Jesús sabe que las faltas cometidas no revelan la totalidad del corazón del hombre.
Por: Pbro. Joaquín Dauzón Montero | Fuente:
Semanario Alégrate
En este texto de san Juan aparecen unos personajes ya conocidos: los
escribas y los fariseos, con la intención de sorprender a Jesús y tener
motivos, como siempre, para acusarlo, planteándole el caso de una pecadora. En
el fondo, no les interesa la pecadora sino la ocasión para acusarlo, poniéndolo
entre la espada y la pared, como decimos a menudo, cuando estamos en aprietos y
debemos tomar una decisión de suma importancia.
¿Cuál es la prueba a la que lo someten? Bueno, si Jesús decide
defender a la pecadora y se pone de su parte, lo pueden acusar ante las
autoridades religiosas, pues estaría en contra de la ley y, por lo mismo, de
Dios; si su decisión es en contra de ella y la condena, entonces sería acusado
ante las autoridades romanas, únicas encargadas de ejecutar la sentencia,
tratándose de la pena de muerte. Los tentadores creyeron que Jesús no tenía
escapatoria.
Algunos intérpretes del texto afirman que Jesús aparenta no hacer caso,
directamente, de la pregunta que le dirigen. Toma su tiempo y se agacha para
escribir en el suelo. ¿Qué es lo que escribe que no
dice el narrador del texto? Algunas conjeturas que han aparecido a
través del tiempo son: unos piensan que escribió los pecados de los acusadores;
otros que escribió textos del Antiguo Testamento, donde se acusa a los falsos
testigos en contra de los acusados inocentes; otros más acuden al texto de
Jeremías 17, 13, donde se dice: “los que te
abandonan, fracasan, los que se apartan de ti, serán escritos en el polvo,
porque abandonan al Señor”.
En este último caso los nombres de los acusadores escritos en el polvo,
serían barridos por el viento y, al recordar a Jeremías, los tales acusadores,
se retiran sintiéndose culpables, también. Jesús sabe que las faltas cometidas
no revelan la totalidad del corazón del hombre, y aquí la misericordia está por
arriba de la justicia. Así que la invitación de Jesús a los escribas y fariseos
y a nosotros, es a ver las cosas, con seriedad, desde nuestra responsabilidad
humana.
Cuando Jesús dice: “El que esté libre de pecado
que arroje la primera piedra...” apela a la universalidad del pecado de
nuestros primeros padres. Nadie puede acusar a otro, porque todos somos
pecadores, y en todo caso el que puede hacer justicia es Dios, quien no se
equivoca en sus juicios como nosotros los humanos. Acordémonos de la parábola
del Padre misericordioso y de sus dos hijos y de la necesidad de cuidarnos de
condenar a ninguno. Eso, jamás puede estar en la agenda espiritual de ningún
cristiano verdadero.
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