Este artículo te ayudará a descubrir cada uno de los elementos que conforman la imagen original de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que se resguarda en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso, en Roma.
Este cuadro fue pintado en el estilo bizantino de la Iglesia de Oriente
por un artista desconocido de Creta en el siglo XIV o XV, y luego fue llevado a
Roma cerca del año 1495 por un comerciante que lo sustrajo de una iglesia.
La imagen recuerda, en líneas generales, el cuidado de la Virgen por
Jesús desde su concepción hasta su muerte.
Sin embargo, el sitio web oficial del “150 aniversario de la restauración del ícono de Nuestra
Madre del Perpetuo Socorro”
(1866-2016) demuestra significados más profundos en el cuadro. Explica
que, en primer lugar, se ve la imagen de “María, porque
ella domina el cuadro y porque te mira directamente a ti, no a Jesús, ni al
cielo, ni a los ángeles que están sobre su cabeza”.
“Su mirada nos acerca a la historia, nos hace
partícipes de la pintura y del dolor. Su mirada nos dice que así como
Jesús corrió hacia su madre y encontró refugio, nosotros también podemos correr
hacia María”.
Respecto a la estrella de ocho puntas en su frente, el sitio señala que “probablemente fue agregada por un artista posterior para
representar la idea oriental de que María es la estrella que nos lleva a
Jesús”.
Además, para reforzar el simbolismo, hay una cruz ornamental de cuatro
puntas a la izquierda de la estrella en su frente.
Aparte de María, el cuadro representa a un Niño Jesús de dos o tres
años, sentado a la mano izquierda de su madre, con sus manos apretando su mano
derecha. Según el sitio oficial, en los íconos bizantinos “María nunca se muestra sin Jesús porque Jesús es
fundamental para la fe”.
“Jesús también lleva la ropa de la realeza. Solo un
emperador podía usar la túnica verde, el fajín rojo y el brocado dorado que se
muestra en la imagen. Las iniciales griegas a la derecha del niño y su halo
decorado con una cruz proclaman que es ‘Jesucristo’”, continúa el sitio.
También se explica que “Jesús no nos mira a nosotros,
ni a María, ni a los ángeles. Aunque se aferra a su madre, mira hacia otro
lado, hacia algo que no podemos ver, algo que lo hizo correr tan rápido hacia
su madre que una de sus sandalias casi se le cae, algo que lo hace aferrarse a
ella para protegerse y amor”.
“Jesús ha visto parte de su destino –continúa el
sitio oficial–: el sufrimiento y la muerte que sufrirá. Aunque es Dios,
también es humano y le teme a este aterrador futuro. Ha corrido hacia su
madre, que lo abraza en este momento de pánico, de la misma manera que ella
estará a su lado a lo largo de su vida y muerte. Si bien no puede evitarle
su sufrimiento, puede amarlo y consolarlo”.
A ambos lados de Jesús y María están los arcángeles Miguel y Gabriel,
portando los instrumentos de la Pasión. En caracteres griegos se agregan
los nombres abreviados de las cuatro figuras.
A la izquierda, Miguel sostiene una urna llena de la hiel que los
soldados le ofrecieron a Jesús en la cruz, la lanza que le atravesó el costado
y la caña con la esponja. A la derecha, Gabriel lleva la cruz y cuatro
clavos.
POR DIEGO
LÓPEZ MARINA | ACI Prensa
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