El viejo ómnibus se detuvo en la esquina del mercado, donde tres mujeres con faldellines, dirigiéndose al chofer le preguntaban.
-¿Este
carro va a la campiña?
-¿No sabe leer? El letrero ¿Qué dice? Luriama, Chonta, Zapata.
-Intonces
tú conoces al curandero don Gucho que lo cura con huevo.
-¿Que si lo conozco? si es mi compadre…
-¿Nos
podrás llevar intonces?
-Suban, suban que cuando estemos cerca de don Gucho les avisaré.
-El carro
abandonó la ciudad pasando las avenidas de San Lorenzo, El Milagro y al cruzar
Luriama, el chofer advierte a las mujeres:
-A ver, a ver, a todas las que quieren que les pasen el huevo vayan
desatando el nudo y alisten sus cuarenta soles.
Una
viejita medio dormida que venía detrás de él, al oír esto se despierta
sobresaltada y dirigiéndose por su apelativo le dice:
-¿Cómo
don “Sangre´e muca”? ¿ahora lo cobran?
-Sí, le responde molesto el chofer, la pasada vale plata.
-¡Gua!
exclamó la vieja, qué desvergonzados se han vuelto hoy los hombres, antes para
pasarlo su huevo a una lo pagaban.
FRAGMENTO DE “LOS CURANDEROS” DE ALBERTO BISSO SÁNCHEZ (+), DE SU LIBRO “UN SALTA PA’TRÁS” (1985).
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