El mundo católico ha recibido con alegría el nombramiento como beata de Sandra Sabattini. Las canonizaciones y los procesos de beatificación, son siempre motivo de gozo entre el pueblo cristiano.
Son una muestra tangible de la posibilidad
real de ser santos, de llevar una vida plena al servicio
de Dios. Estas personas con sus vidas nos interpelan y nos llaman a vivir de
verdad, a vivir una vida con sentido.
¿QUIÉN FUE SANDRA SABATTINI?
Sandra fue una chica como tú y
como yo, si no hubiera muerto a la tierna edad de 22 años la tendríamos entre
nosotros con apenas 60 años (unos años más que yo).
Imposible no ser interpelada
por la vida de esta chica. Nació en Riccione, Italia, el 19 de agosto de 1961.
De familia católica, desde muy pequeña tuvo una fuerte sensibilidad por Dios.
A
los 11 empezó a llevar un diario personal, que tras su muerte se hizo
muy conocido debido a la hermosura y a la profundidad de su sentir espiritual y
su relación con Dios.
LA IMPORTANCIA DE VIVIR LA FE EN LAS ACCIONES
COTIDIANAS
Durante su adolescencia
conoció al padre Oreste Benzi, fundador de la comunidad papa Juan XXIII. Una
comunidad dedicada al cuidado de los abandonados y desvalidos, a los «últimos de la sociedad».
A
su corta edad, Sandra Sabattini atendía jóvenes como ella pero que habían
quedado al margen por extrema pobreza, enfermedades o adicción a las drogas.
El trabajo y ayuda a estas
personas fueron perfilando su vocación. Decidió estudiar medicina y soñaba con dedicarse
al cuidado de estas personas por toda la vida.
Sandra fue una chica que vivía
en el mundo, que tenía una vida como la de cualquiera, pero que se hizo grande
cuando la puso en las manos de Dios y permitió que la gracia obrara en ella en
todo momento.
SANDRA SABATTINI SOÑABA TAMBIÉN CON UNA FAMILIA
En medio de su actividad
apostólica, joven y con la vida por delante, Sandra conoció a su novio, Guido
Rossi. Llevaron una relación hermosa, estaban comprometidos y preparándose
para el matrimonio.
Tener la primera novia beata
de la historia, no es dato menor. Cuántos jóvenes novios toman el matrimonio a
la ligera o incluso entran al noviazgo pensando en alguna puerta de salida.
Me gusta pensar en Sandra
Sabattini como cualquier joven soñando con la vida futura. Estudiante, con un
propósito en su carrera más grande que el propio éxito personal.
Enamorada, soñando con caminar
la vida de a dos. Con un ideal matrimonial claro, desde antes de casarse. ¡Qué gran testimonio!
Sandra
y su novio Guido compartían el sueño de la familia, de la vocación. Entre estos
sueños estaba el de ir a Africa para servir a los últimos de los últimos.
Me pregunto qué otras cosas
más habrán soñado juntos. Qué
importante es soñar y hablar de estos sueños con aquel o aquella que
has elegido para compartir la vida.
Sandra
Sabattini, hoy se convierte en esa gran amiga que muchas novias y novios
necesitan en su camino hacia el altar.
LA MISERICORDIA DE DIOS FRENTE A UNA VIDA QUE SE
APAGA
Qué duro saber que la vida de
Sandra se apagó con apenas 22 años, murió el 29 de abril del 1984 por un
accidente de tránsito que tal vez pudo haberse evitado.
Hasta este dato me parece
cuestionante. Cuántos chicos y chicas han muerto producto de este tipo de
accidentes. Pareciera que la vida se apaga prematuramente en la tierra y duele.
Pero la misericordia de Dios
una vez más nos deja perplejos. Frente a una vida que pareciera apagarse, la
luz de Dios hace que brille aún con mayor intensidad.
Ahora alumbra a tantos,
incluida la vida de quien fuera su prometido. Guido Rossi, hoy
diácono, esposo y padre de familia, cuenta que su vida fue marcada por la de
Sandra.
Su ardor y testimonio de vida
ciertamente dejaron huella en la suya. Y hoy, encuentra también una vocación
dedicada al servicio de Dios.
Que Sandra Sabattini interceda
por nosotros, especialmente por aquellos que, en compromiso de amor entregan la
vida el uno por el otro.
«Compromiso:
algo integral con la vocación, lo que vivo por disponibilidad y amor hacia los
demás es lo que también vivo para Guido, son dos cosas interpenetradas, al
mismo nivel, aunque con cierta diversidad» (Sandra Sabattini – 1983).
Escrito por Silvana Ramos
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