A nadie se le oculta la
importancia que tiene la adoración eucarística, la exposición del Santísimo, y
por eso mismo, en este blog, con periodicidad, volvemos una y otra vez a
mostrar sus valores y cualidades, litúrgicas, pastorales, espirituales.
Hace muchos años, o al menos eso
me lo parece a mí, un lema de la Jornada Pro orantibus traía como lema una
frase adaptada de Edith Stein (Sta. Teresa Benedicta de la Cruz), que rezaba
así:
"Ante ti por todos".
La frase original (que he
encontrado después de años) dice así:
"nuestra vocación es
interceder por todos ante Dios"
(Carta nº 415, a Fritz Kaufmann,
14-mayo-1934; OC I, p. 1089).
Ese mismo sentido, en general, es
el contenido hondo de la adoración eucarística. Se está ante el mismo Cristo,
expuesto solemnemente en la custodia, intercediendo por todos. Se está ante el
mismo Cristo cargando con los problemas, los sufrimientos, las angustias, los
dolores, de nuestros hermanos, ofreciéndolos, intercediendo.
Ante el mismo Cristo, Dios con
nosotros, tan cercano al ser adorado en la Eucaristía, se intercede de modo
solidario, o lo que es lo mismo, en virtud de la Comunión de los santos, por
los demás.
La adoración eucarística, tan
importante, tan enriquecedora, no es mero consuelo privado, personal (que lo es
en muchos casos y es legítimo), sino que es el momento propicio para sentirse
miembro muy vivo de la Comunión de los santos, y permitir que por nuestra
intercesión constante, fluyan las gracias necesarias a los demás miembros del
Cuerpo místico de Cristo; que por la persona que está adorando, intercediendo
ante Él, corran ríos de vida que fecunde toda la Iglesia.
Cada adorador se expropia de sí
mismo, se vacía de sí, para llevar a los demás hasta Cristo en la intercesión y
por su adoración, Cristo comunica las gracias necesarias a los demás.
Eso nos libra de vivir la oración
personal y la adoración como algo meramente personal, aislado, sino que nos
sitúa como miembros vivos de la Iglesia, dilata el corazón, lo ensancha, y en
la soledad orante nos permite sentirnos católicos, abarcando con nuestra
oración a todos, intercediendo por todos, llevando a todos ante Él.
Un alma con sentido eclesial, con
corazón eclesial, sabe librar muchas batallas en los ratos de rodillas ante
Cristo en la custodia. Con su adoración, ayuda a muchos, llega a mil rincones,
alivia mil sufrimientos...
Para la propia vida personal, la
adoración eucarística es imprescindible; en la vida parroquial, en la acción
pastoral, la adoración eucarística es una gran inversión que da fruto a largo
plazo.
"Por
todos ante Ti".
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