El Padre Fortea
ofrece una solución.
Por: P. Antonio Fortea | Fuente: BlogDelPadreFortea.blogspot.com
El P. José Antonio Fortea, famoso teólogo
español, propuso una práctica solución para quienes tienen una “vergüenza invencible”, que les impide recurrir
normalmente al sacramento de la Reconciliación, y que “preferirían
hacer una peregrinación de cien kilómetros antes que tener que confesar cara a
cara determinadas acciones que les humillan de un modo terrible y espantoso”.
A continuación, el texto completo del artículo
publicado por el P. José Antonio Fortea bajo el título de “La vergüenza invencible al confesarse”: Hay personas que, al tener que confesar pecados
muy vergonzantes, sienten como si hubiera un muro que les impide hacerlo. Preferirían hacer una peregrinación de cien kilómetros antes que tener
que confesar cara a cara determinadas acciones
que les humillan de un modo terrible y espantoso.
Los pastores deben ser paternales con este tipo
de personas que llevan estas cargas sobre sus conciencias. De manera que en
cada ciudad, al menos, debe haber un confesionario donde en vez de rejilla haya
una plancha con agujeros que haga totalmente imposible ver a la persona que se
confiesa.
No solo eso, sino que la persona debe poder
arrodillarse en el confesionario sin ser visto al acercarse, y sin ser visto al
alejarse. En la ciudad de Alcalá de Henares donde resido este confesionario
existe en tres iglesias.
Y en una de esas iglesias, ese confesionario
cuenta con siete confesores fijos que se turnan cada día de la semana desde las
22:00 a las 23:00. El vidrio de la puerta del sacerdote no es transparente, de
forma que no ve quien entra o sale del confesionario.
Con esta medida, la inmensa mayoría de los
fieles pueden resolver el problema de la vergüenza. Aun así, hay casos más
raros en los que la vergüenza puede convertirse en un obstáculo invencible.
Para esos casos, verdaderamente muy raros, lo
mejor es llamar por teléfono, de forma anónima, a un sacerdote de la ciudad y
comentarle este problema. En muchos casos la conversación telefónica bastará
para que el penitente cobre confianza y pueda acercarse a un confesionario del
tipo antes citado.
Pero si la vergüenza de decir los pecados
continuara siendo algo insuperable, en estos casos, el penitente y el sacerdote
pueden quedar un día en el confesionario para entregarle los pecados escritos
de un modo claro y breve.
En el confesionario de Alcalá que he mencionado,
es posible que el penitente corra la portezuela de la pantalla un poco, unos
milímetros, para deslizar una hoja.
La confesión escrita, preferiblemente, no
debería exceder más allá de una hoja como máximo. Mejor si se da impresa, para
poder leerla con más claridad.
El sacerdote dará los consejos, la penitencia y
la absolución sin necesidad de cruzar ninguna pregunta al penitente. En este
caso hacer preguntas sería contraproducente.
Esa confesión es perfectamente posible en casos
de vergüenza invencible, puesto que a los sordos y a los mudos siempre se les
ha permitido hacer la confesión por escrito. Y un caso como el descrito se
asemeja en todo al caso de imposibilidad por cuestiones físicas. La
imposibilidad psicológica puede ser tan real como la física.
La norma general es que la confesión debe
hacerse de forma oral, es decir hablando. Pero, ante una situación de extraordinaria
tensión por parte del penitente, se puede hacer lícitamente del modo que he
dicho.
Habiendo llamado previamente por teléfono a un
sacerdote, éste le dirá en qué confesionario resulta posible deslizar una
cuartilla de papel por la rejilla y cuando pueden quedar para ello.
Lo que sí que no es posible
es confesarse por teléfono. Uno puede confesarse incluso con
intérprete, si no desea esperar a tener un sacerdote de su lengua. Pero por
teléfono no es posible.
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