En Estambul vimos una mañana el Bazar de las Especias, y por la tarde el Gran Bazar. Ambos lugares me resultaron interesantes. Por supuesto que esos mercados hubieran sido mucho más fascinantes antes de la llegada del turismo, cuando eran lugares auténticos; pero, bueno, me gustaron.
También
hicimos un viaje en barco, de dos horas, por el Bósforo. Esas dos noches
salimos por nuestra cuenta a pasear por la calle principal de Estambul. Todo un
espectáculo. Era una calle rebosante. No en vano Estambul tiene unos veinte
millones de habitantes. Las dos noches recorrimos la calle entera hasta la
Torre de los Gálatas. Dos chicas turcas, jovencísimas, insistieron en hacerse
una foto conmigo. Yo iba con mi sotana todo el tiempo, pero no sé cuánta gente
se apercibía de que yo era un rahib, un sacerdote.
Ya que
menciono esa palabra, el turco es un idioma que procede de Asia. No es de la
familia semítica como el iraní, el iraquí o el áraba, sino que era el lenguaje
de los conquistadores que vinieron de la zona de Turkmenistán y otras naciones
acabadas en “istán” y cuyas lenguas han
evolucionado de esa rama.
Seguirá mañana.
P. FORTEA
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