Mons. Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba (España) recordó en su carta pastoral la reciente beatificación de 127 mártires en la diócesis y recordó el sentido misionero que tuvieron los mártires, ante la celebración del DOMUND; el domingo 24 de octubre.
“La gran afluencia de fieles, la concelebración de
más de 200 sacerdotes y una veintena de obispos, la orquesta y coro de la
Catedral, todo preparado al detalle hizo que la celebración litúrgica,
presidida por el Cardenal Marcelllo Semeraro, prefecto de la Congregación para
las Causas de los Santos y Delegado del Papa, resultara espléndida y llena de
contenido”, aseguró el Prelado.
También destacó que en esa celebración “todos
experimentamos una profunda emoción, un sentimiento hondo, como si el cielo se
hubiera rasgado, abriéndose sobre nosotros y envolviéndonos a todos en la
gloria de nuestros mártires. La liturgia cristiana tiene esa capacidad de unir
el cielo y la tierra en los misterios que celebramos”.
En relación con los 127 mártires que fueron beatificados, el Obispo de
Córdoba subrayó que “ha sido tan grande la
humillación, la tortura, el sufrimiento vivido con amor por parte de ellos, que
ahora nos sentíamos emocionados ante el gran aplauso de la asamblea”.
“Cuando la urna portadora de sus reliquias subía al
altar, rodeada de palmas, sentí cómo el peso de la gloria que nos espera hace
que los sufrimientos de ahora apenas tengan peso en la vida presente”, aseguró.
Además destacó la grandeza de la fe cristiana y la belleza de la
Iglesia. “Somos una familia, los del Cielo y los de
la tierra. Pertenecemos a la familia de los santos, donde unos preceden a otros
y todos confluyen para la gloria de Dios”.
Y aseguró que “la lección de amor que nos
dan lo mártires, al perdonar a sus verdugos, será algo inolvidable para toda
nuestra vida”.
“Sólo el amor será capaz de transformar nuestro
corazón, y consiguientemente la historia de la humanidad”, aseguró.
Además, Mons. Demetrio Fernández recordó que el domingo 24 de octubre se
celebra el DOMUND, el Domingo Mundial de las Misiones bajo el lema: “Contad lo que habéis visto y oído”.
“Porque la tarea misionera de la Iglesia no es un
simple marketing ni una simple colecta de fondos, sino un testimonio personal
como Iglesia y en la relación del tú a tú”,
afirmó.
Y destacó que “el testimonio de nuestros
mártires tiene también un sentido misionero. Y ellos nos dan fuerzas para el
camino, especialmente a los que son perseguidos por causa de su fe”, “la
Iglesia tiene un mensaje precioso que transmitir a los hombres y mujeres de
nuestro tiempo, y en esto los mártires son los mejores testigos, los mejores
misioneros”.
Por eso pidió a sacerdotes y fieles de la Diócesis de Córdoba hacer
presente en las parroquias “el testimonio de
nuestros mártires” y animó a dedicar “algún
altar, preparad alguna imagen en talla o en pintura” y animó a pedir
reliquias de los mártires para que se les rinda culto.
“No dejéis que se arrincone este testimonio
precioso, y hablemos de ello con la enorme alegría de quienes tienen tan cerca
un testimonio tan grande de amor y de perdón”, aseguró
porque los mártires “contribuirán grandemente a la
concordia y a la paz en nuestros pueblos, porque ellos vienen a transmitirnos
un mensaje de perdón y reconciliación”.
Por eso recordó que “nuestra vocación es la
santidad, nuestra meta es el cielo”. “El impulso bienhechor del Espíritu Santo
es más potente que todas las fuerzas del mal que nos encontremos. La Iglesia es
misionera porque lleva en su seno un tesoro de amor, capaz de transformar el
mundo entero”, aseguró.
VEAMOS LA CARTA
EL SEÑOR HA ESTADO GRANDE CON
NOSOTROS, Y ESTAMOS ALEGRES
Ha sido preciosa la celebración de la beatificación de nuestros mártires
de Córdoba, el pasado sábado 16 de octubre. La gran afluencia de fieles, la
concelebración de más de 200 sacerdotes y una veintena de obispos, la orquesta
y coro de la Catedral, todo preparado al detalle hizo que la celebración
litúrgica, presidida por el cardenal Marcelllo Semeraro, prefecto de la
Congregación para las Causas de los Santos y Delegado del Papa, resultara
espléndida y llena de contenido. Todos experimentamos una profunda emoción, un
sentimiento hondo, como si el cielo se hubiera rasgado, abriéndose sobre
nosotros y envolviéndonos a todos en la gloria de nuestros mártires. La
liturgia cristiana tiene esa capacidad de unir el cielo y la tierra en los
misterios que celebramos.
Ha sido tan grande la humillación, la tortura, el sufrimiento vivido con
amor por parte de ellos, que ahora nos sentíamos emocionados ante el gran
aplauso de la asamblea litúrgica, que corroboraba la proclamación como mártires
por el Papa Francisco, en la lectura de su Carta Apostólica. Cuando la urna
portadora de sus reliquias subía al altar, rodeada de palmas, sentí cómo el
peso de la gloria que nos espera hace que los sufrimientos de ahora apenas
tengan peso en la vida presente.
Qué grande es la fe cristiana y qué bonita es la Iglesia. Somos una
familia, los del cielo y los de la tierra. Pertenecemos a la familia de los
santos, donde unos preceden a otros y todos confluyen para la gloria de Dios.
La lección de amor que nos dan lo mártires, al perdonar a sus verdugos, será
algo inolvidable para toda nuestra vida. Y ese es el principal motor de la
historia. Sólo el amor será capaz de transformar nuestro corazón, y
consiguientemente la historia de la humanidad.
Esta es la tarea misionera de la Iglesia en todo tiempo, particularmente
en este domingo del DOMUND, en el que se nos
dice: “Contad lo que habéis visto y oído”. Porque
la tarea misionera de la Iglesia no es un simple marketing ni una simple
colecta de fondos, sino un testimonio personal como Iglesia y en la relación
del tú a tú. El testimonio de nuestros mártires tiene también un sentido
misionero. Y ellos nos dan fuerzas para el camino, especialmente a los que son
perseguidos por causa de su fe, como nos ha recordado el Papa en el Ángelus del
pasado domingo. La Iglesia tiene un mensaje precioso que transmitir a los
hombres y mujeres de nuestro tiempo, y en esto los mártires son los mejores
testigos, los mejores misioneros.
Os pido a todos, sacerdotes y fieles, que hagáis presente en vuestras
parroquias el testimonio de nuestros mártires. Dedicad algún altar, preparad
alguna imagen en talla o en pintura. No dejéis que se arrincone este testimonio
precioso, y hablemos de ello con la enorme alegría de quienes tienen tan cerca
un testimonio tan grande de amor y de perdón. No nos privemos de ello en un
mundo tan fraccionado y tan enfrentado. Ellos, los mártires, contribuirán
grandemente a la concordia y a la paz en nuestros pueblos, porque ellos vienen
a transmitirnos un mensaje de perdón y reconciliación. La obtención de
reliquias de estos mártires se ajusta a un protocolo que administra el
Secretariado para las Causas de los Santos en el Obispado de Córdoba. Pedidlas
y rendidles el culto que se merecen.
Nuestra vocación es la santidad, nuestra meta es el cielo. Recorramos
este camino, transformando el mundo en el que vivimos y llevando de la mano a
nuestros hermanos. El impulso bienhechor del Espíritu Santo es más potente que
todas las fuerzas del mal que nos encontremos. La Iglesia es misionera porque
lleva en su seno un tesoro de amor, capaz de transformar el mundo entero.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
POR BLANCA RUIZ | ACI Prensa
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