Un sacerdote de la Arquidiócesis de Milwaukee
(Estados Unidos) llamó la atención de las redes este fin de semana al analizar
la cifra de muertos por coronavirus en Italia e identificar el 27 de marzo como
el día en que todo cambió.
Ese día el Papa Francisco presidió en la Plaza de San Pedro un momento
extraordinario de oración acompañado del Cristo Milagroso, una imagen de Jesús
crucificado a la que los romanos atribuyen el fin de la epidemia de 1522.
Además dio la bendición Urbi et Orbi y rezó ante la imagen del Señor
crucificado.
I mean, he IS
the Bishop of Rome. #CatholicTwitter
pic.twitter.com/dvtBKTnrs4
En su cuenta de Twitter, el P. John LoCoco identificó a través de la
Alerta sobre el COVID-19, accesible a través de Google, que ese viernes fue el
día en que más fallecidos se registraron en Italia, con 919 víctimas.
Desde entonces, ha comenzado un paulatino descenso, hasta registrarse
ayer 50 muertos en Italia. Como se sabe, este fue el primer país europeo donde
la pandemia hizo estragos luego de que el virus saliera de China, provocando,
según la Universidad Johns Hopkins, más de 230 mil contagios y 32.800 muertos.
Desde hace unos días se levantaron varias medidas restrictivas en Italia
y también se pueden celebrar Misas con fieles, pero manteniendo las
recomendaciones sanitarias para evitar un rebrote del coronavirus.
En la jornada extraordinaria de oración, el Papa Francisco también rezó
ante la imagen mariana de la Salus Populi Romani.
Ante una Plaza de San Pedro vacía y en plena lluvia, el Pontífice
reflexionó sobre el pasaje del Evangelio en que Cristo calma la tormenta en la
mar de Galilea.
“Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que
a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y
furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y
desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados
a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente”, expresó.
Sin embargo, recordó que “el Señor se
despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su
Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados.
Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie
ni nada nos separe de su amor redentor”.
Por ello, alentó a abrazar la cruz de Cristo, ya que en ella “hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar
que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles
que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la
esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza”.
Después de su reflexión el Santo Padre se dirigió hacia la entrada de la
Basílica de San Pedro donde realizó la adoración al Santísimo Sacramento en
silencio durante varios minutos, acompañado de algunos funcionarios del
Vaticano, y presidió luego algunas oraciones como la súplica en letanías.
Redacción ACI Prensa
No hay comentarios:
Publicar un comentario