Los dones del Espíritu Santo y la oración. El Espíritu Santo nos habla al corazón, y nos ayuda a entender.
Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com
MARÍA
Y EL DON DE CONSEJO
Se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, su madre le dice a Jesús: «No tienen vino». Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora». Dice su madre a los sirvientes: «Hagan lo que él os diga. (Jn 2, 1-5).
Parecería un diálogo falto de lógica. Pero María ha comprendido lo que la
lógica humana no ve y ha acertado en su indicación a los criados. Intuimos la
presencia en su mente de otra luz, propia del don de consejo. Con este don la
persona, bajo la inspiración del Espíritu Santo, juzga rectamente lo que
conviene hacer, incluso en los casos más difíciles. "No
faltan nunca problemas que a veces parecen insolubles. Pero el Espíritu Santo
socorre en las dificultades e ilumina... Puede decirse que posee una inventiva
infinita, propia de la mente divina, que provee
a desatar los nudos de los sucesos humanos, incluso los más complejos e
impenetrables" (Juan Pablo II, 24 de abril de 1991).
EL
DON DEL CONSEJO Y LA VIRTUD DE LA PRUDENCIA
El don del consejo perfecciona a la virtud de la
prudencia. Por la prudencia discurrimos e investigamos cuidadosamente los
medios más a propósito para alcanzar el fin inmediato a la luz del fin último.
Con el don de consejo el Espíritu Santo nos habla al corazón, y nos da a
entender de modo directo lo que debemos hacer. Así cuando llegó a la primitiva
comunidad cristiana de Jerusalén la noticia de la conversión de muchos griegos
en Antioquía, enviaron allí a Bernabé, "hombre
lleno de fe y del Espíritu Santo", para ver qué ocurre. Él por su
parte toma la feliz decisión de ir a Tarso para buscar la ayuda de Saulo, y así
da inicio al ministerio apostólico de Pablo (Hech. 1, 22-26). Sin duda, fue una
decisión iluminada por el Espíritu Santo. Y cuando finalmente la Iglesia
afronta la cuestión de la observación o no de la ley mosaica, la conclusión
reza: "nos ha parecido a nosotros y al
Espíritu Santo".
FRUTOS
Y PETICIÓN DEL CONSEJO
¿Cómo ayuda el don del
consejo a la oración? Nuestra oración está llamada a influir en la
vida: «No todo el que me diga: "Señor,
Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de
mi Padre celestial... Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en
práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca» (
Mt 7, 21. 24). Si el "hombre prudente" pone
por obra la palabra escuchada en la oración, el don de consejo ayuda
poderosamente a aclarar cuál es esta palabra concreta y su aplicación vital.
Para disponernos al don, necesitamos en primer
lugar la humildad convertida en súplica: "Enséñame
Señor a hacer tu voluntad porque tú eres mi Dios. Señor, muéstrame tus caminos,
enséñame tus senderos" (Ps 143, 10; 25, 4). A veces Dios ilumina de
pronto, sin previa reflexión; otras veces es una iluminación superior que guía
nuestro razonar, pues el don perfecciona la virtud, no la elimina.
Luego, cultivemos el silencio del alma para dar
espacio a la escucha del Espíritu. Callar sobre todo las preocupaciones,
pasiones, apegos, todo lo que es ruído de la criatura. Y del yo. Cuándo
escuchamos mucho ruido interior, podemos
sospechar que allí no habla el Espíritu Santo.
Importa también la prontitud para poner por obra
lo que le agrada al Divino Huésped. La persona ordinariamente dócil a sus
inspiraciones,
se hace cada vez más connatural con Él: "En el
momento en el que lo acogemos y lo albergamos en nuestro corazón, el Espíritu
Santo comienza a hacernos sensibles a su voz y a orientar nuestros
pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras intenciones según el corazón de
Dios... De este modo madura en nosotros una sintonía profunda, casi connatural
en el Espíritu" (Papa Francisco, 7 de mayo de 2014).
Pidamos a María, Madre del Buen Consejo, que nos alcance la
gracia de este don.
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