En la vida de San Antonio María Claret existe un episodio trágico, pero a la vez consolador. Este santo fundador había sido consagrado obispo en la catedral de Vich el día 6 de octubre de 1850. Regresando de esta ciudad, pasó por el pueblo de Villafranca del Penadés y le rogaron fuera a asistir a bien morir a cuatro reos condenados a muerte. Los cuatro condenados rechazaban la confesión. San Antonio María Claret fue al instante a la cárcel, estuvo con los cuatro reos, les habló con aquel celo y amor que él poseía y logró convertirlos.
Los
cuatro condenados fueron conducidos al patíbulo. Ya en él, San Antonio María
Claret les preguntó, según la fórmula del ritual, si perdonaban a todos
aquellos que les hubieran ofendido. Uno de los condenados se adelantó al santo
obispo y con voz clara, que fue oída por la multitud, le dijo: -"Yo
perdono a todos, excepto a mi madre, ella es la causante de que yo haya venido
aquí a acabar mi vida en trance tan horrible, por no haberme corregido cuando
debía". La multitud que presenciaba la escena quedó presa de honda
emoción.
San
Antonio María Claret se puso de rodillas junto a los pies del condenado, se
inclinó y se los besó. Le suplicaba con toda dulzura y vehemencia perdonase a
su pobre madre; que lo hiciera por amor a Jesucristo. Lloraba la gente,
conmovida por la actitud humilde de San Antonio María Claret, y el desgraciado
reo repetía insistentemente. "A usted, padre, nada tengo que perdonar, en
nada me ha ofendido; mí madre es la responsable de todo".
La
ejecución no podía retrasarse por más tiempo. El santo obispo oraba fervoroso
por la conversión de aquel hombre. El verdugo esperaba a cumplir su oficio. Por
fin aquel criminal, un momento antes de la ejecución, se reconcilió con su
madre y la perdonó.
A los
pocos minutos eran ejecutados los cuatro criminales en castigo de sus maldades.
EXPLICACIÓN DOCTRINAL:
Todos
somos pecadores ofendemos a Dios y le pedimos con sincero arrepentimiento nos
perdone nuestras ofensas y pecados. Y Dios, que es el amor y la misericordia
Infinita, derrama sobre nosotros su paz y su perdón. Dios nos perdona porque es
nuestro Padre y nosotros somos sus hijos. Por eso debemos imitar a Dios,
perdonando a aquellos que nos han ofendido y agraviado. Si así lo hacemos somos
verdaderos hijos de Dios.
Jesús,
desde la Cruz, nos da ejemplo de perdón y de amor para con sus enemigos cuando
pedía al Padre perdonara a todos, Por eso el Señor nos manda en el Evangelio
que perdonemos, diciéndonos: "Cuando os pusiereis en pie para orar, si
tenéis alguna cosa contra alguien, perdonadlo primero, para que vuestro Padre,
que está en los cielos, os perdone a vosotros vuestros pecados". (Marcos,
11)
NORMA DE CONDUCTA:
Miraré a
Jesús crucificado y le diré: Perdono a los que me han ofendido.
Gabriel
Marañon Baigorrí
No hay comentarios:
Publicar un comentario