Memoria Litúrgica, 14 de diciembre.
Por: Redacción | Fuente: Archidiócesis de Madrid
PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA
Martirologio
Romano: Memoria de san Juan de la Cruz,
presbítero de la Orden de los Carmelitas y doctor de la Iglesia, el cual, por
consejo de santa Teresa, fue el primero de los hermanos que emprendió la
reforma de la Orden, empeño que sostuvo con muchos trabajos, obras y ásperas
tribulaciones, y, como demuestran sus escritos, buscando una vida escondida en
Cristo y quemado por la llama de su amor, subió al monte de Dios por la noche
oscura, descansando finalmente en el Señor, en Úbeda, de la provincia de Jaén
(1591).
Fecha
de beatificación: 25 de enero de 1675 por el Papa
Clemente X
Fecha de canonización: 27 de diciembre de
1726 por el Papa Benedicto XIII
Etimológicamente: Juan = Dios es misericordioso, es de origen hebreo.
Ávila y concretamente Fontiveros fue su patria chica. Luego
lo será Castilla y de modo principal Andalucía la tierra de sus amores.
Se llamó Juan Yepes. Nació en 1542 del matrimonio que formaban Gonzalo y
Catalina; eran pañeros y vivían pobres. Su padre muere pronto y la viuda se ve
obligada a grandes esfuerzos para sacar adelante a sus tres hijos: Francisco, Luis y Juan. Fue inevitable el éxodo
cuando se vio que no llegaba la esperada ayuda de los parientes toledanos;
Catalina y sus tres hijos marcharon primero a Arévalo y luego a Medina del
Campo que es el centro comercial de Castilla. Allí malviven con muchos
problemas económicos, arrimando todos el hombro; pero a Juan no le van las
manualidades y muestra afición al estudio.
Entra en el Colegio de la Doctrina, siendo acólito de las Agustinas de la
Magdalena, donde le conoció don Alonso Álvarez de Toledo quien lo colocó en el
hospital de la Concepción y le costea los estudios para sacerdote. Los jesuitas
fundan en 1551 su colegio y allí estudió Humanidades. Se distinguió como un
discípulo agudo.
Juan eligió la Orden del Carmen; tomó su hábito en 1563 y desde entonces se
llamó Juan de Santo Matía; estudia Artes y Teología en la universidad de
Salamanca como alumno del colegio que su Orden tiene en la ciudad. El esplendor
del claustro es notorio: Mancio, Guevara, Gallo, Luis de León enseñan en ese
momento.
En 1567 lo ordenaron sacerdote. Entonces tiene lugar el encuentro fortuito con
la madre Teresa en las casas de Blas Medina. Ella ha venido a fundar su segundo
"palomarcico", como le gustaba de
llamar a sus conventos carmelitas reformados; trae también con ella facultades
del General para fundar dos monasterios de frailes reformados y llegó a
convencer a Juan para unirlo a la reforma que intentaba salvar el espíritu del
Carmelo amenazado por los hombres y por los tiempos. Llegó a exclamar con gozo
Teresa ante sus monjas que para empezar la reforma de los frailes ya contaba
con "fraile y medio" haciendo con
gracia referencia a la corta estatura de Juan; el otro fraile, o fraile entero,
era el prior de los carmelitas de Medina, fray Antonio de Heredia.
Inicia su vida de carmelita descalzo en Duruelo y ahora cambia de nombre,
adoptando el de Juan de la Cruz. Pasa año y medio de austeridad, alegría,
oración y silencio en casa pobre entre las encinas. Luego, la expansión es
inevitable; reclaman su presencia en Mancera, Pastrana y el colegio de estudios
de Alcalá; ha comenzado la siembra del espíritu carmelitano.
La monja Teresa quiere y busca confesores doctos para sus monjas; ahora dispone
de confesores descalzos que entienden -porque lo viven- el mismo espíritu. Por
cinco años es Juan el confesor del convento de la Encarnación de Ávila. La
confianza que la reformadora tiene en el reformador -aunque posiblemente no
llegó a conocer toda la hondura de su alma- se verá de manifiesto en las
expresiones que emplea para referirse a él; le llamará "senequita"
para referirse a su ciencia, "santico
de fray Juan" al hablar de su santidad, previendo que "sus huesecicos harán milagros".
No podía faltar la cruz; llegó del costado que menos cabía esperarla. Fueron
los hermanos calzados los que lo tomaron preso, lo llevan preso a Toledo donde
vivió nueve meses de durísima prisión. Es la hora de Getsemaní, la noche del
alma, un periodo de madurez espiritual del hombre de Dios expresado en sus
poemas. Logra escapar en 1578 del encierro de forma dramática, poniendo audacia
y ganando confianza en Dios, con una cuerdecilla hecha con pedazos de su hábito
y saliendo por el tragaluz.
En los oficios de dirección siempre aparece Juan de la Cruz como un segundón;
serán los padres Gracián y Doria quienes se encarguen de la organización, Juan
llevará la doctrina y cuidará del espíritu.
Se le ve presente en la serranía de Jaén, confesor de las monjas en Beas de
Segura, donde se encuentra la religiosa Ana de Jesús. Después en Baeza; funda
el colegio para la formación intelectual de sus frailes junto a la principal
universidad andaluza. Y en Granada, en el convento de los Mártires, continuará
su trabajo de escritor. En 1586 funda los descalzos de Córdoba, como los de
Mancha Real.
Consiliario del padre Doria, en Segovia, por tres años. ¡Cómo no recordar su
deseo-exponente de amor rendido- ante la contemplación de un Cristo doliente! "Padecer, Señor, y ser menospreciado por Vos".
En 1591 la presencia de fray Juan de la Cruz empieza a ser non grata ante el
padre Doria. La realidad es que está quedando arrinconado y hasta llega a
tramarse su expulsión del Carmelo.
Marcha a la serranía de Jaén, en la Peñuela, para no estorbar y se plantea la
posibilidad de marchar a las Indias; allí estará más lejos. Es otro tiempo de
oración solitaria y sabrosa. La reforma carmelitana vive agitada por el modo de
proceder de Doria; a Juan le toca orar, sufrir y callar. Quizá tenga Dios otros
planes sobre él y está preparándolo para una etapa mejor.
Aquella inapetencia tan grande provocada por las calenturas persistentes
provocó un mimo de Dios haciendo que aparecieran espárragos cuando no era su tiempo
para calmar el antojadizo deseo de aquel fraile que iba de camino, sin fuerzas
y medio muerto de cansancio, buscando un médico.
Pasó dos meses en Úbeda. No acertó el galeno. Se presentó la erisipela en una
pierna; luego vino la septicemia. Y en medio andaban los frailes con frialdad y
era notoria la falta de consideración por parte del superior de la casa. Hasta
que llegó el 13 de diciembre, cuando era de noche, que marchó al cielo desde el
"estercolero del desprecio". Llovía.
Al final de este resumen-recuerdo de un fraile místico que supo y quiso
aprovechar el mal para sacar bien, el desprecio de los hombres para hacerse más
apreciado de Dios, y el mismo lenguaje para expresar lo inefable de la
misteriosa intimidad con Dios con lírica palabra estremecida, pienso que será
buen momento para hacer mención de algunas de las obras que le han hecho figura
de la cultura hispana del siglo XVI. Subida al Monte Carmelo y Noche oscura del
alma que bien pueden considerarse tanto una obra como dos; el Cántico
espiritual, Llama de amor viva y algunos poemas y avisos.
Lo canonizaron en 1726. Pío XI lo hizo doctor de la Iglesia en 1926. Su gran conocedor y admirador Juan Pablo II, lo nombró patrono de los poetas.
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