Tú, querido sacerdote que me
lees, quizá hubieras podido proyectar mejores iglesias que los que las
proyectan. Quizá supieras organizar las ceremonias de la catedral mejor que
quien las organiza ahora. O quizá tú hubieras sido un gran teólogo, porque eres
más inteligente que otros que son profesores de la facultad, pero te dedicaron
a la parroquia de un pueblo. Tal vez hubieras sido un gran obispo, mejor que otros,
pero te destinaron a un pequeño puesto. Pero recuerda que la vida es el
resultado de un destino marcado por Dios. La vida no es el resultado de un
viento azaroso que te arrastra como una hoja seca. Detrás hay quien mueve los
hilos. Son muchos los caminos que se entrecruzan, son muchas las aguas que te
arrastran por caminos que desconocías, son muchos los bombos girando de los que
se extraen bolas. Pero detrás solamente hay una Voluntad Suprema. Por eso,
tranquilo, toma la vida como la materialización de esa Voluntad. Y forma parte
de lo decidido por esa voluntad permitir que el menos capacitado se dedique a
ocupaciones aparentemente más importantes. Pero lo realmente importante es
hacer lo que se nos ha encomendado.
Tú con tu voluntad quieres hacer muchas cosas. Pero hay una Voluntad que
ha hecho con tu voluntad lo que ves.
P.
FORTEA
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