El Arzobispo de Santa Cruz (Bolivia), Mons. Sergio Gualberti, dijo que en la sociedad actual “la verdad ya no es un un valor” y las mentiras se presentan como verdaderas para “engañar o manipular a la opinión pública para alcanzar determinados objetivos políticos, económicos”.
Durante la Misa celebrada ayer 6 de junio en la Catedral Metropolitana,
el Prelado afirmó que el pecado original cometido por Adán y Eva viene de la soberbia,
causa de todos los pecados, y “nos priva de la
justicia y santidad que Dios había predispuesto en su plan original”.
Explicó que luego de pecar, Adán y Eva, “que
en su soberbia tenían el sueño de ser autosuficientes y dueños de sus vidas, se
reconocen desnudos ante Dios, tocando con mano sus limitaciones y debilidades
ante las fuerzas del mal y de la muerte”-
Esta escena bíblica nos enseña que no podemos culpar a Dios por “la presencia del mal en el mundo, sino a nosotros mismos
porque, en nuestro orgullo y soberbia, hoy como ayer, tenemos la tentación de
‘ser como dios’, rechazando libremente el plan de amor y de vida del Padre y
abusando de la libertad que Dios nos ha dado”, señaló el Prelado.
Mons. Gualberti explicó que este pecado está arraigado en nuestro ser e
historia como humanidad y “no solo nos ha
contaminado a nosotros, sino también a toda la creación, ha roto la armonía, el
equilibrio y las relaciones entre todos los seres vivientes”.
Dijo que esto se evidencia “en estos tiempos
de cambios climáticos y de pandemia del COVID”, causados “por una creciente contaminación del aire, del agua y de
la tierra” y explotación indiscriminada de recursos, que “ponen en serio peligro la supervivencia de la humanidad
entera”.
Sin embargo, afirmó que “la última palabra
la tiene Dios. Él, en su gran misericordia, nos ama a todos nosotros que hemos
sido creados a su imagen y semejanza, no cierra del todo las puertas de la
vida”. Explicó que tras condenar al demonio, Dios nos prometió que
de la Virgen María nacería Jesucristo, el “que
vencerá y aplastará al espíritu del mal”.
Al respecto, el Prelado recordó que Cristo dijo en su primera
predicación pública que “el Reino de Dios está
cerca, conviértanse y crean en el Evangelio” y, con ello, cumplió la
promesa de “la llegada de los días de la salvación
para toda la humanidad”.
“En Jesús se hace presente y actúa el poder de Dios
sobre el imperio del demonio, manifestado con su potestad de perdonar los
pecados, liberar de los espíritus malignos y sanar los males físicos, morales y
espirituales”, señaló.
También recordó que las autoridades religiosas y judías fueron hostiles
con Jesús, al extremo “de formular una acusación
temeraria y absurda: ‘Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el
poder del príncipe de los demonios’”.
Como ellos no podían “negar la evidencia de los
hechos” milagrosos, “en su ánimo perverso y
su cobardía, no atacan de frente a Jesús, sino que lo denigran ante la gente y
los discípulos, para que se desencanten con el maestro y dejen de buscarlo y
seguirlo”, agregó.
“Este rechazo radical a Jesús no es un hecho
circunstancial, es parte de una maquinación consciente de esos poderosos que
desde tiempo buscan su muerte”, dijo. Frente a ello, Jesús
evidenció la falsedad y denunció “la gravedad del
sacrilegio” al decir: “‘El que blasfeme
contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para
siempre’”.
El Prelado explicó que “la blasfemia en
contra del Espíritu Santo consiste en sustituir a Dios, el sumo Bien con
Satanás, el príncipe del mal”, que es “la
mentira suprema, la tergiversación consciente de la verdad, la negación de la
presencia y de la obra de Dios en el mundo, y el rechazo voluntario de la
gracia, del perdón y de la salvación”, que vuelca “en contra de Él los gestos y signos de su misericordia y
amor”.
Este pecado contra el Espíritu Santo es “la
opción sistemática y libre de pervertir la fe, de llamar tiniebla a la luz,
mentira a la verdad, mal al bien y muerte a la vida. La obstinación en esta
actitud blasfema, excluye por sí misma y por siempre del perdón de Dios”,
agregó.
Mons. Gualberti observó que “detrás de esta
culpa, está el pecado original, la sed de poder que hace a las personas
víctimas del engaño del maligno que rebota de falsedad en falsedad hasta
robarles la libertad del corazón”.
Señaló que esta tendencia es más frecuente hoy, pues en la sociedad
actual “la verdad ya no es un valor” y a “las mentiras e informaciones basadas en datos
inexistentes o distorsionados, se las presenta de tal manera que las hacen
aparecer como verdaderas”.
El Prelado advirtió que “esta tergiversación
de los hechos tiene como finalidad engañar o manipular a la opinión pública,
para alcanzar determinados objetivos políticos, económicos u otros”; y
animó a hacerle frente “con valentía, dejándonos
purificar por la verdad”.
El Arzobispo de Santa Cruz dijo que “para
que nuestras palabras y nuestros gestos sean verdaderos, auténticos y dignos de
confianza, debemos liberarnos de toda falsedad y buscar relaciones personales
transparentes y respetuosas, que lleven a una reflexión y análisis objetivos de
los problemas, favorezcan la comunión, promuevan el bien y rechacen lo que
tiende a aislar, dividir y contraponer”.
Finalmente, recordó que “nunca debemos
cansarnos de buscar la verdad, porque siempre está al acecho la falsedad”. Explicó
que “la verdad no es solamente el sacar a la luz
cosas oscuras u ocultas, sino que tiene que ver con la vida entera, es la
piedra sólida sobre la que podemos apoyarnos para no caer y el punto firme
sobre el que podemos contar siempre”.
“La Verdad es una persona, es Jesús: ‘Yo soy la
verdad’, la única fiable y digna de confianza, la sola que nos libera de toda
cadena y falsedad: ‘La verdad los hará libres’. Amén”, concluyó.
POR CYNTHIA PÉREZ | ACI Prensa
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