Si alguien me preguntara qué es
lo que más me cuesta de aceptar en la Iglesia, le diría que dos cosas. Una de
ellas es tener que besar el anillo episcopal de alguien humano, muy humano,
investido de un poder apostólico de consecuencias tan trascendentales. Cuántas
veces en mis viajes he besado anillos santos y sagrados en manos terrenas. Beso
el poder apostólico portado en una mano que es barro. Y lo beso haciendo un
gran acto interior de aceptación.
Tanta gente habla de que hay que reformar la Iglesia; y se fijan en
tonterías. A los ignorantes, las tonterías que brillan les llaman mucho la
atención. Cuánto daría yo porque se reformase la Congregación de Obispos.
Porque si el obispo es el que toma las decisiones, allí en esa congregación se
decide a quien se elige para tomar esas futuras decisiones. Señor, sitúa
prelados santos en esa congregación.
P.
FORTEA
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