque estábamos en la carretera, pero por el gran deseo que tenía me dijo que en el canal cercano había agua, yo le dije que no tenía con qué tomar el agua, pero ella insistía que yo bautizase a su niña, a continuación viendo su fe me quité el zapato que era de plástico y con él tomé el agua del canal y la bauticé”.
Prosiguiendo con su testimonio al Santo Padre, la religiosa le contó de otras bendiciones que había tenido en medio de la persecución.
“Además gracias al consentimiento de los sacerdotes guardaba el Santísimo Sacramento en un gabinete de mi casa que llevaba a las personas enfermas y a punto de morir”.
“He prestado un servicio religioso que tampoco yo sé cómo lo he hecho, cuando pienso en ello me pregunto cómo hemos podido soportar tantos terribles sufrimientos, pero sé que el Señor nos ha dado la fuerza, la paciencia y la esperanza”, resaltó.
“El Señor ha dado la fuerza a aquellos que había llamado, de hecho me ha recompensado de todos los sufrimientos también aquí en la tierra”, expresando que luego que se abrieran las Iglesias al terminar el régimen del comunismo “he tenido la fortuna de hacerme religiosa, deseo común de tantos otros sacerdotes y hermanas”.
La religiosa también señaló que no sabe cómo dar gracias a Dios por este día “he tenido el privilegio de estar con su Santidad y pedir la bendición para mi y para mi tío sacerdote y para las hermanas Estimatinas para la parroquia donde he nacido y he desempeñado mis servicios hasta hoy, para los Obispos, los sacerdotes, las religiosas y para todo el pueblo albanés”, concluyó.
Sor María contó al Santo Padre que desde muy joven había sentido el “llamado del Señor sin saber todavía lo que significaba ser religiosa”, ella vivía con sus padres, era hija única y gracias a las oraciones y los consejos de su tío sacerdote, tuvo la ayuda “para emprender este camino”.
La religiosa asistió al convento de las Hermanas Franciscanas Estigmatinas por siete años, pero por el régimen comunista se vio obligada a abandonar el convento y regresó a su casa junto a sus padres y a asistir a su tío el sacerdote que estaba en prisión, quien ahora su nombre junto al de su amiga (la única mujer de la lista y hermana de su misma congregación) está en proceso de canonización.
Al morir sus padres, Sor María vivió sola y supo “mantener viva la fe en el corazón de los fieles aunque de manera clandestina. El Señor me ha regalado tanta fe que he podido ayudar también a otros bautizados, no sólo a los niños de los pueblos sino también de aquellos que se acercaban a mi puerta y sólo después de haber tenido la certeza que no me habían denunciado”.
Recordó en particular la vez que regresando a casa del trabajo “por el camino sentí que una voz me llamaba, era una mujer con una niña en brazos que llegó corriendo y me pide bautizarla”.
Sor María que aún era laica “tenía miedo porque sabía que era la mujer de un comunista y le dije que no tenía con qué bautizarla porque estábamos en la carretera, pero por el gran deseo que tenía me dijo que en el canal cercano había agua, yo le dije que no tenía con qué tomar el agua, pero ella insistía que yo bautizase a su niña, a continuación viendo su fe me quité el zapato que era de plástico y con él tomé el agua del canal y la bauticé”.
Prosiguiendo con su testimonio al Santo Padre, la religiosa le contó de otras bendiciones que había tenido en medio de la persecución.
“Además gracias al consentimiento de los sacerdotes guardaba el Santísimo Sacramento en un gabinete de mi casa que llevaba a las personas enfermas y a punto de morir”.
“He prestado un servicio religioso que tampoco yo sé cómo lo he hecho, cuando pienso en ello me pregunto cómo hemos podido soportar tantos terribles sufrimientos, pero sé que el Señor nos ha dado la fuerza, la paciencia y la esperanza”, resaltó.
“El Señor ha dado la fuerza a aquellos que había llamado, de hecho me ha recompensado de todos los sufrimientos también aquí en la tierra”, expresando que luego que se abrieran las Iglesias al terminar el régimen del comunismo “he tenido la fortuna de hacerme religiosa, deseo común de tantos otros sacerdotes y hermanas”.
La religiosa también señaló que no sabe cómo dar gracias a Dios por este día “he tenido el privilegio de estar con su Santidad y pedir la bendición para mi y para mi tío sacerdote y para las hermanas Estimatinas para la parroquia donde he nacido y he desempeñado mis servicios hasta hoy, para los Obispos, los sacerdotes, las religiosas y para todo el pueblo albanés”, concluyó.
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