Ubicado en un vecindario tranquilo en las colinas que se elevan sobre Pittsburgh (Estados Unidos) se encuentra una pequeña capilla, lugar que alberga una pieza de la Corona de Espinas, un diente de San Antonio de Padua y más de 5.000 otras reliquias verificadas, o restos de santos de todo el mundo.
Estas reliquias –fragmentos de los cuerpos y los restos de las
pertenencias de innumerables santos–, continuaron teniendo aventuras terrenales
mucho después de la muerte de los santos. Muchas de ellas viajaron por
todo el mundo para escapar de la guerra, la confiscación y la profanación hasta
llegar a las manos seguras de un médico y sacerdote nacido en Bélgica, el P. Suitbert
Mollinger, quien fundó la capilla.
La capilla ahora tiene
la mayor colección de reliquias fuera de Roma.
“El P. Suitbert Mollinger, bueno, tenía un
pasatiempo inusual en el que le gustaba adquirir reliquias de los santos”, explicó a CNA –agencia en inglés del Grupo ACI– Carole Brueckner,
presidenta del comité de la Capilla de
San Antonio.
Pero en medio de la agitación política y social que experimentó Europa a
fines del siglo XIX, este curioso pasatiempo fue crucial para salvar reliquias
de todo el continente.
Desde el siglo II, los católicos han honrado las reliquias de los
santos, ya sean pedazos de partes del cuerpo o pertenencias preciadas. Si
bien los teólogos y los documentos de la Iglesia aclaran que las reliquias no
deben ser adoradas, ni tienen poderes mágicos, la enseñanza agrega que las
reliquias deben tratarse con respeto, ya que pertenecen a personas que ahora
están en el cielo.
Si bien las reliquias no tienen poder en sí mismas, Dios puede continuar
obrando milagros en la presencia del cuerpo del santo incluso después de la
muerte, enseña la Iglesia. Las reliquias están presentes en, o debajo, de
muchos altares católicos.
Debido a su importante lugar en la devoción católica, así como a su
presencia en la Misa, las reliquias se convirtieron en blanco de persecución
anticatólica en Europa.
“Fue una época muy caótica, en cierto sentido, para
los católicos, porque la gente estaba luchando por territorios y países”, dijo el Brueckner.
A mediados y finales del siglo XIX, las fronteras políticas, y también
las identidades religiosas de las regiones de Europa cambiaron a medida que se
formaban los estados-nación modernos de Alemania, Italia, Francia y Bélgica, a
la vez que el poder de la nobleza y de la Iglesia disminuía. Luego surgieron
los gobiernos laicos.
Muchos nobles y religiosos “tenían miedo de
que sus gobiernos o las monarquías bajo las que vivían les confiscaran las
reliquias”, explicó. En algunas regiones, continuó Brueckner, las
autoridades incluso “profanaron las reliquias y en
ocasiones metían a alguien en prisión por tener una reliquia en su poder”.
“Debido a lo que estaba sucediendo en Europa, este
era un momento oportuno para que el Padre enriqueciera su propia colección personal
de reliquias de los santos”, explicó.
Si bien está prohibido que los católicos vendan o compren reliquias, el
P. Mollinger recibió prestado o le obsequiaron reliquias en su país de
origen, Bélgica, así como de sus viajes a los Países Bajos, Italia y otros
lugares.
“Muchas veces, sus amigos, que también son
religiosos, le escribían y le preguntaban si podía llevarse algunas de sus
reliquias y mantenerlas a salvo, hasta que sus países o monarquías se
estabilizaran, y el padre siempre respondía ‘sí’”, explicó Brueckne.
“El padre también tenía agentes en toda Europa que
buscaban las reliquias, porque en esencia, intentaría rescatarlas de ser
destruidas por los gobiernos y monarquías que existían en Europa en ese
momento”, añadió.
Inicialmente, el P. Mollinger mantuvo la creciente colección de reliquias
en su rectoría. Tanto pacientes como fieles católicos visitaban al
médico-sacerdote para recibir tratamiento tanto espiritual como físico, y “tenían la oportunidad de venerarles esas reliquias
cuando estaban allí”.
Muchos peregrinos, dijo Brueckner, “se
curaron de su anomalía o discapacidad” después de recibir ayuda física o
espiritual en presencia de las reliquias. Como resultado, “el padre se estaba ganando la reputación de
sacerdote-médico-sanador”, explicó.
Los registros de los periódicos locales de Pittsburgh de la época
documentaron los tratamientos del P. Mollinger, así como los miles de personas
que viajaron para venerar las reliquias.
El presbítero, sin embargo, “pensó debían
pertenecer a una hermosa iglesia para que todos pudieran visitar y venerar las
reliquias”, y así construyó con sus propios fondos una capilla para
albergarlos.
La primera sección de la capilla se completó en la fiesta de San Antonio
en 1883 y alberga las miles de reliquias recogidas por el P. Mollinger en
ese momento. La segunda sección también se completó en la fiesta de San
Antonio, nueve años después, en 1892, y contiene las Estaciones de la Cruz y
las reliquias recolectadas después de la finalización de la capilla.
El P. Mollinger murió dos días después de que se completara la
última sección de la capilla.
Entre las reliquias que la capilla reclama actualmente se encuentran
astillas de la Vera Cruz y la Columna de Flagelación; piedra del Huerto de
Getsemaní; un clavo que mantuvo a Cristo en la cruz; material de la
ropa de Jesús, María y José; un “pedazo de
hueso de todos los apóstoles”; y reliquias de Santa Teresa de
Liseux, Santa Rosa de Lima, Santa Faustina, Santa Kateri Tekawitha.
“Si tuviera que nombrar a todos los santos,
estaríamos aquí para siempre”, exclamó Brueckner.
También se han
verificado casi todas estas reliquias.
“Cuando se coloca una reliquia dentro de ese
relicario, se sella y nunca se puede volver a abrir”, dijo Brueckner, explicando que las estrictas reglas de la Iglesia
protegen contra la manipulación y la falsificación de reliquias.
“Para que una reliquia sea venerada, es necesario
tener un documento, y el documento proviene de la jerarquía de la
Iglesia. Ese documento le dirá quién es el santo, qué es la reliquia, y
dice que la Iglesia Católica ha hecho su investigación y podemos decir qué es
la reliquia”, dijo.
“Tenemos los certificados de autenticidad de casi
todas nuestras reliquias aquí dentro de la capilla”, aseguró.
Si bien la creencia en la autenticidad de las reliquias se basa en la
confianza de que “la Iglesia Católica ha hecho su
investigación, y voy a creer lo que dice la Iglesia Católica”, dijo
Brueckner, los visitantes aún experimentan la misma presencia documentada por
los primeros peregrinos.
“Muchas veces, cuando la gente entra a la capilla,
dice que realmente siente una presencia. Digo que es como entrar en un pedacito
de cielo, porque estás rodeado de tanta gente que nuestra Iglesia nos dice que
están en el cielo”, comentó.
Traducido y adaptado por Diego López
Marina. Publicado originalmente en CNA.
POR ADELAIDE MENA
| ACI Prensa
No hay comentarios:
Publicar un comentario