viernes, 15 de octubre de 2021

El CONSEJO DEL ESPÍRITU

 En la campiña de Huacho, en el barrio de Vispán preguntábamos hace algunos años por don Gerardo Díaz, hombre rechoncho, sin ninguna arruga en el rostro. Por la característica forma de su cuerpo, asemejábase a un zapallo bombo. Muy pocos darían razón, pero si decíamos: donde vive Zapallo hasta "los churres" comentaban que trabajaba en su chacra al pie del cerro de Vispán. En los pequeños pueblos algunos personajes son más conocidos por la "chapa" que llevan, que por su propio nombre.

Vivió hasta la avanzada edad de 94 años. Sus amigos le pusieron este apelativo, pero lo más característico de él era que se mantenía, a través de los años, fresco y joven. Era una versión viviente de aquel personaje de la literatura inglesa: El retrato de Dorian Grey.

Casado con doña Luisa, no tuvieron hijos. Vivían en una casa huerta, dedicados al cultivo de frutales y flores que comerciaban para la ciudad de Lima, principalmente azucenas. Dedicábanse también a la crianza de aves de corral y carneros. Los gansos y los patos nadaban a su gusto en una pequeña laguna, donde el agua entraba y salía de una acequia regadera. Los corrales de aves, conejos y cuyes estaban a los extremos de un gran patio sombreado por añejos parrales de uva borgoña. Todo circuncidado por altas paredes. Era un maravilloso y pintoresco espectáculo, una recreación para el espíritu ver a las doce del día -hora en que se abrían los corrales- a todos los animales sueltos corretear en busca del grano o picotear la jugosa alfalfa recién cortada, amarrada a tercios, colgando de las ramas de los parrales. Estaban alejados de vecinos, al pie de la falda del cerro de Vispán. Los amigos que los visitaban eran finamente atendidos, especialmente por la señora Luisa. Él, con las personas que no tenía mucha amistad, era hosco. Pero siempre todos salían colmados de frutas, es de suponer que por esta razón se repetían continuamente, las visitas.

Sólo dos fiestas se celebraban durante el año: las fechas de sus cumpleaños. Una estudiantina del lugar alegraba la fiesta, desde la serenata. Las comadres y vecinas madrugaban para la matanza de las aves, los conejos y cuyes. Preparaban cebiche de pato, con sus yucas; pepián de pavo y la deliciosa sopa huachana con salchicha, caldo y presas de aves: gallinas, pavos y frutas. El gran patio de la casa se colmaba de gente, llegaban hasta de la capital.

En la fecha de uno de estos cumpleaños, aconteció un acto que podríamos catalogarlo de brujería, por lo inconcebible. Tuve la suerte de presenciarlo. Serían como las ocho de la noche, después de haber bailado toda la tarde y estando sentados en una larga mesa saboreando los deliciosos potajes y con brindis al agasajado, con un perfumado vino borgoña de la casa; de pronto, centelleaban las luces de un lado al otro y alumbraban el cerro Vispán. Un automóvil se detuvo a varios metros de la casa, no pudo avanzar más porque un obstáculo imprevisto -una acequia que antes no estuvo allí- detuvo la marcha del carro. Las luces quedaron alumbrando parte del patio y un corpulento sauce llorón situado al borde de la acequia que pasaba por el frente de la casa quinta. Don Gerardo Díaz que tenía a su lado a un amigo -un curandero tenido por brujo- exclamó ante lo que acontecía: "¡Por lo tarde que llegan deben ser amigos de Lima!

Pero al ser informado que el carro llegaba a recoger a una de las familias, -como había tanta comida- don Gerardo le dice a la comadre que se marchaba: "Comadrita mientras le alistan "el mate fondo" llévele al chofer un platito de cuyes para que lo "apréselle". La mujer llevó la vianda, se pegó el susto de su vida, al presenciar que se le venía encima el frondoso sauce llorón alumbrado por las luces del carro. Los cuyes y el plato salieron volando por el aire y al caer sobre el empedrado el plato se hizo añicos, causando estruendo. La mujer corriendo entró gritando: "¡El árbol, el árbol me quiso coger!". Ante la sorpresa todos abandonamos el comedor y salimos al patio a ver que sucedía. El gran sauce estaba caído, pero sus ramas habían cobrado vida extendiéndose y enroscándose.

Al adelantarse el curandero a ver qué pasaba, las ramas se abrieron dándole paso. Luego, sorpresivamente retorciéndose como culebras trataron de cogerlo; recién el brujo dio cuenta de lo que sucedía, retrocedió rápidamente y exclamó: "¡So hijo de puta a mí no ve la vas a hacer, querer entregarme a mi so carajo! Ahora te voy a entregar a ti desgraciado, el diablo cargará contigo, ya verás". Invocando seguramente al espíritu con quien trabajaba, pidió ayuda y empezó a grandes voces a rezar una extraña oración, a la vez que comenzó a quitarse la ropa. Al concluir y quedarse en cueros, ante la sorpresa de toda la concurrencia el árbol caído violentamente se le levantó. Cogido del tronco estaba un hombre completamente desnudo. Al apagarse las luces las mujeres chillaron, gritando: "¡El brujo, el brujo!" y todos más rápido que volando, abandonaron la fiesta.

Según se supo después el brujo aquel al ver a su rival en esa fiesta, pensó entregarlo sin pensar que éste no conocía toda la oración para darle contra.

Todo lo sucedido y visto fue quizás ilusión óptica, magia o que se yo. Pero todo aconteció, como lo cuento.

Esta bella y hermosa vida -siguiendo su tradición de sana alegría, tranquilidad y magia- fue por muchos años maravillosa para Gerardo, Luisa y sus amigos. Pero como todo tiene su fin al desaparecer Luisa, todo cambio. Zapallo enfermó de soledad y pena. La gran casona quedó sin atención y como vivía alejado de vecinos, al atender los cultivos, descuidó su vigilancia y empezaron a robarle los animales. En la huerta, cabezas de plátanos, papayas, lúcumas, desaparecían. Hasta los borregos que mantuvo para la misa de ano de su esposa un día no amanecieron, sumiéndolo en el más completo abatimiento.

Como ya no cosechaba, ni podía criar, al no tener nada que ofrecer a los "amigos", éstos desaparecieron. Sólo tres fieles amigos lo visitábamos, entre ellos estaba el curandero que continuamente lo alentaba a seguir viviendo; lo alentaba en su soledad para evitar los deseos de Gerardo de irse lo más pronto a reunirse con Luisa.

Estas vicisitudes amargas de la vida no le produjeron una sola arruga en el rostro. Como mantenía su corazón joven, pronto empezó a palpitar nuevamente. Este singular cambio lo advirtió su amigo, el curandero. Un día le dijo:

-¡Oye, Gerardo! te contaré que estoy trabajando con un nuevo espíritu. Le conté tu caso y el cambio repentino que has tenido, de una melancolía absoluta a un deseo de vivir, nuevamente. ¿Y sabes lo que me respondió?, que tengas mucho cuidado con esa moza que tienes, porque te puede dar una sorpresa el día menos pensado.

"Zapallo" se sorprendió al escuchar lo que le decía el espíritu. Riendo a carcajadas, lo negó todo, manifestó que su alegría se la debía al buen negocio que tuvo con la venta de las azucenas, que le traía tranquilidad económica. Pero al poco tiempo fue en busca de su amigo el curandero, se sinceró con él, diciéndole:

-Lo manifestado por el espíritu fue una gran verdad. Debido a mi soledad me acompañé con una moza del barrio. Es alegre e inigualable, porque tiene paciencia. Viene una vez por semana a alegrarme la vida. Te contaré que la venta de las azucenas me dio 13 "kilos". Los tenía bien guardados en una sopera con tapa y esta semana que la destapé me di con la ingrata sorpresa de que faltaban 11 "kilos". ¿Quién si no ella misma es la que ha cogido el dinero? ¿Qué debo hacer, voy donde la policía? ¿La denuncio a la autoridad? ¿Qué me aconsejas?

-Espera un momento el caso es serio, te lo previno el espíritu. Y no lo tomaste en cuenta, le respondió el curandero.

-Entonces pregúntale al espíritu lo que debo hacer. Te oculté la verdad de este amorío y hoy lo estoy pagando caro. Son 11 "kilos", el dinero de casi toda la cosecha. Compungido se levanta Zapallo, alisándose rostro con las manos.

El curandero ingresó a un cuartito semioscuro, donde realizaba las consultas. Permaneció largos minutos, que se convirtieron en horas para la impaciencia de Zapallo, que quería saber lo que le aconsejaría el espíritu.

Al aparecer el curandero parecía embrujado. Ante la ansiedad de Zapallo por conocer el resultado de la consulta, solemnemente lo hizo callar y haciéndole sentar le dijo: Escucha con atención lo que te aconseja el espíritu, por supuesto toma la decisión que te parezca más justa: Toda tu chacra sembrada en espera de cosecha, los 11 "kilos" sustraídos no los necesitas. Si recurres por recuperarlos a la policía, ésta pasará tu caso a la PIP que investigará divulgándose la noticia del hurto, citarán a la muchacha y así la humillarás. Si logran recuperar el dinero para entregártelo tendrás que demostrarle que eres el dueño y eso nunca lo lograrás. ¡Perderás soga y cabra! pero si no mencionas el caso a nadie, cuando la moza te pida dinero, le responderás: “espera que pronto llegará la cosecha”. Cuando ésta llegue, ella te pedirá dinero. Tu pondrás cara de extrañeza y le dirás.: “¿Cómo ya no cobraste, no te llevaste 11 "kilos" de la sopera, que eran de la venta de las azucenas?”. La verás sonrojarse, sonreirá nerviosa y dará por cancelado lo ofrecido. Como si nada hubiera pasado convivirá contigo.

Zapallo que estuvo tenso escuchando las palabras de su brujo amigo, aflojó todos los músculos de la cara y al no quedar ninguna arruga, exclamó:

-¡Qué buen consejo me ha dado el espíritu! Es lo que voy a hacer.

El verdadero espíritu en realidad era su buen amigo, el curandero que por verlo feliz, fingió que toda era obra de un espíritu.

Siendo jueves, día de visita de la cariñosa moza que como virtud poseía gran paciencia para el amor, se despidió rápidamente, dando las gracias a su amigo y al espíritu, por su preocupación y consejo recibidos. Como si tuviera alas voló a su encuentro, a verla al cerro Vispán.

De Alberto Bisso Sánchez (1995).

Alejandro Smith Bisso

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