Es necesaria una
buena preparación para recibir ferviente y dignamente a nuestro Señor
Jesucristo en la Sagrada Comunión.
Por: Fr. Ed Broom | Fuente: Catholic Exchange // Pildoras de Fe
Para recibir la Santa
Comunión debemos prepararnos de la mejor manera posible.
El éxito de un partido, depende de la
preparación anterior; el éxito deportivo depende de la preparación,
calentamiento, actitud mental y disciplina; un noviazgo amoroso y bueno,
termina con un buen matrimonio, duradero y lleno de amor.
Lo mismo aplica a una
recepción ferviente y digna de nuestro Señor y Salvador,
Jesucristo en la Sagrada Comunión.
Otra analogía es la de recibir a un invitado.
Hay muchas maneras de recibir a alguien en nuestro hogar, aquí algunos
ejemplos.
Podrías recibir a un invitado en contra de tu
voluntad, a veces debido a las circunstancias, porque no queda de otras. Puedes
recibir al invitado con resistencia y de mala gana, o puedes hacerlo de buen
agrado y con las puertas de tu casa abiertas.
Más aún, puedes recibirlo preparándote desde la
noche anterior, con gran alegría, para recibirlo como alguien que quieres que
se quede por largo tiempo y compartiendo una comida con él.
Por último, si sabes que viene un invitado
especial, limpias la casa el día anterior, preparas una comida y si es posible
la que sabes que es la favorita de tu invitado; pones la música de fondo que a
tu huésped le gusta escuchar, decoras tu hogar con globos y pancartas alegres.
Son distintas formas de recibir a un invitado,
desde el peor escenario hasta el mejor de todos.
Esta analogía de recibir a un invitado, puede
ser fácilmente aplicada a recibir a Jesús en nuestras almas. Examina tu consciencia: ¿Qué tipo de recepción le das al Señor Jesús cuando lo
recibes en la casa de tu alma en la Sagrada Comunión?, ¿Cómo es recibido?
Acepta el reto de examinar cómo
recibes la Eucaristía ¿Por qué? Porque
es la acción más importante que puedes hacer en tu vida.
Por ello, TODOS
debemos hacer un esfuerzo consciente por mejorar y actualizar la
eficacia de la recepción de Cristo en la Eucaristía. Entonces ¿cómo podemos prepararnos de la mejor manera para recibir
al Señor del Universo en lo más recóndito de nuestras almas?
Aquí te damos diez consejos prácticas que pueden ser de gran ayuda para
recibir la comunión de una mejor manera
1. MUCHA FE
Qué fácil es declinar nuestra fe, que se haga
débil o incluso que desaparezca. Es triste decir que el mayor grupo de
religiosos de EE.UU. son católicos “no
practicantes”. Oremos con fervor: "Señor, creo, pero aumenta mi fe".
La fe es como una semilla plantada en el suelo.
Permitamos que nuestra fe crezca, florezca y prospere hasta llegar a los
cielos.
2. AGRADECIMIENTO
En las relaciones, especialmente en los
matrimonios, uno de los mayores peligros permanentes es dar al cónyuge por
sentado, eso puede ser letal para el matrimonio.
Lo mismo puede suceder en nuestra relación con
el Señor en la Eucaristía: podemos acostumbrarnos a la Misa y a la Santa
Comunión diaria, y empezar a dar al Señor por sentado.
En el Diario de la Misericordia de Santa
Faustina, Jesús se queja de que hay almas que lo reciben sin amor como si fuera
un mero objeto. Jesús declara que Él prefiere no ser recibido, a ser recibido
como un mero objeto y por mera rutina, mecánicamente.
Hay letreros con estas palabras en muchas
sacristías, que sirven como un recordatorio a los sacerdotes para celebrar cada
misa con fe y fervor: "Sacerdote, hombre de
Dios, celebra esta Misa como si fuera tu primera Misa, tu última Misa y tu
única Misa".
Deberíamos recibir cada Comunión como si
fuera nuestra primera, nuestra última, y nuestra única Comunión en toda nuestra vida
3. LIMPIAR LA CASA
Hacer una buena confesión sacramental. Los
Santos y la Iglesia nos enseñan que mientras más limpia y pura esté el alma,
más abundantes son las gracias que se reciben con la Santa Comunión.
Un cristal sucio impide que el sol entre
totalmente en la habitación, del mismo modo, un alma sucia o manchada bloquea
la completa presencia del Señor Eucarístico inundando el alma.
4. LLEGA TEMPRANO
Dudo que vayamos tarde al último juego de la
Serie Mundial, o nuestra ceremonia de graduación, o a una cara y exquisita cena
en un costoso restaurante.
¿No deberíamos entonces
llegar temprano para recibir al Rey de Reyes y Señor de Señores en nuestros
corazones?, ¿Qué piensas?
Llegar tarde a Misa perturba a los demás,
perturba al sacerdote y disminuye nuestra propia participación en la Misa.
5. REVERENCIA
A Moisés le fue ordenado quitarse sus sandalias
ante el arbusto ardiente, y ese era un mero símbolo de la presencia de
Eucarística.
Isaías se quejaba de que él era impuro entre los
impuros y que sus labios debían ser purificados con brasa ardiente. ¿Cuánta mayor reverencia debemos mostrar en frente de la
Presencia Real de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía?
¡No es un símbolo, ES UNA
PERSONA REAL! Si un rey terrenal amerita la mayor reverencia y
respeto, ¿Cómo debe ser con el Rey del Universo
presente en la Eucaristía?
6. INTENCIONES
El Párroco por lo general tiene sus intenciones específicas en cada misa. Esto no quiere decir que no puedas
tener tus propias intenciones privadas.
Tres sugerencias para
ayudarte a vivir una misa más intensamente:
a)
Ofrece la Misa por una persona fallecida
Quizás, esta persona esté en el Purgatorio. Pide
para su rápida liberación o al menos el alivio de su sufrimiento.
b)
Conversión de los pecadores
Todos tenemos en mente miembros de nuestras familias,
parientes, amigos, compañeros de trabajo que parecen haberse olvidado de Dios,
o que están molestos con Dios, y que por diferentes razones se han apartado de
la Iglesia.
Ofrece tu Santa Misa y tu Sagrada Comunión para
que regresen. Estas ovejas perdidas pueden retornar a Jesús, el Buen Pastor, si
haces el esfuerzo de rezar por ellos y colocarlos en el altar de la Santa Misa.
c)
La conversión personal
Todos luchamos con nuestra carne; todos luchamos
con nuestros propios demonios; todos peleamos con la seducción del mundo y sus
engañosas y atractivas tentaciones.
En la Santa Comunión, pidamos al Señor Jesús que
nos otorgue la gracia de un verdadero trasplante de corazón. De hecho, recibes el Cuerpo y la Sangre de
Jesús.
Eso significa que lo recibes completamente, y
eso incluye su corazón. Pídele a Jesús que te otorgue su Sagrado Corazón, y que
las desbordantes llamas de amor que lo envuelven, consuman todo lo que esté en
tu corazón que desagrade a Dios.
La Comunión ferviente y
frecuente es el
atajo a la santidad.
7. PARTICIPA
En la misa no estamos llamados a ser
observadores pasivos, como si fuera una obra de teatro, un espectáculo o una
ópera.
Por el contrario, somos llamados a participar
plenamente, de forma activa y consciente. (Vaticano II, Sacrosantum Concilium,
Constitución dogmática sobre la Liturgia) estamos llamados a escuchar
atentamente la Palabra de Dios, responder a la Palabra y cantar con todo
nuestro corazón en alabanza y adoración al Señor.
Y en los momentos que se nos invita al silencio,
recordemos que es en el silencio profundo en donde nos encontramos con Dios.
Como el profeta, recuerda: "Haz silencio y reconoce que yo soy el Señor".
8. EL CORAZÓN DE MARÍA Y EL TUYO
Al acercarse la Sagrada
Comunión debemos
humildemente pedir a la Santísima Virgen María, como nos recuerda la Beata
Madre Teresa de Calcuta, que nos preste su Inmaculado Corazón, para que así
podamos recibir a Jesús con la máxima pureza, humildad y amor ardiente.
Esa es la verdadera clave para actualizar y
mejorar nuestras comuniones, recibir la Sagrada Comunión a través del corazón
de María.
San Juan Pablo II, hace un hermoso paralelo, al
comparar el “Sí” o “fiat”
de la Virgen María en la Anunciación, con nuestro “Amén” cuando recibimos a Jesús en la Sagrada
Comunión.
El resultado es el mismo: recibir a Jesús en
nuestros corazones. El “Sí” de Nuestra
Señora, resultó en la concepción de Jesús en su seno.
Nuestro “Amén” en
la Eucaristía, resulta en la presencia de Jesús echando raíces en nuestro
corazón, mente y alma.
9. ACCIÓN DE GRACIAS
Después de la Santa Comunión debemos pasar un tiempo dando las gracias a Jesús
por ese gran don: su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Sagrada Comunión. ¡No hay mayor regalo!
En una visita a un hogar y a una comida
agradable, el huésped que tiene algo de modales, da las gracias a sus
anfitriones por invitarlo. ¿No deberíamos abundar
en agradecimiento hacia Jesús por humillarse y descender a nuestra mísera casa
interior que es nuestra alma?
Unamos nuestros corazones, mentes y voces con el
salmista, aclamando: "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque para
siempre es su misericordia".
De hecho, Dios se regocija en un corazón
agradecido. ¡Cultivemos esa gratitud!
10. CONVIÉRTETE EN UN APÓSTOL EUCARÍSTICO
Teniendo en cuenta que te has encontrado el más
grande tesoro de tu vida, la perla de infinito valor ¡Debes
sentirte completamente motivado a llevar a Jesús a los demás y traer a otros a
Jesús!
Toma a Nuestra Señora como un ejemplo. Después
de concebir a Jesús en su seno, en la Anunciación, fue de prisa a llevar a
Jesús a su prima Isabel, quien estaba embarazada en su vejez. María se apresuró
a llevar a Jesús a los demás.
Después de que has recibido
a Jesús en la Sagrada Comunión y le has dado una digna acción de gracias, es
momento de convertirte en un ferviente apóstol, y llevar al Señor Jesús a
otros.
Predica con tu ejemplo y también con tus
palabras. Invita a otros a la Iglesia, a la confesión, a la
Misa y a la Sagrada Comunión. ¡Conviértete en un misionero! La mies es mucha y
los obreros pocos.
Ahora eres llamado a trabajar en la viña junto
al Señor; eres llamado a pescar con Él para salvar almas.
Una de las herramientas más eficaces para salvar
almas es ayudar a la oveja descarriada, a los católicos apartados de la
Iglesia, a regresar a ella, a hacer una buena Confesión Sacramental y luego
recibir al Señor Jesús en la Sagrada Comunión.
El Venerable Arzobispo Fulton Sheen lo expresó de
esta manera: "¡Primero vengan y después vayan!",
primero debemos ir a recibir a Jesús con gran fervor, fe y amor; y luego
debemos ir por todo el mundo, llevando esta buena noticia de salvación a todos
los seres vivos.
CONCLUSIÓN
Debemos estar desbordantes de alegría y gratitud
por el regalo más sublime, la Santa Eucaristía, que es substancialmente el
Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del Señor Jesús.
No hay una acción más grande que podamos hacer
en nuestra vida terrena, que recibir dignamente la Eucaristía.
La promesa que Jesús nos hace al recibirlo
frecuente y dignamente debe llenarnos de alegría y esperanza. Jesús nos
consuela con estas palabras: "Yo soy el pan de la vida… El que come mi cuerpo y bebe
mi sangre tendrá vida eterna y yo lo resucitaré el último día” (Discurso del Pan de la Vida: Juan 6,22-71)
¡El cielo es nuestro si
aquí en la tierra recibimos a Jesús con fe y amor!
Artículo publicado
originalmente en Catholic Exchange
Adaptado y traducdo par Pildoras de Fe por Andrea Pérez de Quero
Adaptado y traducdo par Pildoras de Fe por Andrea Pérez de Quero
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