En este blog pongo mis ilusiones y mis tristezas, mis pasatiempos y mis labores, tonterías y asuntos serios. He dudado un poco en deciros algo que en sí es pequeño, pero que me ha dado una gran alegría desde ayer.
Llevaba
años tratando de solucionar una cuestión teórica y, por fin, he dado con la
solución. ¡Años, llevaba yo dándole vueltas al
asunto!
Veréis,
en mi libro La decadencia de las columnas
jónicas, explicaba yo cómo sustituiría en las democracias las
elecciones generales celebradas una vez cada cuatro años por unas elecciones
continuas celebradas cada dos meses, fraccionando el censo electoral en grupos
pequeños. Allí explico las ventajas de las elecciones continuas y son muchas a
mi parecer.
La
decadencia de las columnas jónicas,
sección titulada “Votaciones generales escalonadas”, pg. 155.
Cuando se
ocurrió este concepto de elecciones continuas, no dejé de pensar lo interesante
que sería unir a esa idea la práctica de la renovación constante del congreso.
Es decir, que según ocurrieran las elecciones así se fueran renovando los
escaños, entrando unos, saliendo otros.
El tema
era complicadísimo porque los escaños dependen de las votaciones de todos los
electores. Es decir, hasta que no se completan todas las votaciones escalonadas,
no se sabe si alguien ha llegado a la cantidad de votos necesarios para tener o
no un escaño. Así que por muy fraccionadas que fueran las elecciones generales,
al final la renovación de los escaños del hemiciclo solo se podía producir al
cabo de cuatro años.
De ningún
modo se podía hacer depender un escaño de los resultados de una determinada
circunscripción. Esa hubiera sido una solución fácil, pero el hemiciclo tiene
que ser la expresión de la voluntad popular de una nación. Hacer depender un
escaño de un distrito electoral solo tiene que inconvenientes para la verdad
democrática que debe reflejar el congreso. En mi sistema (el que expongo en ese
libro), cada congresista representa al 1% de los votantes de la nación.
Como veis
el problema me pareció insoluble durante varios años. Hasta que ayer me puse a
buscar una solución (otra vez) y esta vez se encendió una bombilla. La solución
la expongo en el libro que completa el libro anterior, se titula Las doradas manzanas de la democracia. Es uno
de esos abundantes libros que puede preciarse de haber tenido, estimo, que no
más de 4 o 5 lectores, y eso en el mejor de los casos.
Las
doradas manzanas de la democracia,
sección “Elecciones continuas y renovación escalonada de escaños”, pg. 88.
En fin,
os hecho partícipes de esta alegría “muy personal” y
por si alguno quería echar una hojeada. Cuando comencé a escribir el primer
libro, me decía a mí mismo: “Qué poco futuro tiene
este libro. Ya todas las naciones tienen su constitución”. Pero ahora el
panorama es radicalmente distinto. Ahora todos los gobernantes quieren cambiar
de carta magna, es como una moda. De hecho, cuando un gobernante se aburre y
pasea sin saber qué hacer por palacio, se pregunta: “¿Y
si cambio la constitución?”.
P. FORTEA
No hay comentarios:
Publicar un comentario