No le pidas a Dios que te dé grandes éxitos, sino pequeños adelantos diarios en la virtud.
No
le pidas a Dios que aligere el peso de tu vida,
sino fuerzas para llevar el que Él quiera ponerte.
No
le pidas poder demostrar que tienes la
razón, sino que te deje entrar siempre en el fondo de verdad que pueda tener el
otro.
No
le pidas que todo el mundo te escuche,
sino guardar silencio para que puedas escuchar a los demás.
No
le pidas tiempo para tus dificultades,
sino para comprometerte con los males de otros.
No
le pidas que te cambie de cruz, de lugar,
de sufrimiento, sino adaptarte a aquella que ya viene calculada para tu
condición, tu talla y tu estatura.
No
le pidas felicidad plena, sino saber hacer
dichosa la vida con lo que tienes a tu alcance.
No
le pidas que todo te salga bien, sino
saber cuáles son tus errores y tratar de enmendarlos.
No
le pidas a Dios cumplir con todo lo que te ha
mandado, sino saber ofrecerle algo de lo que nunca te ha pedido.
No
le pidas el árbol más frondoso, sino el más
rendidor. Ni el hogar más lujoso, sino el que tú tengas habilidad de manejar.
Ni el dinero más abundante, sino el que mejor garantice tu salvación.
No
le pidas tanto viento que te sople, sino
mejor brújula que te oriente.
No
le pidas la magia de la suerte, sino el
merecimiento del trabajo.
No
pidas muchos dones para lucirte en sociedad, sino una
sola llave para encerrarte en su corazón.
No
le pidas concebir muchos proyectos, sino
una sola obra bien realizada.
No
le pidas a Dios éxito rotundo, sino la
rendija que siempre te deja ver el punto débil de tu pequeñez.
No
le pidas la parcela menos árida, sino los
mejores jugos para sembrarla.
No
le pidas que nadie se interponga, sino que
de todos sepas defenderte.
No
le pidas que nunca te interrogue, sino que
siempre te encuentre definido.
No
le pidas desconocer el dolor, sino saber
humanizarte con él.
No
le pidas un cantero siempre florecido,
sino que las podas te enseñen a retoñar, a revivir y a crecer.
No
le pidas poder comprar todo lo que
quieras, sino poder atesorar todo lo "incomprable".
No
le pidas retener toda la ciencia, sino
vibrar con todas las emociones.
No
le pidas poder regalar a tus amigos, sino
perdonar a tus enemigos.
No
le pidas ser talento, águila, luz, sino
ser un instrumento siempre disponible.
No
le pidas ser un tronco envidiable, sino
una pasturita "queriendo subir".
No
le pidas ser un faro que manda su luz
desde muy alto, sino una linternita que rastrea los recovecos oscuros que se
van quedando dentro del hombre.
No
pidas toda la sabiduría que cabe en Dios, sino toda la
humanidad que cabe en el hombre.
No
le pidas dinero para que te adulen, sino
valores para que te respeten.
Y
a la hora de morir, no le pidas "lo que te mereces", sino lo que
valen su sangre, su muerte y su cruz.
AMEN, AMEN, AMEN.
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