El Papa Francisco escribió un mensaje con motivo de la primera reunión de los Estados Partes del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, en el que aseguró que “la posesión conduce fácilmente a la amenaza de su uso, convirtiéndose en una especie de ‘chantaje’ que debería repugnar a las conciencias de la humanidad”.
En el documento, publicado por la Oficina de Prensa de la Santa Sede
este martes 21 de junio, el Papa Francisco defendió que esta reunión “tiene lugar en un momento que exige inevitablemente una
reflexión más profunda sobre la seguridad y la paz”.
“En el contexto actual, hablar o abogar por el
desarme puede parecer paradójico para muchos. Sin embargo, debemos seguir siendo
conscientes de los peligros de los enfoques ‘miopes’ de la seguridad nacional e
internacional y de los riesgos de proliferación”, defendió el Santo Padre.
A continuación, el Papa Francisco aseguró que no trabajar por el desarme
“se paga inevitablemente con el número de vidas
inocentes que se cobran y se mide en términos de carnicería y destrucción”.
Ante esto, el Papa renovó “enérgicamente” su
llamamiento “a silenciar todas las armas y a
eliminar las causas de los conflictos recurriendo incansablemente a las
negociaciones”.
UNA PAZ UNIVERSAL
Además, el Santo Padre subrayó que “la paz
es indivisible” y que para que sea
verdaderamente justa y duradera, tiene que ser universal”.
“Si la paz, la seguridad y la estabilidad no se
establecen globalmente, no se disfrutarán en absoluto. Individual y colectivamente, somos
responsables del bienestar presente y futuro de nuestros hermanos y
hermanas”, defendió.
También aclaró que la Santa Sede “no duda de que
un mundo libre de armas nucleares es necesario y posible” y
advirtió acerca de las “consecuencias humanitarias
y medioambientales que se derivarían de cualquier uso de armas nucleares, con
efectos devastadores, indiscriminados e incontenibles, en el tiempo y en el
espacio”.
'SU MERA POSESIÓN ES
INMORAL'
El Papa Francisco dijo también que “las
armas nucleares son un lastre costoso y peligroso”, cuyo uso “o mera posesión es inmoral”.
“Tratar de defender y garantizar la estabilidad y
la paz mediante una falsa sensación de seguridad y un ‘equilibrio del
terror’, sustentados en una mentalidad de miedo y desconfianza, acaba
inevitablemente por envenenar las relaciones entre los pueblos y obstruir
cualquier forma posible de diálogo real”, aseguró
el Pontífice.
Además, aseguró que “la posesión conduce
fácilmente a la amenaza de su uso, convirtiéndose en una especie de ‘chantaje’
que debería repugnar a las conciencias de la humanidad”.
Por ello, el Papa señaló que “es importante
reconocer una necesidad global y urgente de responsabilidad en múltiples
niveles”.
“Dicha responsabilidad es compartida por todos y se
sitúa en dos niveles: en primer lugar, a nivel público, como Estados miembros
de la misma familia de naciones. En segundo lugar, a nivel personal, como
individuos y miembros de la misma familia humana, y como personas de buena
voluntad”.
Además, defendió que “la educación para la
paz puede desempeñar un papel importante, ayudando a los jóvenes a tomar
conciencia de los riesgos y consecuencias de las armas nucleares para las
generaciones actuales y futuras”.
“Los tratados de desarme existentes son algo más
que obligaciones legales. Son también compromisos morales basados en
la confianza entre los Estados y entre sus representantes,
enraizados en la confianza que los ciudadanos depositan en sus gobiernos, con
consecuencias éticas para las generaciones actuales y futuras de la humanidad”, explicó a continuación.
Por último, aseguró que estos acuerdos no son una forma de debilidad,
sino todo lo contrario, son “una fuente de
fuerza y responsabilidad, ya que
aumenta la confianza y la estabilidad”.
“La Iglesia católica mantiene su compromiso
irrevocable de promover la paz entre los pueblos y las naciones y de fomentar la educación para la paz
en todas sus instituciones. Este es un deber al que la Iglesia se siente
obligada ante Dios y ante cada hombre y mujer de nuestro mundo”, dijo por último el Papa Francisco.
POR ALMUDENA
MARTÍNEZ-BORDIÚ | ACI Prensa
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