«Este virus ha
significado una tragedia para mucha gente. Precisamente por esto la Iglesia tiene el deber de ofrecer una
visión del sufrimiento y la existencia humanas en una perspectiva de vida
eterna, a la luz de la fe. La
suspensión de las misas con el pueblo es abdicar de nuestro deber, es reducir a
la Iglesia a las dependencias del Estado. Es inaceptable.
(La
justificación por parte de la jerarquía eclesiástica de la prohibición de
participar en las misas) Es algo muy grave, es el
pensamiento laicista que ha entrado en la Iglesia. Una cosa es tomar medidas
cautelares para minimizar los riesgos de contagio, otra muy distinta es
prohibir la liturgia. La Iglesia no es cliente del Estado, y ningún obispo tiene derecho a prohibir la
Eucaristía de este modo. Incluso hemos visto a sacerdotes castigados por
sus obispos por haber celebrado la misa con pocas personas: todo esto significa
verse como funcionarios del Estado. Pero nuestro pastor supremo es Jesucristo.
Hay
que rezar también públicamente porque nosotros sabemos que todo depende de Dios. Dios es la causa universal; después tenemos la causa secundaria que pasa
por nuestra libertad. En todo lo que sucede, nosotros, criaturas finitas, no
sabemos cuánto depende de la causalidad de Dios y cuánto de la nuestra: este es el punto de la oración. Debemos rezar a
Dios para superar los desafíos de nuestra vida personal y social, pero sin
olvidarnos de la dimensión transcendente, la visión de la vida eterna y de la
unión íntima con Dios y con Jesucristo también en nuestro sufrimiento. Estamos
llamados a cargar sobre nuestros hombros, cada día, nuestra cruz, pero también
tenemos que explicar a los fieles sus sufrimientos con los conceptos del
Evangelio. Prohibir la participación en la liturgia va en dirección opuesta.
Tomar determinadas medidas externas es tarea del Estado; la nuestra es defender
la libertad e independencia de la Iglesia y su superioridad en la dimensión
espiritual. No somos una agencia subordinada al Estado.
Esta es una Iglesia burguesa,
secularizada, no una Iglesia que vive de la palabra de Jesucristo. Jesús dijo «buscad
primero el Reino de Dios». ¿Qué vale la vida, todos los bienes del mundo,
incluida la salud, si después se pierde el alma? Esta crisis ha puesto
en evidencia que muchos de nuestros pastores piensan como el
mundo, se ven más como
funcionarios de un sistema religioso social que no como pastores de una Iglesia
que es comunión íntima con Dios y con los hombres. Siempre debemos conjugar fe y
razón. Obviamente, no somos fideístas, no somos como esas sectas cristianas que
dicen que no tenemos necesidad de la medicina, que basta con encomendarnos a
Dios. En cambio, encomendarnos a Dios no contradice que valoremos
todas las posibilidades que nos ofrece la medicina moderna. Pero la medicina moderna no
sustituye la oración: son dos dimensiones que no deben separarse, pero tampoco
superponerse.
También los médicos corren
este riesgo (de contagiarse y contagiar a sus
familias); hay un riesgo en toda
actividad humana. Es cierto que debemos tener cuidado y no poner en peligro la
vida y la salud de los demás, pero este no es el valor supremo. Por desgracia, esta situación nos ha hecho ver que muchos sacerdotes y obispos de buenas
cualidades carecen de las bases teológicas suficientes para reflexionar sobre
esta situación y ofrecer un juicio coherente con el Evangelio y la doctrina de
la Iglesia.»
Yo soy un pobre seglar
ignorante. ¡Qué sé yo! ¡Nada! Quien dice las
palabras que he entrecomillado aquí arriba es el cardenal Gerhard Ludwig Müller que fue prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe. Supongo que el cardenal Müller sí tendrá cierta autoridad
teológica y doctrinal a tener en cuenta… O tal vez no. Como no es un cura joven
y creativo, su opinión tal vez pueda ser despreciada al considerarla parte de
una campaña malvada dirigida a desacreditar a sacerdotes y obispos “prudentes". No sé… La entrevista completa al
cardenal la pueden leer ustedes en La Brújula Cotidiana, versión española del diario italiano La Nuova Bussola Quotidiana. El titular de la
entrevista es «Ningún obispo tiene derecho a
prohibir las misas con el pueblo».
Pedro L. Llera
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