¿Realmente es tan difícil que haya paz, unidad, armonía, perdón, reconciliación?
Por: + Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo de San
Cristóbal de Las Casas | Fuente: Diocesis de San Cristóbal de Las Casas
VER
¡Qué difícil es que haya
paz, unidad, armonía, perdón, reconciliación! Son
constantes los roces, los conflictos, las ofensas, los rechazos, tanto en
familias como en grupos, barrios, pueblos, partidos y organizaciones. Las
heridas no cierran; las cicatrices siguen punzantes; los recuerdos no se
borran; las desconfianzas generan distancias; el orgullo herido no perdona.
Cuando en una familia, en una comunidad, en una
parroquia, en un grupo, intentamos que todos se entiendan, se escuchen, se
respeten, que ya no se agredan, se perdonen y sigan adelante, hay que tener
mucha paciencia, pues son muchos los obstáculos, muchas las piedras en el
camino. Nadie quiere ceder. Todos quieren imponer su criterio. En vez de
encontrar los puntos de concordancia, se sacan a relucir muchas cosas del
pasado y no hay quien dé su brazo a torcer, porque el corazón está cerrado. Se
considera a los otros como los malos, los equivocados, los perversos, los
ofensores, los culpables. Nadie acepta tener errores o haberse equivocado.
Ceder en sus posturas, pareciera una derrota. Y a los que les proponemos
caminos de reconciliación, nos tachan de conformistas, que queremos quedar bien
con todos, que no somos fieles a una línea pastoral. Su verdad se pone por
encima del amor.
Y ahora que ya están encima las luchas de los
partidos por el poder, usando mil escaramuzas para no violar las leyes
electorales, ¡qué ferocidad para destrozarse unos a otros! Se denuncian entre
sí como corruptos, oportunistas y demagogos. Se hacen alianzas para acabar con
el otro, en vez de emplear todas sus capacidades en hacer propuestas factibles
para el bien común.
PENSAR
El Papa Francisco, que se ha empeñado tanto en
ayudar a las buenas relaciones entre Cuba y Estados Unidos, entre judíos y
palestinos, en Siria e Iraq, en Venezuela y Colombia, afirmó en Azerbaiyán: “Que crezca la cultura de la paz, la cual se nutre de una
incesante disposición al diálogo y de la conciencia de que no existe otra
alternativa razonable que la continua y paciente búsqueda de soluciones compartidas,
mediante leales y constantes negociaciones. Es particularmente importante en
este tiempo testimoniar las propias ideas y la propia concepción de la vida sin
conculcar los derechos de los que tienen otras concepciones o formas de ver.
Que la armonía y la coexistencia pacífica alimenten cada vez más la vida social
y civil del país en sus múltiples aspectos, asegurando a todos la posibilidad
de aportar la propia contribución al bien común. De este modo, se ahorrarán a
los pueblos grandes sufrimientos y doloras heridas, difíciles de curar” (2-X-2016).
Y en cuanto a la búsqueda de la unidad entre las
confesiones religiosas, dijo en ese viaje: “No
nos pongamos a discutir las cuestiones de doctrina; esto dejémoslo a los
teólogos. ¿Qué tenemos que hacer nosotros, el pueblo? Recemos los unos por los
otros. Esto es importantísimo. Y segundo, hacer cosas juntos. Están los pobres.
Trabajemos juntos con los pobres. Está este y este problema: ¿podemos
afrontarlo juntos? Están los inmigrantes; hagamos algo juntos… Hagamos algo
bueno por los demás, juntos, esto podemos hacerlo. Y este es el camino del
ecumenismo. Comencemos a caminar juntos. Con buena voluntad, esto se puede
hacer. Se debe hacer. Hoy el ecumenismo se debe construir caminando juntos,
rezando los unos por los otros. Y que los teólogos sigan hablando entre ellos,
estudiando entre ellos. Creo que el único camino es el diálogo, el diálogo
sincero, sin cuestiones bajo cuerda, sincero, cara a cara… Entre los fieles de
distintas confesiones religiosas son posibles las relaciones cordiales, el
respeto y la cooperación con vistas al bien común. Que la fe en Dios sea fuente
de inspiración para la mutua comprensión, el respeto y la ayuda recíproca, en
favor del bien común de la sociedad”.
“Las religiones nunca han
de ser manipuladas y nunca pueden favorecer conflictos y enfrentamientos…
Ningún sincretismo conciliador, ni una apertura diplomática, que dice sí a todo
para evitar problemas, sino dialogar con los demás y orar por todos: estos son
nuestros medios para cambiar sus lanzas en podaderas, para hacer surgir amor
donde hay odio, y perdón donde hay ofensa, para no cansarse de implorar y
seguir los caminos de la paz”.
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ACTUAR
Seamos constructores pacientes de paz, orando al
Espíritu y compartiendo nuestro corazón con quienes sufren los estragos de la
violencia y la división. Hagamos puentes, no más muros.
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