CUESTIONES GENÉRICAS MORALES
El no matarás de los
Mandamientos de Dios sigue vigente por más que se produjeran los bombardeos
contra Alemania en la Segunda Guerra Mundial o el uso de armas nucleares contra
Hirosima y Nagasaki. Uno lícitamente puede matar al ejército enemigo que ha
atacado a tu país, pero no a los civiles.
No somos
animales y en el siglo XX se llegó a un acuerdo general de que en caso de
guerra no se dañarían ni siquiera las infraestructuras civiles.
Ahora
bien, ¿sería intrínsecamente ilícito que el país
agredido dañara unas estructuras civiles del agresor si con ello pudiese forzar
el restablecimiento de la paz? Si con ello se forzase de modo poderoso
la paz, sería lícito. Sería moralmente aceptable aunque solo fuese razonable y
no se estuviera seguro al 100% de que ese movimiento lograría la firma de un
armisticio.
APLICACIÓN AL CASO DE RUSIA
¿Sería lícito que Ucrania organizase una serie de atentados contra
infraestructuras en Moscú, sin bajas humanas, para forzar la paz? Pues sí, sería lícito. Podemos discutir si con ello
lograría forzar el bien que se pretende, la paz; pero lícito sería.
Imaginaos
lo que significaría entrenar a veinte equipos de ucranianos (con cinco personas
en casa grupo) que sepan perfectamente ruso, que tengan documentos
falsificados, para que pusieran bombas por la noche, buscando de un modo
estricto que no se produzcan bajas humanas.
Imaginaos
que a las 3:00 de la noche saltan por los aires los diez principales puentes de
Moscú, y las diez principales líneas de metro.
Y que una
semana después le toca el turno a diez líneas de alta tensión en la capital. Y
que una semana después le toca el turno a diez depósitos de autobuses. Después
vienen los túneles. Otra noche rompen con varios estallidos en la calle (con
explosivos sin metralla) todos los cristales de la zona de rascacielos de
Moscú: varias bombas repartidas (sin metralla,
insisto) con el único propósito de quebrar miles de ventanas.
Imaginaos
lo que son veinte equipos golpeando semana tras semana las infraestructuras de
la capital. Cien hombres atacando no ministerios ni soldados, sino
infraestructuras de comunicación, de energía y todo aquello que pueda paralizar
a la capital.
No
estaríamos hablando de uno o dos grupos terroristas, sino de un Estado que
organiza el terrorismo de forma profesional y sistemática. Cien personas
mantendrían en vilo a toda una nación, solo necesitarían golpear la capital con
perseverancia. Y a sabiendas de que, dos meses después, pueden llegar otros
cien ucranianos: otros diez equipos que se sumarían
a los existentes.
Con solo
los primeros diez grupos se podría hacer un atentado cada día, pero resulta más
eficaz un gran golpe de diez atentados en una misma noche.
¿SERÍA
ADECUADO?
La
valoración moral teórica ya la he dado antes. Ahora bien, ¿sería adecuado hacerlo en este caso? En mi
opinión, no. Si queremos que, a los quince días de empezar esto, una explosión
atómica arrase Kiev, entonces este sistema de los atentados es el camino más
corto para ello. Putin no va a ceder pase lo que pase. Insisto, suceda lo que
suceda. Y, a pesar de toda la irracionalidad y crueldad de esta guerra, el
entorno del presidente Putin no ha logrado que una noche Vladimir se resbale
en la bañera.
La
presión popular se ha demostrado ineficaz en el caso Venezuela, de Cuba y de
muchos otros regímenes. Una acción de este tipo solo lograría que el agresor
considerase más justificada su agresión y un aumento de la rabia en la
población rusa.
Zelensky tendría que valorar la respuesta
a dos preguntas:
¿Qué consigo con esto?
¿Cuál será el precio que tendré que pagar?
De la
respuesta a estas dos preguntas, la conclusión surge evidente. No conseguiría
la paz (Putín no va a ceder) y el precio sería altísimo (probablemente, la
entera destrucción de Kiev). Nos guste o no nos guste, nos sale más barato (en
destrucción y en vidas ucranianas) seguir por el camino andado hasta ahora. Da
sensación de impotencia, de indefensión (ante los ataques rusos a civiles),
pero con todo lo malo que resulta este camino es el mejor camino.
Ucrania
está haciendo bien las cosas, ¡muy bien!, y
debe evitar otros caminos con los que solo lograría más dolor sin ningún
beneficio. Dios existe y dirá: "Hasta aquí".
P. FORTEA
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