SE DECRETÓ «DE FORMA SISTEMÁTICA LA SUPRESIÓN DE LA IGLESIA EN LA VIDA SOCIAL»
Los estertores del régimen comunista: la oración
por la paz en la iglesia de San Nicolás de Leipzig abarrotó el templo el 23 de
octubre de 1989, dos semanas antes de la caída del Muro de Berlín, el 9 de
noviembre.
Una conversación con el
matrimonio formado por Monika y Anton,
mantenida en su casa de Berlín, sobre las limitaciones, pero también sobre las
posibilidades de vivir la fe en un país
comunista. Aunque han pasado ya
tantos años desde la desaparición del régimen de vigilancia de la RDA
[República Democrática Alemana], lo tienen tan interiorizado que prefieren que
no se publique ni su apellido
ni una foto.
RESISTIENDO
A LA JUGENDWEIHE, LA CEREMONIA DE INICIACIÓN SOCIALISTA
Anton, de 76 años, ha pasado toda
su vida en la extinta RDA, pues desde que cayó el Muro sigue viviendo en el antiguo Berlín este. Su familia procedía de la
región del río Oder, pero se trasladó a Brandemburgo en 1945: “Mi madre, que ya entonces tenía cinco hijos, huyó a
finales de la guerra hacia esta región; yo nací un año más tarde, en 1946, en
la capital del distrito, Belzig, que hoy se denomina Bad Belzig. Mi padre se
reunió allí con nosotros, después de pasar por un campo de prisioneros.
En Belzig acudí a la escuela, al igual que mi
mujer, Monika, aunque no nos conocimos entonces.”
Su esposa Monika asiente: “Anton iba a la clase de mi hermano; sabía que él
era católico y, como yo no pertenecía a ninguna iglesia,
me mantenía alejada de él”.
En 1961 –según relata Anton– pudo
ingresar en la Oberschule (bachillerato superior) sin necesidad de celebrar la
Jugendweihe, una ceremonia atea de iniciación sustitutiva
de la Primera Comunión de los católicos o de la Konfirmation de los
protestantes. Aun así, ya entonces se ejercía cierta presión: “Llamaron a mi padre –dice– para preguntarle por qué no la
hacía. Mi padre respondió: ‘¿Hay alguna ley que lo exija? Si no es así, el
asunto queda zanjado’”.
EL
MURO DE BERLÍN
Esto sucedía en septiembre de
1961, un mes después de que, el 13 de agosto, se construyera el “Muro” (“antifascista” para los unos, “de la vergüenza” para los otros).
La célebre fotografía de Peter
Leibing (1941-2008), tomada el 15 de agosto de 1961, que captura el momento en
el que el soldado Conrad Schumann (1942-1998) deserta y huye al sector francés
de Berlín en uno de los escasos pasos que habían quedado tras la construcción
del Muro dos días antes.
A la pregunta de si –antes de que
se construyera, cuando era relativamente fácil ir a Berlín occidental– no
habían pensado en salir de la RDA, Anton expone que, con seis hijos y
con un puesto de trabajo, sus padres no se plantearon esa posibilidad: “Tres de mis hermanos iban además a la Universidad”.
LA
MARGINACIÓN SISTEMÁTICA DE LA IGLESIA
En cuanto al espacio que ocupaba
la religión en el “sistema RDA”, el
matrimonio explica que la expulsión de la religión de lo público fue más bien
un proceso paulatino: “Durante los primeros años,
en la escuela primaria, los niños protestantes acudían a las clases de
religión; los católicos, que éramos pocos, las teníamos aparte. Las clases de
religión se prohibieron en 1956. Entonces comienza de forma sistemática la
supresión de la Iglesia en la vida social. En 1958 se impone la ‘formación
atea’ en todos los ámbitos de la educación, desde el jardín de
infancia hasta la universidad. En la universidad de Jena se creó en 1963 una
cátedra dedicada al ‘ateísmo científico’, dirigida por Olof
Klohr (1927-1994). En todas las carreras había ideología
marxista-leninista. Después de 1961 la presión ideológica se hizo
mucho mayor. La iglesia, tanto la católica como la evangélica, seguía
existiendo, sí, pero quien formaba parte de ella sufría desventajas”.
¿Hubo también una
persecución abierta? Anton recuerda “algunos procesos contra sacerdotes;
además, también se produjeron ‘accidentes’ que nunca se llegaron
a esclarecer”. Para ejemplificarlo cuenta cómo su párroco le comentó
que, siendo sacerdote joven, se le acercó una atractiva joven con intenciones
inequívocas: “Eran los métodos de la Stasi
para chantajear a sacerdotes jóvenes”.
LA
VIGILANCIA DE LA STASI
Anton estudió Teología en la única
facultad eclesiástica de la RDA, en Erfurt: “Por
ser una facultad eclesiástica, la Iglesia podía decidir qué profesores
enseñaban allí. En las facultades evangélicas decidía sobre esto el Estado. Sin
embargo, me di cuenta que el sacerdocio no era para mí. Dejé el seminario y
comencé a trabajar en una empresa farmacéutica en Berlín”. Allí
no ocultó que era católico; tiempo más tarde, una compañera de trabajo le
confesó que tenía que enviar un informe sobre él cada cuatro
semanas.
Como ejemplo de represión habla
de cuando Juan Pablo II visitó
por primera vez Polonia. Entonces, miles de ciudadanos de la RDA –que no podían
viajar a Roma– fueron a verle allí, pues era relativamente sencillo viajar a
Polonia: “Los miembros del partido se asustaron por
la gran cantidad de personas que fueron a ver al Papa y los
ficharon a todos ellos. Un miembro del Partido, con quien me llevaba
bastante bien, me dijo: ‘No digas nada, pero que sepas que a partir de
ahora os vamos a vigilar muy de cerca’.”
El ambiente de vigilancia llegaba
a tales extremos –añade Monika– que “incluso los
niños se tanteaban unos a
otros para saber quiénes pensaban como ellos.” También menciona un
ejemplo de persecución directa: “El director de
nuestra escuela estaba casado con una protestante; cuando ésta falleció,
siguiendo su deseo, quiso que fuera enterrada en un cementerio cristiano. El
resultado fue que lo expulsaron de la escuela”.
Un congreso para la Jugendweihe
[Consagración Juvenil], bajo el lema 'Un compromiso con la grande y noble causa
del socialismo'.
Para los cristianos, “el ambiente se iba enrareciendo cada vez más –continúa
Anton–; por ejemplo, a partir de cierto momento, sin la Jugendweihe de la que
hablábamos antes, no se podía acudir a la escuela secundaria. El argumento era
que los que acuden a la escuela serían los futuros dirigentes y para ello tenían
que ser socialistas convencidos. Los profesores que eran creyentes
se lo pensaban muy bien si seguían yendo a la iglesia; algunos incluso iban a
otro barrio donde no los conocían. No había ningún juez, ningún director de
empresa, ningún director de escuela que fuera cristiano. Los
cristianos estaban siempre en un segundo o tercer nivel”.
Las fiestas cristianas
fueron abolidas; en lugar de Navidad se celebraba la “fiesta de la paz”. En este contexto, Monika
menciona un ejemplo de lo que sucedió con su hija Eva,
en el jardín de infancia: cuando se acercaba la Navidad, habló de Dios.
Inmediatamente me llamaron para decirme que dejara de hacerlo porque a ese
Kindergarten iban también los hijos de altos funcionarios del Ministerio del
Interior y la educadora podría tener problemas.
EL
"CIELO" DE CÁRITAS
La vida de la familia dio un giro
notable cuando Anton comenzó a trabajar para Cáritas. Todo comenzó con una casualidad: “En 1981, a la salida de una Misa en la catedral, me
encontré con un compañero de estudios que entretanto había llegado a ser
director de Cáritas. Me comentó que estaban buscando a alguien que se ocupara
de la formación de los empleados. En Alemania occidental, Cáritas es una
asociación registrada, independiente; en la RDA formaba parte de la Iglesia
católica, de cada una de las diócesis. Comencé a trabajar como director de
formación del personal sanitario en los hospitales católicos. En la RDA
había 32 hospitales católicos integrados en el sistema de salud
del Ministerio de Sanidad; sin ellos, la Sanidad habría colapsado. Además, a
los discapacitados los dejaban en manos de la Iglesia. Los
propios funcionarios del Partido buscaban ser atendidos en hospitales católicos
o evangélicos. Por ejemplo, el autor comunista Bertolt Brecht murió
en un hospital católico”.
En 1985 se introdujo la
asignatura de Ética en
Medicina; como en todas las carreras, también ellos tenían que estudiar teoría
social, filosofía, sociología y economía política marxista-leninistas. Dice
Anton: “En Cáritas nos planteamos cómo hacerlo en
la formación de las enfermeras y conseguimos que, además del marxismo-leninismo,
en la asignatura de Ética pudieran estudiar la doctrina de la Iglesia.
Especialmente orgulloso estoy de que logramos que los fines de semana, de
viernes a domingo, un médico de Alemania occidental, de Bingen, diera cursos
sobre el acompañamiento de enfermos terminales: en esos
cursos llegaron a participar dos mil personas. Tenía especial importancia,
porque el socialismo no tiene respuestas ante la muerte. Otra de mis
competencias era la formación continua de los capellanes que
desempeñaban su labor en los hospitales.
»Después de doce
años en la empresa farmacéutica, en Cáritas me parecía estar en el cielo:
allí no había la ideología que reinaba en otros campos. Incluso rezábamos el
Ángelus al mediodía. Y añadíamos tres peticiones: por la paz del mundo, por la
libertad de la Iglesia y por la
unidad del pueblo. También rezábamos antes de comer. Y una vez al mes había una
Misa especial para los trabajadores de Cáritas: la catedral se llenaba cada
vez”.
Anton y Monika hablan también de
los “círculos familiares” en las parroquias
católicas. En la RDA
cuando alguien terminaba la carrera no podía buscar trabajo, sino que era “delegado” a una empresa. Por eso, muchos no
tenían familiares en Berlín y ese “círculo” era
como una familia, donde se podía hablar abiertamente. Anton se emociona al
recordar cómo, con ocasión del nacimiento del quinto hijo de una médico, casada
con un ingeniero, organizaron el bautizo: con él se bautizaron 17 niños. “¡Fue increíble! Éste era otro de los ‘nichos’ donde los
católicos podían vivir su fe”.
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