Creo que esta ocasión se presta para hacer una semblanza del papa Benedicto. Hombre tranquilo de costumbres fijas. Personalidad ordenada, fiel a los horarios. La teología más que su trabajo fue su vida. Conocía y amaba la tradición, pero siempre estuvo abierto a todo progreso.
Mente
siempre abierta a la escucha. Sin duda le gustaba tomar las decisiones de un
modo colegial. Hombre flemático, amante de los paseos por los jardines
vaticanos.
Hasta que
yo fui a Roma, mi relación interna con el papa Benedicto era de obediencia
eclesial, pero eso era todo. Mi relación era fría. Sin embargo, durante mi
doctorado en la Urbe, desde la primera vez que lo vi, sentí que era como un
padre espiritual, sentí su paternidad hacia la Iglesia y hacia mí en concreto.
Y desde ese momento sentí un tierno afecto filial. Ya no era solo una figura
jerárquica, solo una figura dotada de un status eclesial, sino que se añadió el
afecto, en mi corazón sentí esa paternidad.
LA CINEMATOGRAFÍA DE
LA MUERTE
Hoy he
recibido una interesante consulta: ¿cómo deberían ser
los funerales de un papa emérito?
La
respuesta es sencilla, en todo igual a los de un papa reinante. Sería
estéticamente interesante que a la muerte de un papa, tras tocar las campanas a
toque de muerto, se extendiera un pendón negro desde el balcón de la fachada de
la basílica vaticana. No una simple, vulgar, tela negra, sino un rectángulo de
seda adamascada, con borlas negras en su extremo inferior. Un rectángulo de
unos 7 u 9 metros de longitud.
También
sería un detalle de respeto a la grandeza de lo que significa ser (o haber
sido) un vicario de Cristo en la tierra que se restaurara la pequeña ceremonia
de golpear levemente con un martillito la frente del difunto, llamándolo tres
veces.
Otro
detalle, mínimo, pero bonito, sería que el acta de fallecimiento no fuera un
frío papel DINA-4 impreso en el ordenador; sino que hubiera un libro de páginas
grandes en el que las anotaciones se hicieran a mano. Sería precioso ver un
libro en el que se suceden las actas de fallecimiento de los pontífices. En una
sola página, con distinta caligrafía, se podrían ver las actas de más de diez
pontífices, uno detrás de otro. La página se podría organizar en una sucesión
de tres columnas verticales con texto de margen a margen de la página. Hasta de
eso se podría hacer una obra de arte que se pudiera ver online en Internet. Una
página que sería completada pontificado tras pontificado.
Incluso
se podría redactar un responso expresamente pensado en sus fórmulas para el
fallecimiento de un sumo pontífice. También este responso podría estar
redactado con impresionante caligrafía (y hasta iluminaciones) que lo
convirtieran en una obra de arte. Pienso en unas páginas grandes, tamaño DINA-3, con una bonita encuadernación en cuero.
Sé que
todo esto le parecerá a alguien muy cinematográfico, pero son modos para
significar lo que significa ser (o haber sido), lo repito, el vicario de Cristo
en la tierra.
P. FORTEA
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