SU PENSAMIENTO RELIGIOSO SIGUE SIENDO DEBATIDO
Gary Oldman
interpretó a Beethoven en Amor inmortal, dirigida por Bernard Rose en 1994.
De Ludwig van Beethoven (1770-1827) se sabe casi todo, y aquello que se
ignora seguirá siendo objeto de especulación durante mucho tiempo. Por ejemplo,
sus convicciones religiosas. Fue bautizado y educado como católico, y en la posteridad de su vida recibió los
últimos sacramentos y un entierro eclesiástico. Entre ambos momentos de su
vida, sobre su pensamiento sobre Dios existe incertidumbre, como explica Michael de Sapio (joven
escritor norteamericano de música clásica) en Crisis Magazine:
BEETHOVEN Y LA IGLESIA CATÓLICA
Ludwig van Beethoven, Johann Sebastian Bach y Wolfgang Amadeus Mozart
forman la gran trinidad de los compositores clásicos de Occidente. De
los tres, es de Beethoven de quien las creencias religiosas se han demostrado
más inconcretas. Lo sabemos todo sobre el devoto luteranismo de Bach, quien
escribió su música “para gloria de Dios y alivio
del alma”; y Mozart fue un católico
practicante, como dejan claro sus cartas. Beethoven, por el
contrario, era renuente a expresar sus convicciones religiosas. A menudo se le
retrata como un hijo de la Ilustración laicista-humanista (un individualista
librepensador cuyas creencias eran de naturaleza deísta y poco necesitado de
una iglesia o un credo).
Sin embargo, Beethoven fue bautizado y educado como católico,
en una familia católica renana que había emigrado desde Flandes dos generaciones
antes. ¿Qué vínculos concretos mantuvo este gigante
de la música (el compositor de una de las mejores Misas católicas de todos
los tiempos) con el catolicismo de su nacimiento?
CONVICCIONES PERSONALES
Las cartas y cuadernos de Beethoven dan testimonio de su fuerte creencia en un Dios personal. Uno de sus libros favoritos era la obra de un
pastor luterano [Christof-Christian Sturm (1740-1786)] titulada Reflexiones sobre la obra de Dios en el reino de la Naturaleza
y su Providencia cada día del año, un ejemplo del amor del primer
Romanticismo hacia el mundo natural (con frecuencia considerado incorrectamente
como “panteísmo”), que influyó en obras de
Beethoven como la sinfonía Pastoral.
Otras referencias de Beethoven a Dios (particularmente las que escribió durante
el angustioso comienzo de su sordera) insisten en su proximidad y su
comprensión del sufrimiento, en un lenguaje que a menudo recuerda a los
Salmos. Invoca a Cristo como el prójimo que
sufre (si no como Hijo de Dios). Beethoven también solía escribir notas y títulos religiosos en sus composiciones: “Lleno de gratitud al Todopoderoso tras la tormenta”,
“Canción santa de agradecimiento de un convaleciente a la Divinidad”...
A
la madre de Beethoven se la describe como una persona devota,
y el compositor empezó su vida musical a los diez años tocando el órgano en las misas más tempraneras de Bonn.
Moralmente, Beethoven era muy honesto, incluso “puritano”, según algunos escritores.
Sin embargo, no está claro que el Beethoven adulto fuese a misa
habitualmente o practicase alguna devoción católica (cuando se convirtió en
tutor de su sobrino Karl, se aseguró de que recibiese regularmente los
sacramentos). En mitad de su vida Beethoven parece haber desarrollado interés por el hinduismo y otras religiones orientales, citando sus textos religiosos en sus cuadernos.
Las citas insisten en la trascendencia y la esencia pura de Dios y de hecho no
están lejos de las enseñanzas del Antiguo Testamento.
Gary Oldman interpretó a Beethoven en 'Amor
inmortal' (1994), dirigida por Bernard Rose. En la escena, ya sordo, pega el
oído al piano para componer la Sonata Claro de Luna.
Vale la pena mencionar que uno de los especialistas a quienes acudió Beethoven
para tratar su sordera fue un sacerdote católico, un tal pater Weiss, que se había
ganado una reputación en Viena como una especie de curandero de la sordera.
UNA HUELLA EN LA MÚSICA SACRA
A lo largo de su carrera, Beethoven quiso dejar su huella personal en el
ámbito de la música sacra. Aunque es cierto que algunas de sus piezas corales
(como la Novena Sinfonía) sugieren la religiosidad deísta de la Ilustración,
también escribió obras que pertenecen firmemente a la tradición cristiana y
católica ortodoxa.
Primero vino el oratorio Cristo en el Monte de los Olivos (1803),
inusual entre las piezas de la Pasión y que se concentra en la Agonía en el
Jardín, en vez de en la Crucifixión. En esta obra, Cristo adquiere un tenor
heroico y la psicología de su “Agonía” abarca
tanto el texto como la música.
BEETHOVEN, CRISTO EN EL MONTE DE LOS OLIVOS, OP.
85.
En 1807 vino la esplendorosa Misa en
Do mayor, una obra de consuelo y esperanza.
BEETHOVEN, MISA EN DO MAYOR OP. 86.
Un oratorio que le encargaron, El triunfo de la
Cruz, lamentablemente nunca llegó a realizarse, aunque Beethoven
mantuvo su promesa durante años. Ni el Cristo en
el Monte de los Olivos ni la Misa en
Do mayor suelen interpretarse
hoy, lo cual es una pena, porque son excelentes obras que demuestran la continua búsqueda por parte de Beethoven de un estilo sagrado
propio.
LA MARAVILLOSA MISSA SOLEMNIS
Esta búsqueda se consumó en 1824 con la Missa
Solemnis, considerada por Beethoven como “la coronación de mi vida de trabajo”. Fue
escrita para celebrar la instalación como arzobispo [de Olomouc, en Moravia,
actual Chequia] del mecenas y gran amigo de
Beethoven, el archiduque Rodolfo de Austria. Para prepararla,
Beethoven se interesó de pronto por la música religiosa antigua y estudió a
Palestrina, así como tratados de siglos anteriores sobre los modos de la
Iglesia y la música litúrgica. También estudió los textos latinos de la Misa
con idea de crear una música que expresase íntimamente la
esencia de las palabras.
Beethoven estaba intentando establecer una conexión con el pasado: “En las formas antiguas de la Iglesia la devoción es
divina… y [quiera] Dios que algún día
me permita expresarlo”.
La Misa resultante estaba henchida de tradición católica,
enriquecida con un simbolismo musical religioso y referencias al espíritu mismo
del rito. Por citar sólo algunos ejemplos: las flautas que semejan el batir de
alas de los pájaros representan el Espíritu Santo, el fondo de violines sugiere
la presencia de Cristo en el altar de la Eucaristía y las imitaciones de órgano
son el preludio del rito eucarístico.
BEETHOVEN, MISA SOLEMNE EN RE MAYOR, OP. 123.
La Missa es
un ejemplo del “estilo tardío” de Beethoven.
Sus colosales dimensiones –en términos de duración, dificultad y
dimensiones de la orquesta– impiden su utilización litúrgica real; como la Misa en Do mayor, está pensada
para un concierto en un auditorio más que para el templo. Totalmente sordo ahora, Beethoven sólo escuchó
su música en la cabeza, y lo que él escuchaba era a menudo místico, cósmico,
más allá de los límites: una música que suena
antigua y moderna al mismo tiempo. La Missa
Solemnis es una de las mejores Misas católicas y una de las más
poderosas composiciones religiosas de todos los tiempos,
junto con la Misa en Si menor de Bach y lo mejor de Haydn y Mozart.
EL ALCANCE DE SU FE
Beethoven planeaba escribir otra Misa tras la Missa Solemnis, pero no llegó a hacerlo. En
marzo de 1827, destrozado por diversas enfermedades, se puso a morir. Por
sugerencia de su médico, Beethoven aceptó que un sacerdote le
administrase la extremaunción;
tras ello, el compositor exclamó: “¡Gracias, señor
espiritual! ¡Me ha aliviado!” Que el sacerdote permitiese un entierro
católico y una misa solemne de réquiem por Beethoven parece indicar que pensó que Beethoven moría como un creyente.
Pero ¿fue así? ¿Murió Beethoven en unión con la
Iglesia? No lo podemos saber con certeza, pero hay rasgos de que
Beethoven, aunque firmemente comprometido con los valores “ilustrados”, pudo comprender sus limitaciones e
intentó ir más allá de ellas. Su violenta retractación en 1804 de haber
dedicado la Tercera Sinfonía a Napoleón Bonaparte apunta a una decepción con el mesianismo laicista. Y su música sagrada, en
particular la Missa Solemnis, en
muchos sentidos le devolvía a su pasado católico.
A pesar de ellos, algunos autores han intentado “des-catolizar”
la Missa Solemnis, como si tal vez Beethoven no hubiese creído
en las palabras que escribía. Se argumenta que escribió la
obra en honor al Archiduque Rudolph; que deseaba ponerse a prueba a sí mismo
con las formas sagradas de la Misa, como muchos otros grandes compositores
habían hecho antes que él; y que utilizaba la Misa católica como una pinza de
la que colgar sus creencias personales, ampliándola hasta un universalismo
deísta.
Jan Swafford cae en esta
forma de pensar en su reciente Beethoven: Anguish and Triumph
[Beethoven: angustia y triunfo], a pesar de su brillante análisis de la Missa.
Nos informa de que “en última instancia, la Missa
Solemnis es la fe personal de Beethoven en cuanto forma individual de
llegar a Dios, no una afirmación de los credos y los dogmas de la Santa Iglesia
Romana y Apostólica… él creó una misa que incorporaba la doctrina y el rito
físico de la Iglesia… pero él los convierte en algo a la vez personal y
universal… persona a persona, sin sacerdotes”. La posibilidad de que la Misa de Beethoven sea exactamente lo que proclama ser –una afirmación de fe en Cristo y en la Iglesia-
o de que al escribirla Beethoven puede haber querido volver al universalismo
original del catolicismo... ¡ni se plantea!
Con una visión más amplia, la Enciclopedia Católica considera la Missa “una poderosa
profesión de fe en un Dios personal por parte de uno de los mayores genios de todos los tiempos, que
la compuso en medio de una duda creciente y de una potente desintegración moral
y espiritual de su vida”.
La palabra “desintegración” está bien
escogida. A pesar de todos sus puntos positivos, la Ilustración señalaba el
comienzo de la fragmentación, como de un huevo roto, del pensamiento
occidental: Dios sin Cristo, Cristo sin la Cruz. La Missa Solemnis ofrece una visión de
unidad en la vieja fe. Muriese o
no como católico –y al menos un autor cree que “permaneció
[como católico] toda su vida”- Beethoven dejó al catolicismo uno de sus
testamentos musicales más potentes.
En la sordera absoluta de sus últimos años, Beethoven dependía de los cuadernos
(los famosos “libros de conversaciones”)
para comunicarse con los demás. En muchos casos sólo ha sobrevivido un lado de
la conversación. En una ocasión, parece que Beethoven estaba discutiendo sobre la Resurrección con
su amigo Karl Peters. No sabemos qué preguntó Beethoven, pero la respuesta de
Peters resume la crisis contemporánea de fe y la esperanza de superarla: “Te levantarás de entre los muertos junto a mí, porque
debes hacerlo. La religión permanece inalterable, sólo el hombre cambia”.
Traducción de Carmelo López-Arias.
Publicado en ReL el 14 de septiembre de 2016 y
actualizado.
ReL
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