La Fiesta de
Pentecostés.
Por: Redacción | Fuente: aciprensa.com y iglesia.cl
“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en
un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de
viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les
aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre
cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a
hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había en
Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones
que hay bajo el cielo”. Hechos de los Apóstoles 2, 1-5
FIESTA
DE PENTECOSTÉS
Originalmente se denominaba “fiesta de las semanas” y tenía lugar siete
semanas después de la fiesta de los primeros frutos (Lv 23 15-21; Dt 169).
Siete semanas son cincuenta días; de ahí el nombre de Pentecostés (= cincuenta)
que recibió más tarde. Según Ex 34 22 se celebraba al término de la cosecha de
la cebada y antes de comenzar la del trigo; era una fiesta movible pues
dependía de cuándo llegaba cada año la cosecha a su sazón, pero tendría lugar
casi siempre durante el mes judío de Siván, equivalente a nuestro Mayo/Junio.
En su origen tenía un sentido fundamental de acción de gracias por la cosecha
recogida, pero pronto se le añadió un sentido histórico: se celebraba en esta fiesta el hecho de la alianza y el
don de la ley.
En el marco de esta fiesta judía, el libro de
los Hechos coloca la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles (Hch 2
1.4). A partir de este acontecimiento, Pentecostés se convierte también en
fiesta cristiana de primera categoría (Hch 20 16; 1 Cor 168).
¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO?
¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO?
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el
Espíritu Santo es la "Tercera Persona de la
Santísima Trinidad". Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él
tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido
revelada por Jesús en su Evangelio.
El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo
desde el comienzo de la historia hasta su consumación, pero es en los últimos
tiempos, inaugurados con la Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es
dado, cuando es reconocido y acogido como persona. El Señor Jesús nos lo
presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una
Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal.
EL ESPÍRITU SANTO, EL DON DE DIOS
"Dios es Amor" (Jn
4,8-16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que nos ha sido dado". (Rom 5,5).
Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido
heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de
nuestros pecados. La Comunión con el Espíritu Santo, "La
gracia del Señor Jesucristo, y la caridad de Dios, y la comunicación del
Espíritu Santo sean con todos vosotros." 2 Co 13,13; es la que, en
la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el
pecado. Por el Espíritu Santo nosotros podemos decir que "Jesús es el Señor ", es decir para
entrar en contacto con Cristo es necesario
haber sido atraído por el Espíritu Santo.
Mediante el Bautismo se nos da la gracia del
nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo.
Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Hijo; pero
el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por
tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie
puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el
conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo.
Vida
de fe. El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y
nos inicia en la vida nueva. El es quien nos precede y despierta en nosotros la
fe. Sin embargo, es el "último" en
la revelación de las personas de la Santísima Trinidad.
El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo
desde el comienzo del Designio de nuestra salvación y hasta su consumación.
Sólo en los "últimos tiempos", inaugurados
con la Encarnación redentora del Hijo, es cuando el Espíritu se revela y se nos
da, y se le reconoce y acoge como Persona.
El
Paráclito. Palabra del griego "parakletos",
que literalmente significa "aquel que
es invocado", es por tanto el abogado, el mediador, el defensor, el
consolador. Jesús nos presenta al Espíritu Santo diciendo: "El Padre os dará otro Paráclito" (Jn
14,16). El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son
culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva
del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha
realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado "otro
paráclito" porque continúa haciendo operante la redención con la
que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.
Espíritu
de la Verdad: Jesús afirma de sí
mismo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Y al
prometer al Espíritu Santo en aquel "discurso
de despedida" con sus apóstoles en la Última Cena, dice que será
quien después de su partida, mantendrá entre los discípulos la misma verdad que
Él ha anunciado y revelado.
El Paráclito, es la verdad, como lo es Cristo.
Los campos de acción en que actúa el Espíritu Santo, son el espíritu humano y
la historia del mundo. La distinción entre la verdad y el error es el primer
momento de dicha actuación.
Permanecer y obrar en la verdad es el problema
esencial para los Apóstoles y para los discípulos de Cristo, desde los primeros
años de la Iglesia hasta el final de los tiempos, y es el Espíritu Santo quien
hace posible que la verdad a cerca de Dios, del hombre y de su destino, llegue
hasta nuestros días sin alteraciones.
SÍMBOLOS
Al
Espíritu Santo se le representa de diferentes formas:
Agua:
El simbolismo del agua es significativo de la acción del
Espíritu Santo en el Bautismo, ya que el agua se convierte en el signo
sacramental del nuevo nacimiento.
Unción:
Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del
Espíritu Santo. En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para
prepararlo a ser testigo de Cristo.
Fuego:
Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu.
Nube
y luz: Símbolos
inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Así desciende sobre la
Virgen María para "cubrirla con su
sombra". En el Monte Tabor, en la Transfiguración, el día de la
Ascensión; aparece una sombra y una nube.
Sello:
Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter
indeleble de la unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la
consagración del cristiano.
La
Mano: Mediante la imposición de manos los Apóstoles y
ahora los Obispos, trasmiten el "don del
Espíritu".
La Paloma: En el
Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma de paloma y se posa sobre
Él.
EL ESPÍRITU SANTO Y LA VIDA CRISTIANA
EL ESPÍRITU SANTO Y LA VIDA CRISTIANA
A partir del Bautismo, el Espíritu divino habita
en el cristiano como en su templo. Gracias a la fuerza del Espíritu que habita
en nosotros, el Padre y el Hijo vienen también a habitar en cada uno de
nosotros.
EL DON DEL ESPÍRITU SANTO
ES EL QUE:
- nos eleva y asimila a
Dios en nuestro ser y en nuestro obrar;
- nos permite conocerlo y
amarlo;
- hace que nos abramos a
las divinas personas y que se queden en nosotros.
La vida del cristiano es una existencia espiritual, una vida animada y guiada por el Espíritu hacia la santidad o perfección de la caridad. Gracias al Espíritu Santo y guiado por Él, el cristiano tiene la fuerza necesaria para luchar contra todo lo que se opone a la voluntad de Dios.
DONES
Para que el cristiano pueda luchar, el Espíritu
Santo le regala sus siete dones, que son disposiciones permanentes que hacen al
hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu. Estos dones son:
Don
de Ciencia: es el
don del Espíritu Santo que nos permite acceder al conocimiento. Es la luz
invocada por el cristiano para sostener la fe del bautismo.
Don
de consejo: saber
decidir con acierto, aconsejar a los otros fácilmente y en el momento necesario
conforme a la voluntad de Dios.
Don
de Fortaleza: es el
don que el Espíritu Santo concede al fiel, ayuda en la perseverancia, es una
fuerza sobrenatural.
Don
de Inteligencia: es el
del Espíritu Santo que nos lleva al camino de la contemplación, camino para
acercarse a Dios.
Don
de Piedad: el
corazón del cristiano no debe ser ni frío ni indiferente. El calor en la fe y
el cumplimiento del bien es el don de la piedad, que el Espíritu Santo derrama
en las almas.
Don
de Sabiduría: es
concedido por el Espíritu Santo que nos permite apreciar lo que vemos, lo que
presentimos de la obra divina.
Don
de Temor: es el
don que nos salva del orgullo, sabiendo que lo debemos todo a la misericordia
divina.
POR OTRO LADO, LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO SON:
Caridad.
Gozo.
Paz.
Paciencia.
Longanimidad.
Bondad.
Benignidad.
Mansedumbre.
Fe.
Modestia.
Continencia.
Castidad.
Gozo.
Paz.
Paciencia.
Longanimidad.
Bondad.
Benignidad.
Mansedumbre.
Fe.
Modestia.
Continencia.
Castidad.
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